Los españoles eligieron a Mariano Rajoy como presidente del gobierno conmocionados por el fracaso de Zapatero e influidos por el inmenso rechazo que generó el dirigente socialista. Votaron a Rajoy porque parecía diferente. Creyeron ver en él a un hombre serio y decente de Galicia y creyeron también en sus promesas. Tras siete meses de gobierno, muchos de sus votantes confiesan públicamente que están decepcionados y que ellos votaron a una persona distinta. Muchos expertos en marketing y filosofía política creen que la imagen de Rajoy vendida a los ciudadanos fue una verdadera estafa porque no se parecía prácticamente en nada a la que ha resultado real.
Lo último que los españoles podían esperar de aquel Rajoy serio que se oponía con tesón al tramposo Zapatero era que él también fuera un mentiroso empedernido. Unos pocos meses de gobierno han bastado para comprobar que ha incumplido casi todas sus promesas electorales y que la imagen de hombre capaz de conducir a España hacia la regeneración fue un espejismo.
Las tres principales carencias de Rajoy son sus mentiras, su determinación de hacer pagar a los débiles y desposeidos el grueso de la factura de la crisis y su negativa a realizar las grandes y verdaderas reformas que España necesita, que son la regeneración de su democracia, podrida, corrupta y convertida en partitocracia, y la reducción drástica del tamaño del Estado, tan obeso y desproporcionado que es un monstruo injusto, despreciable y plagado de parásitos, imposible de ser financiado y respetado por ciudadanos libres y demócratas.
El dato no miente: España, con casi medio millón de políticos colocados en el Estado, casi todos ellos sin otro mérito que tener carné de partido o ser familiar o amigo de los poderosos, tiene más políticos en el Estado que Francia, Inglaterra y Alemania juntas, toda una desvergüenza que Rajoy se niega a afrontar.
Le creíamos un conquistador y ha resultado ser un sarraceno; pensábamos en un hombre íntegro y nos hemos encontrado a un experto en mentiras que, además, se esconde con frecuencia para no dar la cara, como es preceptivo en democracia; pensábamos en un hombre justo y está apadrinando injusticias cada día; esperábamos a un demócrata y resulta ser un adicto a la partitocracia, que se niega a suprimir los privilegios de la "casta" política, a terminar con el entramado de la corrupción y a eliminar la financiación, con el dinero de los impuestos, de partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales y otras muchas instituciones y empresas vinculadas a los partidos políticos.
Aunque es cierto que ha realizado en siete meses mas reformas que Zapatero en siete años, Rajoy se niega a afrontar las grandes reformas que el país necesita para resurgir, precisamente aquellas que los ciudadanos demandan con más pasión e insistencia. Nos presentó un programa electoral de reactivación de la economía, con menos impuestos, ayudas a los emprendedores, acoso a los sinvergüenzas y con la decencia por bandera, pero el programa ha resultado un fraude, lo que le quita toda la legitimidad en democracia, un sistema político limpio en el que las promesas incumplidas equivalen a estafa.
Su imagen parecía verdadera, pero ha resultado ser un producto bien elaborado por sus asesores marketinianos. Nos lo vendieron como hombre serio, riguroso, patriota, reformador y capaz de limpiar España de la desvergüenza de Zapatero, pero esa imagen se derrumba cada día y, ante la sorpresa de los españoles, aparece la de casi un hermano gemelo de Zapatero, casi tan mentiroso, torpe e inepto como el de León.
Lo que mas sorprende del nuevo presidente de los españoles es su velocidad fulgurante de caida. Zapatero tardó cinco años en destruir su imagen, pero Rajoy la tiene casi destrozada en apenas siete meses y es muy probable que haya terminado de destruirla en menos de un año.
Sus incondicionales, sobre todo aquellos que han recibido poder y privilegios con el PP gobernando, le defienden afirmando que ha recibido una herencia envenenada, que las medidas que adopta son las únicas posibles y que sus problemas son la comunicación y el rechazo popular a las reformas, pero se trata de nuevas mentiras porque el pueblo estaba y está dispuesto a padecer todo tipo de privaciones, siempre que vea justicia y decencia en los planteamientos y enfoques políticos. Lo que no sorportan los ciudadanos es que la factura de la crisis la paguen los mas débiles y que los poderosos, en especial la "casta" política, mantenga sus privilegios y sus desmanes.
