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NI PUEDE NI QUIERE





Hoy tenemos seis millones doscientas mil razones para gritar basta y argumentar que esto no puede seguir por este rumbo. “Una sociedad que se organiza de modo que no procura la posibilidad de ocupación para todos sus miembros, es totalmente injusta” ha dicho ayer el Papa Francisco. España se halla en emergencia nacional; hay que salvar del desastre a la sociedad civil. El hecho de que la tragedia del paro no haya entrado en vía de remedio y que dos millones de familias no tengan ya para comer, muestra que la política seguida es errónea; las medidas que este Gobierno de Rajoy ha impuesto no son las adecuadas. Hay que dar un rotundo frenazo y coger otra ruta. Y la solución está a la vista: ha de aplicar su programa, el del PP, que, obligado o no, abandonó en la entrada y le proporcionó la mayoría absoluta, abandono, que le va a costar la huida masiva de gran parte de su electorado; la austeridad no es el remedio; con valentía, hay que plantarle cara a Europa, cortar el gasto y el dispendio y virar la nave hacia el crecimiento; soltando el lastre inútil de los cientos de asesores, llamar, a Felipe González y a Aznar que le aconsejen.

Rajoy, saliendo de su pasividad y parsimonia, ha de actuar; la paciencia tiene su límite. Debe hacer alianza con Italia, y unidos –ambos superan el PIB de Alemania- enfrentarse y exigir el incentivo, no el recorte, la regeneración de la economía, para crear empleo o en caso contrario, amenazar con dejar el “dichoso” Euro. Hay que bajar impuestos, estimular las empresas en la creación de trabajo y suscitar el consumo que avive el desarrollo. No se puede gastar más de lo que se tiene. España no puede mantener el río de dineros que suponen las “autonosuyas”, todas en quiebra técnica, y cuyo dispendio es la rémora de nuestra economía, que no puede con cuatro administraciones; debe emprender la reforma del Estado y para ello la de la Constitución; ya varias voces, claman por su adelgazamiento radical y dejar de proteger los intereses y privilegios de la casta política, aunque sea doloroso para los colocados a dedo, pero tal sacrificio lo exige el bien común; lo imponen los siete millones de parados, que se ven venir en lontananza, si esto sigue así; es el resultado de la incompetencia política prefabricada, el profundo suspiro de la pobreza acumulada; se ha de suprimir el gasto público superfluo: cargos, empresas innecesarias, subvenciones y mamandurrias y encauzar la ayuda hacia las PIMES, que crean el empleo.

En rueda de prensa, el otro día, tres ministros con semblante obscuro, anunciaron que no se va a poder crear empleo en toda la legislatura; luego, vino Rajoy y pidió paciencia. A los que no tienen ya recurso alguno y viven del sostén de la familia o de Cáritas, con su vida destrozada de forma cruel y silenciosa, no se les puede pedir paciencia, bastante tienen en su silencio. Los políticos, que están en sus millones, en sus cálculos, en sus coches oficiales y sus tarjetas de oro, no se han recortado su opíparo sueldecete ni a la mitad ni a un tercio, ellos no saben lo que es vivir de mileurista, no quieren ni pueden ver y vivir la vida, como la están viendo y viviendo nuestros vecinos atenazados por las dificultades, los agobios y el miedo a la pobreza o el sufrirla en sus hijos; ellos están a lo suyo, en sus privilegios, en sus cifras y en sus tantos por ciento y no saben que al sufrido ciudadano todo eso le sulfura, le enfurece contra unos políticos que no han venido a procurar el bien común, contra unos partidos que no saben ni van a mejorar la vida de los españoles, como prometen en falso en sus prédicas mitineras, para tomar el voto y luego a olvidar.

Hay nutridos sectores, incluso del PP, que piden reformas radicales, a pesar del paro que ocasionen y de la rebelión de los suyos y de los otros, cuando vean que les llega también a ellos la navaja del recorte o el ir a la calle. La gente no entiende que no se pueda hacer nada en esta dura e hiriente situación. El Gobierno debe de oír la voz del pueblo, que clama que active su talento, imaginación y vigor, para crear riqueza; exige un presidente, o quizás una presidenta, que con tesón trate de eliminar la pobreza, la penuria y desesperanza y trabaje por el bien común y la justicia. Si no se acometen las debidas reformas, se destruirá el futuro del pueblo español, como gran nación.



C. Mudarra

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Martes, 7 de Mayo 2013
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