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Mediocres y sinvergüenzas son dueños del mundo y de España



Los poderes ocultos que gobiernan el mundo desde las sombras llevan décadas patrocinando a mediocres, ineptos, sinvergüenzas y débiles para que gobiernen los partidos políticos y las naciones. Con esa tropa disminuida en el poder, los poderosos han logrado dominar gran parte del mundo.

Los mediocres y los sinvergüenzas gobiernan España, con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a la cabeza, dos mediocres consumados y con mala leche, patrocinados y amparados por el establishment mundial. Ellos están llevando a nuestro país hacia el desastre. Los españoles nos estamos acostumbrando a vivir dentro de la podredumbre moral y el deterioro que traen consigo la mediocridad.

Desde el principio de los tiempos, el mundo ha avanzado y progresado porque los mejores gobernaban. Cada vez que los mediocres se hicieron con el poder, el mundo retrocedió. Es una constante de la Historia más que comprobada. Jamás un mediocre hizo algo grande por la civilización.

Cuando los partidos políticos aparecieron, logrando que los más mediocres, vulgares y egoístas dominaran el planeta, acabaron con la grandeza y el mundo empezó a zozobrar.

España, como en otros momentos de la Historia, está sirviendo como laboratorio donde se experimenta la bajeza del nuevo poder. España era el país ideal para que una banda indeseable se estableciera en el poder sin miedo a que sea desalojada porque las leyes permiten todo tipo de abuso político y porque la ciudadanía se ha hecho cobarde y tolerante con el abuso y el delito.
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Poca virilidad y ninguna grandeza en esta imagen. Los dos mediocres consumados que se abrazan son hoy los dueños de la desgraciada España.
La escasez de verdaderos líderes y la abundancia de mediocres y sinvergüenzas en las esferas del poder son los dos rasgos principales del poder en España y, aunque con menos intensidad, también en el mundo, en este siglo XXI. Los mediocres y los golfos se han apoderado de los estados y han impuesto una política que genera rechazo, asco y vergüenza en lugar de ilusión y esperanza.

La gran revolución de los tiempos modernos no ha sido el éxito de la democracia, ni la expansión del comunismo, ni la revolución industrial, ni el avance científico y tecnológico, ni el triunfo del Estado de Bienestar, sino la revolución de los mediocres, que se han unido y organizado, tomando el poder y convirtiéndose en la clase dominante que impone su ley.

La invención diabólica de los partidos políticos, organizaciones cuyo fin es tomar el poder y disfrutar de privilegios, ha conseguido que ya no sean los mejores los que gobiernen la Tierra. La inteligencia y la virtud han sido echados a patadas de los palacios y ministerios, donde ahora imperan la mediocridad, la vulgaridad, el egoísmo, la mentira y el odio. Desde que los mediocres nos dominan, los hombres y mujeres grandes e inteligentes no tienen cabida en el poder.

Los partidos políticos están consiguiendo que la gente de valor y mérito huya de la política porque entrar en uno de esos partidos corrompidos significa abrazar la corrupción, el abuso y convertirse en depredador. Sin los mejores e infectados de mediocres y de gente sucia, algunas agrupaciones políticas son ya auténticos nidos de piratas.

Los líderes populares de la Revolución Francesa y los creadores de la independencia de los Estados Unidos (Jefferson, Adans, Madison y otros) tenían claro que los partidos políticos constituían una aberración y algo contra natura. Y los prohibieron porque veían venir que con los partidos llegaría el imperio de la mediocridad y del mal gobierno.

El general Franco también pensaba lo mismo y no dejó de advertir a los españoles que con los partidos llegarían el retroceso, la pobreza y el caos.

La mediocridad es la gran herejía de nuestra época. Los mediocres se han apoderado del mundo y lo han cambiado todo, desde la política a la religión, sin olvidar los valores, las costumbres y las leyes. El dominio que ejerce la mediocridad es letal y está destruyendo, poco a poco, todos y cada uno de los logros y conquistas de la civilización, desde la libertad a los derechos individuales y los grandes valores, pasando por la fraternidad, el buen gobierno y el reino de la verdad. Con ellos al frente, el mundo avanza hacia la tiranía y la selva.