Un gobierno que está asfixiando al pueblo con los impuestos mas duros de Europa y que sigue financiando generosamente a partidos políticos, sindicatos y patronales con el dinero público, que no cierra televisiones públicas ni grandes empresas, que no reduce el número de parásitos que viven del Estado, sin aportar nada al bien común y que ni siquiera es capaz de perseguir a los delincuentes que han saqueado las cajas de ahorros y las arcas públicas, ni de exigirles que devuelvan lo robado, es un gobierno cargado de inmoralidad e iniquidad, se mire por donde se mire, sea del color que sea.
Lo último que los españoles podían esperar de aquel Rajoy serio que se oponía con tesón al tramposo Zapatero era que él también fuera un mentiroso empedernido. Unos pocos meses de gobierno han bastado para comprobar que ha incumplido casi todas sus promesas electorales y que la imagen de hombre capaz de conducir a España hacia la regeneración fue un espejismo.
Las tres principales carencias de Rajoy son sus mentiras, su determinación de hacer pagar a los débiles y desposeidos el grueso de la factura de la crisis y su negativa a realizar las grandes y verdaderas reformas que España necesita, que son la regeneración de su democracia, podrida, corrupta y convertida en partitocracia, y la reducción drástica del tamaño del Estado, tan obeso y desproporcionado que es un monstruo injusto, despreciable y plagado de parásitos, imposible de ser financiado y respetado por ciudadanos libres y demócratas.
El dato no miente: España, con casi medio millón de políticos colocados en el Estado, casi todos ellos sin otro mérito que tener carné de partido o ser familiar o amigo de los poderosos, tiene más políticos en el Estado que Francia, Inglaterra y Alemania juntas, toda una desvergüenza que Rajoy se niega a afrontar.
Le creíamos un conquistador y ha resultado ser un sarraceno; pensábamos en un hombre íntegro y nos hemos encontrado a un experto en mentiras que, además, se esconde con frecuencia para no dar la cara, como es preceptivo en democracia; pensábamos en un hombre justo y está apadrinando injusticias cada día; esperábamos a un demócrata y resulta ser un adicto a la partitocracia, que se niega a suprimir los privilegios de la "casta" política, a terminar con el entramado de la corrupción y a eliminar la financiación, con el dinero de los impuestos, de partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales y otras muchas instituciones y empresas vinculadas a los partidos políticos.
Aunque es cierto que ha realizado en siete meses mas reformas que Zapatero en siete años, Rajoy se niega a afrontar las grandes reformas que el país necesita para resurgir, precisamente aquellas que los ciudadanos demandan con más pasión e insistencia. Nos presentó un programa electoral de reactivación de la economía, con menos impuestos, ayudas a los emprendedores, acoso a los sinvergüenzas y con la decencia por bandera, pero el programa ha resultado un fraude, lo que le quita toda la legitimidad en democracia, un sistema político limpio en el que las promesas incumplidas equivalen a estafa.
Su imagen parecía verdadera, pero ha resultado ser un producto bien elaborado por sus asesores marketinianos. Nos lo vendieron como hombre serio, riguroso, patriota, reformador y capaz de limpiar España de la desvergüenza de Zapatero, pero esa imagen se derrumba cada día y, ante la sorpresa de los españoles, aparece la de casi un hermano gemelo de Zapatero, casi tan mentiroso, torpe e inepto como el de León.
Lo que mas sorprende del nuevo presidente de los españoles es su velocidad fulgurante de caida. Zapatero tardó cinco años en destruir su imagen, pero Rajoy la tiene casi destrozada en apenas siete meses y es muy probable que haya terminado de destruirla en menos de un año.
Sus incondicionales, sobre todo aquellos que han recibido poder y privilegios con el PP gobernando, le defienden afirmando que ha recibido una herencia envenenada, que las medidas que adopta son las únicas posibles y que sus problemas son la comunicación y el rechazo popular a las reformas, pero se trata de nuevas mentiras porque el pueblo estaba y está dispuesto a padecer todo tipo de privaciones, siempre que vea justicia y decencia en los planteamientos y enfoques políticos. Lo que no sorportan los ciudadanos es que la factura de la crisis la paguen los mas débiles y que los poderosos, en especial la "casta" política, mantenga sus privilegios y sus desmanes.
Un gobierno que está asfixiando al pueblo con los impuestos mas duros de Europa y que sigue financiando generosamente a partidos políticos, sindicatos y patronales con el dinero público, que no cierra televisiones públicas ni grandes empresas, que no reduce el número de parásitos que viven del Estado, sin aportar nada al bien común y que ni siquiera es capaz de perseguir a los delincuentes que han saqueado las cajas de ahorros y las arcas públicas, ni de exigirles que devuelvan lo robado, es un gobierno cargado de inmoralidad e iniquidad, se mire por donde se mire, sea del color que sea.