Hablan de lo que nos separa, pero ¿Quien apuesta por lo que nos une?
Si Pedro Sánchez fuera un político con grandeza y no un miserable habría comenzado recibiendo a los presidentes de las comunidades autónomas españolas más leales y positivos, pero a éstos los ha relegado y ha decidido recibir primero a los dos más desleales, a los nacionalistas que apuestan por la división y la ruptura de España, el vasco Iñigo Urkullu y el catalán separatista Quim Torra.
Es evidente que la España que nos construyen nuestros dos grandes partidos, PSOE y PP, es un país sin grandeza y escaso de ética y decencia, en el que los buenos son peor tratados que los malos y los leales tienen menos recompensa que los canallas.
Con Urkullu ha hablado, sin ocultarlo, de la España "plurinacional", de un posible cambio del modelo de Estado y del acercamiento de presos de ETA y han acordado crear equipos de trabajo bilaterales para abordar la posible cesión de 37 competencias pendientes. De nada le sirve a Sánchez que más de la mitad de los españoles exijan ya que las comunidades autónomas sean desmanteladas y que el gobierno central recupere competencias que nunca debió ceder. Él y el desleal vasco hablan de ampliar esas competencias, demostrando que los dos son unos sátrapas ajenos a la voluntad popular.
Según relató el propio Urkullu ante los periodistas, fue él quien reclamó a su interlocutor socialista una reflexión para que se renueve el modelo de Estado respetando la realidad "plurinacional" y los hechos diferenciales "que demandan un tratamiento propio y singular".
Ha sido el cónclave entre un nacionalista que desea la separación y la independencia y un cobarde ambicioso que por fin tiene el timón de España en las manos, al que ha llegado como nunca se debe llegar al poder: hipotecado, cargado de promesas que no puede cumplir y obligado a hacer concesiones perversas a gente que odia a España, con tal de mantenerse en el poder.
Sánchez, que ha relegado a las autonomías más españolas y leales, cuyos representantes podrán aportarle ideas positivas y elementos para unir más a los españoles y hacernos más fuertes como pueblo, ha preferido escuchar al lehendakari vasco abogar por la creación de una convención constitucional para reformar la Carta Magna de forma "útil", entre otras cosas.
El problema está en la palabra "útil" porque mientras el lehendakari y los nazis de Cataluña entienden que útil sería una Constitución con la que España se debilitaría y la adhesión de los pueblos al Estado fuera opcional, lo que equivaldría a la independencia, la inmensa mayoría de los españoles, también relegados por el nuevo presidente del gobiernos, queremos preservar la unidad y caminar hacia objetivos y metas comunes que nos unan y nos fortalezcan como pueblo.
Los españoles deben reflexionar y reaccionar, cuando todavía está a tiempo de impedir el drama, contra los negativos y contra la conspiración que se está fraguando entre la Moncloa, ocupada por un presidente irregular que se niega a someterse al voto popular porque teme perder, y los dos pueblos españoles que están políticamente dominados por partidos nacionalistas radicales, desleales y orientados hacia el odio y la destrucción de la nación.
Francisco Rubiales
Es evidente que la España que nos construyen nuestros dos grandes partidos, PSOE y PP, es un país sin grandeza y escaso de ética y decencia, en el que los buenos son peor tratados que los malos y los leales tienen menos recompensa que los canallas.
Con Urkullu ha hablado, sin ocultarlo, de la España "plurinacional", de un posible cambio del modelo de Estado y del acercamiento de presos de ETA y han acordado crear equipos de trabajo bilaterales para abordar la posible cesión de 37 competencias pendientes. De nada le sirve a Sánchez que más de la mitad de los españoles exijan ya que las comunidades autónomas sean desmanteladas y que el gobierno central recupere competencias que nunca debió ceder. Él y el desleal vasco hablan de ampliar esas competencias, demostrando que los dos son unos sátrapas ajenos a la voluntad popular.
Según relató el propio Urkullu ante los periodistas, fue él quien reclamó a su interlocutor socialista una reflexión para que se renueve el modelo de Estado respetando la realidad "plurinacional" y los hechos diferenciales "que demandan un tratamiento propio y singular".
Ha sido el cónclave entre un nacionalista que desea la separación y la independencia y un cobarde ambicioso que por fin tiene el timón de España en las manos, al que ha llegado como nunca se debe llegar al poder: hipotecado, cargado de promesas que no puede cumplir y obligado a hacer concesiones perversas a gente que odia a España, con tal de mantenerse en el poder.
Sánchez, que ha relegado a las autonomías más españolas y leales, cuyos representantes podrán aportarle ideas positivas y elementos para unir más a los españoles y hacernos más fuertes como pueblo, ha preferido escuchar al lehendakari vasco abogar por la creación de una convención constitucional para reformar la Carta Magna de forma "útil", entre otras cosas.
El problema está en la palabra "útil" porque mientras el lehendakari y los nazis de Cataluña entienden que útil sería una Constitución con la que España se debilitaría y la adhesión de los pueblos al Estado fuera opcional, lo que equivaldría a la independencia, la inmensa mayoría de los españoles, también relegados por el nuevo presidente del gobiernos, queremos preservar la unidad y caminar hacia objetivos y metas comunes que nos unan y nos fortalezcan como pueblo.
Los españoles deben reflexionar y reaccionar, cuando todavía está a tiempo de impedir el drama, contra los negativos y contra la conspiración que se está fraguando entre la Moncloa, ocupada por un presidente irregular que se niega a someterse al voto popular porque teme perder, y los dos pueblos españoles que están políticamente dominados por partidos nacionalistas radicales, desleales y orientados hacia el odio y la destrucción de la nación.
Francisco Rubiales