Los mediocres que ahora gobiernan el mundo son tan arrogantes y estúpidos que no se preparan para nada porque confunden el gobierno con el poder. No saben ser fuertes, ni practican los valores y ni siquiera aprenden idiomas porque lo único que les interesa es ganar votos, disfrutar de privilegios, acceder a una riqueza que antes les estaba vedada y subyugar a los otros.

Basta echar una mirada al planeta para descubrir que la mayoría de los gobiernos están hoy presididos por mediocres. Contemplen a Pedro Sánchez, a Maduro, al gordito de Corea del Norte y a otros muchos y se convencerán.

Con ellos han perecido la verdades y las certezas, arrasadas por la mentira, la confusión y el engaño, el abuso de poder, sustituto de la prudencia y el buen gobierno, el egoísmo, la avaricia, la corrupción en todas sus facetas y un manto de impunidad que cubre a los poderosos y les preserva del castigo. Los mediocres se agrupan en esas manadas llamadas "partidos políticos" porque saben que separados no pueden lograr nada y que ni siquiera lograrían destacar en una sociedad libre y competitiva, pero saben que agrupados son invencibles. Como consecuencia, la inteligencia, el honor, el valor y la virtud están siendo perseguidos y erradicados. En los colegios, los más listos son acosados, mientras en la vida real, las personas honradas son miradas con desconfianza y apartadas del poder. El mundo que construyen estos inútiles es un infierno para los mejores y un paraíso para los imbéciles y los miserables.

Los mejores hombres y mujeres no tienen hoy cabida en esos partidos políticos controlados por mediocres. Si tipos como Julio César, Viriato, Gonzalo Fernández de Córdoba o Napoleón pidieran hoy el carné del PSOE, del PP, de Podemos, de Ciudadanos o de algunos de los tugurios nacionalistas, pronto serían expulsados o les relegarían para siempre, haciendo fotocopias.

La ley de hierro de los mediocres es que odian a la gente con valor porque se sienten acomplejados ante la grandeza y sólo se sienten a gusto ante otros que sean todavía mas mediocres, torpes y miserables que ellos.

Hoy, en un mundo dominado por los mediocres, a los políticos no se les exige nada, ni siquiera que sepan idiomas y tengan formación, principios y valores. Se exigen certificados de buena conducta y de preparación académica para ocupar puestos secundarios en la sociedad, pero a la presidencia de un gobierno, a un ministerio o a la alcaldía de una gran ciudad puede llegar un canalla, inepto y medio analfabeto. Es la política diseñada al gusto de los mediocres, una verdadera bazofia dañina para la humanidad y la civilización.

La huella miserable de los mediocres no solo se ha hecho sentir en la política sino que ha invadido también la religión, las artes, la ciencia y otras disciplinas de la vida. Los valores han sido masacrados y han desaparecido conceptos claves en el planeta religioso, como la lucha entre el bien y el mal. Para los mediocres, el bien y el mal son parecidos y ninguno de ellos sabe distinguir fácilmente la línea que los separa. Los grandes mensajes religiosos, como el amor y sacrificio de Jesucristo ("Toma tu cruz y sígueme" y "Ama al prójimo como a ti mismo"), a los mediocre les trae al pairo porque la grandeza no tiene cabida en sus mezquinos mundos de privilegios y ventajas.

Con ellos ha llegado el caos. La mentira sustituye a la verdad, la democracia es suplantada por dictaduras encubiertas de partidos políticos, los valores son masacrados, conviven con la corrupción sin pudor, jamás piden perdón a los ciudadanos, a los que desprecian, nunca dimiten, se enriquecen ilícitamente, son arbitrarios, funcionan como una mafia, cobran impuestos abusivos, despilfarran, se endeudan sin conocimiento y se creen con derecho a aplastar a todo el que les impida ejercer su dominio.

El actual rechazo y hasta odio de los ciudadanos a los políticos es la consecuencia directa de la dictadura de los mediocres. A pesar de la ayuda que reciben de la mayoría de los medios de comunicación, cómplices de la mediocridad a cambio de dinero, la gente percibe que está siendo gobernada por personas sin valores, por tipos vulgares, sin ética ni grandeza, que siempre anteponen sus intereses al bien común.

Francisco Rubiales

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Lunes, 25 de Enero 2021
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