Nuestros políticos son miserables hasta cuando aciertan en sus decisiones. Cuando rara vez avanzan hacia la austeridad o la democracia, no lo hacen por principios o porque crean en la regeneración, sino obligados por la crisis y por la presión popular. La Junta de Andalucía acaba de anunciar que cerrará la segunda cadena del costoso y superfluo Canal Sur, una medida que adopta porque carece de dinero, no porque crea que debe acabarse el despilfarro. Es probable que otras cadenas públicas sean cerradas en otras comunidades, pero ninguna cerrará porque es innecesaria, sino porque ya no hay dinero para mantenerla.
En la España actual ha descendido notablemente la corrupción y el expolio, pero esa mejora se debe únicamente a dos factores externos: el primero es que la crisis ha hecho que desaparezca el dinero y que queden pocos espacios para el expolio y el saqueo; el segundo es que los políticos tienen ahora miedo de unas masas más conscientes y furiosas porque están indignadas ante los abusos políticos, descontentas y carecen de riqueza.
La banda de los políticos sigue siendo la misma, igualmente corrupta, insensible y despótica, pero las circunstancias les obligan a moderarse, a limitar la intensidad del saqueo y del abuso, eso sí, temporalmente, hasta que la abundancia retorne. No han cambiado. Simplemente han ocultado su piel de lobo y disfrazado de ovejas demócratas.
Por desgracia, nada ha cambiado en España, a pesar de las duras experiencias que se están viviendo. Si han desaparecido algunos privilegios de la casta política, si se han recortado sueldos o si han dado algunos tímidos pasos hacia una mayor justicia o transparencia, lo han hecho sólo por miedo al pueblo enfurecido, no porque crean ahora en los valores democráticos que han despreciado durante décadas. Ningún político se ha arrepentido en público o pedido perdón por los abusos y arbitrariedades de "la casta" o por haber construido un Estado injusto e insostenible, o por haber asesinado la democracia. En Andalucía ya no se realizan EREs fraudulentos no porque estén arrepentidos, sino porque tienen miedo a terminar en la cárcel. Todo lo que han podido mantener de suciedad y abuso lo mantienen: contrataciones de familiares y amigos con sueldos públicos, privilegios, opacidad, mentira, intervencionismo, acaparación del escaso dinero disponible, impunidad...
¿Por qué ha renunciado Carlos Divar a su indemnización? Únicamente porque tiene miedo de las reacciones de la opinión pública ¿Por qué dimitió, en un principio, la concejal erótica Olvido Hormigo, y después se arrepintió y decidió seguir? Porque comprobó que el pueblo español perdona mejor la lujuria que la avaricia y el robo ¿Por qué Cospedal quiere reducir el número de diputados en las Cortes de Castilla la Mancha? Únicamente por falta de dinero y para ganar popularidad ante una ciudadanía que se lo exige ¿Por qué Sánchez Gordillo y los suyos han dejado de asaltar supermercados? Porque sintieron miedo de la dura reacción en contra de la sociedad ¿Por qué los bancos no siguen vendiendo productos tóxicos y practicando estafas como la comercialización de las participaciones preferentes? Porque los políticos y el Banco de España, asustados de la indignación del pueblo, ya no se lo permiten.
No hay incremento alguno de bondad, ni de democracia, ni de conversión en nuestra clase dirigente. Únicamente hay miedo a una ciudadanía que, indignada con razón y justicia, puede un día sublevarse y echar a la calle a las pandillas de desalmados que se aprovechan del poder para enriquecerse, abusar y practicar los peores vicios del liderazgo, desde la arbitrariedad a la injusticia, la prevaricación y el puro expolio. El abuso de poder y las prácticas antidemocráticas e inmorales de la clase dirigente española, sobre todo de la clase política, restan legitimidad al sistema y carga de orpobio a los partidos políticos, columna vertebral del sistema, verdaderos santuarios del poder real y principales culpables del desastre de España.
