La embajadora de Marruecos se ha retirado de España y las relaciones diplomáticas están en profunda crisis
Si España fuera un país inteligente y si su gobierno fuera serio y decente, la reciente invasión de Ceuta sería asumida como una gran ocasión para aprender sobre la naturaleza de nuestro vecino y para prepararnos ante un futuro incierto y peligroso en nuestra relación con Marruecos.
La primera lección que la invasión nos ofrece es que los gobernantes marroquíes no tienen ética ni decencia y que tienen alma de tiranos mercenarios, todos al servicio de un sultán corrupto y multimillonario, esclavo de sus caprichos y venganzas, una especie de niño grande con más poder y dinero del que puede gestionar. Esa, por desgracia, es la realidad a considerar.
La segunda es que nuestras ciudades africanas no están bien defendidas y que las vallas, los espigones y las barreras fronterizas que existen son de cartón piedra y de risa y que en modo alguno servirían para detener una invasión.
Otras lecciones son las siguientes:
El régimen marroquí, a pesar de los favores y regalos que España les ha ofrecido durante décadas, no sólo nos envidia y odia, sino que planea invadirnos cuando puedan y que los proyectos de invasión no sólo incluyen a Ceuta y Melilla, sino que se extienden al reto de España, un territorio que consideran musulmán arrebatado por los españoles a los marroquíes, herederos legítimos de Boabdil, último rey de la España musulmana.
Mas que una nación, Marruecos, en manos de sátrapas corruptos, parece más bien un campo de concentración sin derechos ni libertades, donde reinan el miedo y la escasez. Como prueba del estilo de los sátrapas, considérese que muchos de los niños que invadieron Ceuta fueron sacados de sus colegios por las autoridades, sin permiso de sus padres, y enviados a la frontera diciéndoles que estaba abierta porque el futbolista Cristiano Ronaldo jugaría un partido en Ceuta.
La experiencia de Marruecos ha sido positiva porque, como expresa el General Mohammed Haramou, comandante en Jefe de la Gendarmería Real del Reino de Marruecos, "Hemos podido comprobar que en 10 minutos podemos invadir Ceuta".
La política española hacia Marruecos, consistente en una cobarde sumisión y en la compra de la paz con dinero, regalos y privilegios para las élites del régimen debe considerarse fracasada y debe cesar de inmediato para ser sustituida por una relación basada en la reciprocidad y en la aplicación de las reglas del juego y las leyes de la diplomacia y el derecho internacional.
Quizás la conclusión más importante es que necesitamos recuperar el prestigio y el peso que los últimos gobiernos y, sobre todo, Zapatero y Pedro Sánchez, han perdido en el concierto mundial. España tiene que recuperar, con carácter prioritario y urgente, la amistad de Estados Unidos para frenar las locuras del sultán y de su corte de corruptos, una amistad que los socialistas españoles han dilapidado con los gestos hostiles y despectivos de Zapatero y del mismo Pedro Sánchez, al que han despreciado con la misma intensidad los dos últimos presidentes norteamericanos, Trump y Biden.
España es hoy un país internacionalmente poco respetado, con pocos amigos y sin peso específico que le corresponde por su población, economía, valor geopolítico e historia. Esa intensa pérdida y creciente debilidad son producto del mal gobierno y de la estupidez de nuestros dirigentes, que en lugar de engrandecer la nación la aplastan y devalúan constantemente.
Simultáneamente, ya que España no puede aspirar ni a la amistad ni al respeto de Marruecos, al menos que inspire temor. España necesita armarse hasta los dientes para defenderse de un posible ataque marroquí que podría incluir, además de las plazas españolas del norte de África, a las islas Canarias. El ejercito español, en lugar de ser empleado sólo en misiones de paz como si fuera una ONG, debe curtirse en ejercicios reales de combate y prepararse para una contienda. La política española debe hacer todo lo posible por implantar la cooperación y evitar la confrontación, pero no puede ser tan estúpida que no se prepare para un conflicto que debe considerarse más que posible.
