Macron quiere hacer milagros porque esa es la verdadera política
Acabo de pasar cuatro días en París y he podido captar en la capital de Francia la gran esperanza del pueblo francés en el flamante presidente Macron. Muchos franceses, sobre todo jóvenes, creen que Macron no es otro político más, que no les va a defraudar y que sus cambios van en serio. A mi me han contagiado esa fe, aunque, por el momento, tengo más sensaciones e intuiciones que datos para tener fe y esperanza en el presidente de los milagros, que quiere nada menos que devolver el valor a la política y la esperanza a su pueblo, recuperar los valores de Francia, que son los valores de la democracia, y refundar Europa. En Francia creo haber descubierto que el deseo de cambio de los ciudadanos es invencible y que los miserables que nos gobiernan en demasiados países tienen los días contados.
Si algo ha demostrado Francia en la Historia es que sabe ser la vanguardia del mundo y anticiparse a los cambios y tendencias.
Macron, junto con cientos de millones de personas en todo el mundo, cree que la vieja política es demasiado sucia y miserable para que siga siendo tolerada por más tiempo: impuestos abusivos, estados enormes, llenos de políticos inútiles atrincherados en el privilegio, legiones de corruptos afincados en el Estado, instituciones no fiables y podridas, reacciones histéricas de los pueblos hastiados y un mundo injusto y sin valores construido, piedra sobre piedra, por partidos y políticos que merecen estar en el basurero y sus miembros llenar las cárceles.
Macron se dispone en Francia a castigar a los corruptos y a prohibir la contratación de familiares de altos cargos, dos reivindicaciones que desde España parecen simples, pero que allí entusiasman. Casi la mitad de los parlamentarios franceses llevan tres legislaturas o más viviendo de las prebendas del poder, sin otro mérito que el de formar parte de la casta política, uno de los más dañinos y peores inventos de la Humanidad. Casi todos los que han pasado por la política de altura se han enriquecido y lo han hecho también sus familiares y amigos. Con esa merienda de negros, repugnante porque se ha hecho en nombre de la democracia, quiere acabar Macron, el hombre de los milagros.
La vieja política ha dilapidado la confianza y el inmenso poder que les entregó el pueblo tras la victoria contra Hitler. Han utilizado las instituciones para atiborrarse de privilegios, construir Estados hipertrofiados, destrozar la democracia, marginar a los ciudadanos, convertirse en ladrones de impuestos y esparcir injusticia, desigualdad y miedo.
La mayoría de los candidatos de Macrón para ocupar puestos de legisladores en su movimiento no son políticos sino personas que han destacado en la sociedad civil porque el nuevo presidente sabe que ser político hoy no es una ventaja sino un obstáculo. Él quiere "reformadores decentes" al frente de la tarea de transformar Francia, no "vividores" que se acercan a la política para ser estrellas millonarias.
La concepción política de Macron incluye, como tarea imprescindible, refundar Europa, acercándola a los ciudadanos y a la democracia. Ahí estará su principal problema porque Europa todavía está llena de viejos sinvergüenzas en el poder y le pondrán cientos de obstáculos para impedir que la Historia los desaloje a patadas de sus puestos de privilegios, como se merecen por haber convertido la Unión Europea en un club de políticos y funcionarios millonarios para los que el pueblo y la democracia solamente son obstáculos que impiden su orgía de corrupta ineficacia.
Francisco Rubiales
Si algo ha demostrado Francia en la Historia es que sabe ser la vanguardia del mundo y anticiparse a los cambios y tendencias.
Macron, junto con cientos de millones de personas en todo el mundo, cree que la vieja política es demasiado sucia y miserable para que siga siendo tolerada por más tiempo: impuestos abusivos, estados enormes, llenos de políticos inútiles atrincherados en el privilegio, legiones de corruptos afincados en el Estado, instituciones no fiables y podridas, reacciones histéricas de los pueblos hastiados y un mundo injusto y sin valores construido, piedra sobre piedra, por partidos y políticos que merecen estar en el basurero y sus miembros llenar las cárceles.
Macron se dispone en Francia a castigar a los corruptos y a prohibir la contratación de familiares de altos cargos, dos reivindicaciones que desde España parecen simples, pero que allí entusiasman. Casi la mitad de los parlamentarios franceses llevan tres legislaturas o más viviendo de las prebendas del poder, sin otro mérito que el de formar parte de la casta política, uno de los más dañinos y peores inventos de la Humanidad. Casi todos los que han pasado por la política de altura se han enriquecido y lo han hecho también sus familiares y amigos. Con esa merienda de negros, repugnante porque se ha hecho en nombre de la democracia, quiere acabar Macron, el hombre de los milagros.
La vieja política ha dilapidado la confianza y el inmenso poder que les entregó el pueblo tras la victoria contra Hitler. Han utilizado las instituciones para atiborrarse de privilegios, construir Estados hipertrofiados, destrozar la democracia, marginar a los ciudadanos, convertirse en ladrones de impuestos y esparcir injusticia, desigualdad y miedo.
La mayoría de los candidatos de Macrón para ocupar puestos de legisladores en su movimiento no son políticos sino personas que han destacado en la sociedad civil porque el nuevo presidente sabe que ser político hoy no es una ventaja sino un obstáculo. Él quiere "reformadores decentes" al frente de la tarea de transformar Francia, no "vividores" que se acercan a la política para ser estrellas millonarias.
La concepción política de Macron incluye, como tarea imprescindible, refundar Europa, acercándola a los ciudadanos y a la democracia. Ahí estará su principal problema porque Europa todavía está llena de viejos sinvergüenzas en el poder y le pondrán cientos de obstáculos para impedir que la Historia los desaloje a patadas de sus puestos de privilegios, como se merecen por haber convertido la Unión Europea en un club de políticos y funcionarios millonarios para los que el pueblo y la democracia solamente son obstáculos que impiden su orgía de corrupta ineficacia.
Francisco Rubiales