El sistema es incapaz de regenerarse porque su grado de corrupción es irreversible. Como mucho, puede aparentar mejoras o ceder temporalmente, sólo por miedo a la furia popular, pero seguirá siendo intrínsecamente abusivo, cruel, injusto, egoísta y hasta violento y demente. Un escorpión no puede convertirse en una paloma. Envenenar es su naturaleza. La única manera de cambiar el sistema nocivo actual es refundando el Estado, esta vez bajo principios, normas y leyes que sean verdaderamente democráticas.
En la España actual ha descendido notablemente la corrupción y el expolio, pero esa mejora se debe únicamente a dos factores externos: el primero es que la crisis ha hecho que desaparezca el dinero y que queden pocos espacios para el expolio y el saqueo; el segundo es que los políticos tienen ahora miedo de unas masas más conscientes y furiosas porque están indignadas ante los abusos políticos, descontentas y carecen de riqueza.
La banda de los políticos sigue siendo la misma, igualmente corrupta, insensible y despótica, pero las circunstancias les obligan a moderarse, a limitar la intensidad del saqueo y del abuso, eso sí, temporalmente, hasta que la abundancia retorne. No han cambiado. Simplemente han ocultado su piel de lobo y disfrazado de ovejas demócratas.
Por desgracia, nada ha cambiado en España, a pesar de las duras experiencias que se están viviendo. Si han desaparecido algunos privilegios de la casta política, si se han recortado sueldos o si han dado algunos tímidos pasos hacia una mayor justicia o transparencia, lo han hecho sólo por miedo al pueblo enfurecido, no porque crean ahora en los valores democráticos que han despreciado durante décadas. Ningún político se ha arrepentido en público o pedido perdón por los abusos y arbitrariedades de "la casta" o por haber construido un Estado injusto e insostenible, o por haber asesinado la democracia. En Andalucía ya no se realizan EREs fraudulentos no porque estén arrepentidos, sino porque tienen miedo a terminar en la cárcel. Todo lo que han podido mantener de suciedad y abuso lo mantienen: contrataciones de familiares y amigos con sueldos públicos, privilegios, opacidad, mentira, intervencionismo, acaparación del escaso dinero disponible, impunidad...
¿Por qué ha renunciado Carlos Divar a su indemnización? Únicamente porque tiene miedo de las reacciones de la opinión pública ¿Por qué dimitió, en un principio, la concejal erótica Olvido Hormigo, y después se arrepintió y decidió seguir? Porque comprobó que el pueblo español perdona mejor la lujuria que la avaricia y el robo ¿Por qué Cospedal quiere reducir el número de diputados en las Cortes de Castilla la Mancha? Únicamente por falta de dinero y para ganar popularidad ante una ciudadanía que se lo exige ¿Por qué Sánchez Gordillo y los suyos han dejado de asaltar supermercados? Porque sintieron miedo de la dura reacción en contra de la sociedad ¿Por qué los bancos no siguen vendiendo productos tóxicos y practicando estafas como la comercialización de las participaciones preferentes? Porque los políticos y el Banco de España, asustados de la indignación del pueblo, ya no se lo permiten.
No hay incremento alguno de bondad, ni de democracia, ni de conversión en nuestra clase dirigente. Únicamente hay miedo a una ciudadanía que, indignada con razón y justicia, puede un día sublevarse y echar a la calle a las pandillas de desalmados que se aprovechan del poder para enriquecerse, abusar y practicar los peores vicios del liderazgo, desde la arbitrariedad a la injusticia, la prevaricación y el puro expolio. El abuso de poder y las prácticas antidemocráticas e inmorales de la clase dirigente española, sobre todo de la clase política, restan legitimidad al sistema y carga de orpobio a los partidos políticos, columna vertebral del sistema, verdaderos santuarios del poder real y principales culpables del desastre de España.
El sistema es incapaz de regenerarse porque su grado de corrupción es irreversible. Como mucho, puede aparentar mejoras o ceder temporalmente, sólo por miedo a la furia popular, pero seguirá siendo intrínsecamente abusivo, cruel, injusto, egoísta y hasta violento y demente. Un escorpión no puede convertirse en una paloma. Envenenar es su naturaleza. La única manera de cambiar el sistema nocivo actual es refundando el Estado, esta vez bajo principios, normas y leyes que sean verdaderamente democráticas.