El mayor problema de España es que el socialismo sanchista es incapaz de asumir estas verdades y preferirá continuar en ese país de las maravillas que consiste en creer que regalando vehículos y dinero al régimen de Rabat puede contener a la bestia, ignorando que Marruecos no respeta la sumisión ni la debilidad y que su único freno es la fuerza.
Francisco Rubiales
La primera lección que la invasión nos ofrece es que los gobernantes marroquíes no tienen ética ni decencia y que tienen alma de tiranos mercenarios, todos al servicio de un sultán corrupto y multimillonario, esclavo de sus caprichos y venganzas, una especie de niño grande con más poder y dinero del que puede gestionar. Esa, por desgracia, es la realidad a considerar.
La segunda es que nuestras ciudades africanas no están bien defendidas y que las vallas, los espigones y las barreras fronterizas que existen son de cartón piedra y de risa y que en modo alguno servirían para detener una invasión.
Otras lecciones son las siguientes:
El régimen marroquí, a pesar de los favores y regalos que España les ha ofrecido durante décadas, no sólo nos envidia y odia, sino que planea invadirnos cuando puedan y que los proyectos de invasión no sólo incluyen a Ceuta y Melilla, sino que se extienden al reto de España, un territorio que consideran musulmán arrebatado por los españoles a los marroquíes, herederos legítimos de Boabdil, último rey de la España musulmana.
Mas que una nación, Marruecos, en manos de sátrapas corruptos, parece más bien un campo de concentración sin derechos ni libertades, donde reinan el miedo y la escasez. Como prueba del estilo de los sátrapas, considérese que muchos de los niños que invadieron Ceuta fueron sacados de sus colegios por las autoridades, sin permiso de sus padres, y enviados a la frontera diciéndoles que estaba abierta porque el futbolista Cristiano Ronaldo jugaría un partido en Ceuta.
La experiencia de Marruecos ha sido positiva porque, como expresa el General Mohammed Haramou, comandante en Jefe de la Gendarmería Real del Reino de Marruecos, "Hemos podido comprobar que en 10 minutos podemos invadir Ceuta".
La política española hacia Marruecos, consistente en una cobarde sumisión y en la compra de la paz con dinero, regalos y privilegios para las élites del régimen debe considerarse fracasada y debe cesar de inmediato para ser sustituida por una relación basada en la reciprocidad y en la aplicación de las reglas del juego y las leyes de la diplomacia y el derecho internacional.
Quizás la conclusión más importante es que necesitamos recuperar el prestigio y el peso que los últimos gobiernos y, sobre todo, Zapatero y Pedro Sánchez, han perdido en el concierto mundial. España tiene que recuperar, con carácter prioritario y urgente, la amistad de Estados Unidos para frenar las locuras del sultán y de su corte de corruptos, una amistad que los socialistas españoles han dilapidado con los gestos hostiles y despectivos de Zapatero y del mismo Pedro Sánchez, al que han despreciado con la misma intensidad los dos últimos presidentes norteamericanos, Trump y Biden.
España es hoy un país internacionalmente poco respetado, con pocos amigos y sin peso específico que le corresponde por su población, economía, valor geopolítico e historia. Esa intensa pérdida y creciente debilidad son producto del mal gobierno y de la estupidez de nuestros dirigentes, que en lugar de engrandecer la nación la aplastan y devalúan constantemente.
Simultáneamente, ya que España no puede aspirar ni a la amistad ni al respeto de Marruecos, al menos que inspire temor. España necesita armarse hasta los dientes para defenderse de un posible ataque marroquí que podría incluir, además de las plazas españolas del norte de África, a las islas Canarias. El ejercito español, en lugar de ser empleado sólo en misiones de paz como si fuera una ONG, debe curtirse en ejercicios reales de combate y prepararse para una contienda. La política española debe hacer todo lo posible por implantar la cooperación y evitar la confrontación, pero no puede ser tan estúpida que no se prepare para un conflicto que debe considerarse más que posible.
El mayor problema de España es que el socialismo sanchista es incapaz de asumir estas verdades y preferirá continuar en ese país de las maravillas que consiste en creer que regalando vehículos y dinero al régimen de Rabat puede contener a la bestia, ignorando que Marruecos no respeta la sumisión ni la debilidad y que su único freno es la fuerza.
Francisco Rubiales