Dilectos director y lector:
Lo que ocurrió ayer en Martorell, además de intolerable, es reprensible y reprobable.
Tengo para mí que todas las opiniones (aireadas en voz alta –con o sin la ayuda de un altavoz-, proferidas en voz baja) son respetables, mientras no atenten, quiero decir, contengan calumnias, difamaciones o injurias contra nadie; pero también sostengo, sin ninguna duda, y tengo claro, como el agua cristalina, que lo que sí es respetable, sin objeción plausible ni posible, es todo ser humano, cualquier persona; y su integridad física no puede ser violentada bajo ningún concepto ni en ningún caso (salvo el de la legítima defensa).
Bochornoso, degradante y vergonzoso lo acontecido ayer en Martorell, sin paliativos. A veces, cuesta creer que España sea lo que es, un Estado de Derecho, una monarquía parlamentaria, una democracia.
Espero y deseo que los hechos denunciados sean desterrados de una vez para siempre de la vida pública, en la que deben brillar comportamientos políticos señores, normales y normalizados.
Ángel Sáez García
Lo que ocurrió ayer en Martorell, además de intolerable, es reprensible y reprobable.
Tengo para mí que todas las opiniones (aireadas en voz alta –con o sin la ayuda de un altavoz-, proferidas en voz baja) son respetables, mientras no atenten, quiero decir, contengan calumnias, difamaciones o injurias contra nadie; pero también sostengo, sin ninguna duda, y tengo claro, como el agua cristalina, que lo que sí es respetable, sin objeción plausible ni posible, es todo ser humano, cualquier persona; y su integridad física no puede ser violentada bajo ningún concepto ni en ningún caso (salvo el de la legítima defensa).
Bochornoso, degradante y vergonzoso lo acontecido ayer en Martorell, sin paliativos. A veces, cuesta creer que España sea lo que es, un Estado de Derecho, una monarquía parlamentaria, una democracia.
Espero y deseo que los hechos denunciados sean desterrados de una vez para siempre de la vida pública, en la que deben brillar comportamientos políticos señores, normales y normalizados.
Ángel Sáez García