Especialmente escandaloso es el caso del obispo de Mallorca, el vacunajeta mas sorprendente y destacado, junto con el JEMAD, este último dimitido. El caso del obispo genera mucha sorpresa e indignación por ser un pastor religioso destacado
Los medios de prensa publican que al menos 700 personas, entre políticos y altos cargos, se han vacunado ya en España sin corresponderles y sólo 9 de ellas han dimitido, siempre como consecuencia de la presión social. Las listas negras de sinvergüenzas y aprovechados causan horror y rabia en la población.
El fenómeno es de una gravedad terrible porque marca diferencias trascendentales e injusticias fatales entre los que tienen poder y dinero y los pobres y desamparados, lo que constituye una fuente casi inagotable de rabia, indignación y odio que si no se detiene destruirá la convivencia, la sociedad y las naciones. Por eso, la vacunación frente al COVID-19 tiene que ser igualitaria y justa, por encima de todo. Por eso, los que se aprovechen para salvarse deben ser seriamente castigados.
Por desgracia, los vacunajetas son un fenómeno típico de España, que probablemente sea el país más corrompido, desigual y peor gobernado entre las democracias del mundo avanzado.
No cabe duda de que los que se aprovechen de las vacunas en cualquier otro país del mundo, serán castigados y, por supuesto, fulminantemente destituidos de sus cargos. Sólo en la injusta y podrida España es posible que ese repugnante comportamiento del poder se propague con impunidad.
Los partidos políticos casi se limitan a "abrir expedientes", una reacción débil y nada ejemplar que en el fondo es un indulto a los canallas. Pero ese es el comportamiento habitual en España, donde la constitución protege y defiende más a los partidos y a los políticos que a los ciudadanos.
¿Quién puede asegurar en España que Pedro Sánchez, Pablos Iglesias y otros con poder y sin demasiada ética no se han vacunado ya en secreto? La experiencia, llena de abusos y privilegios, nos hace dudar y, por desgracia, convierte esa duda en "razonable".
Los que abusan deberían ingresar todos en prisión por canallas y chorizos. Los ciudadanos estamos saturados de asco y ya nos brota el odio. Establecer diferencias ante la muerte es algo contra natura y de una bajeza extrema, sólo posible en sociedades tan podridas como la española, donde los políticos, que son la expresión suprema del poder, el privilegio y la ventaja en esta etapa de la Historia, están acostumbrados a aplastar a los débiles exhibiendo sus privilegios, lujos, dinero y poder.
En España, si el fenómeno no se detiene, se hará masivo entre los que tienen poder, dejando a los más pobres y débiles solos y desprotegidos ante la muerte. España es un país corrompido en sus altas esferas, donde los que pueden aplasta a los que pueden menos a través de múltiples recursos y comportamientos: saqueándolos, aplicándoles las leyes con crueldad, marginándolos y arruinando muchas veces sus vidas, hasta provocar angustia, desesperación y hasta suicidio.
El estallido de los "vacunajetas" es el fenómeno político y social más peligroso en la historia moderna de España, por su tiránico significado, por la exaltación de la arrogancia que conlleva, por la injusticia que contiene y por sus brutales consecuencias.
Aunque hay muchos que todavía han logrado vacunarse en secreto, lo que se conoce es repugnante e intolerable. Hay "vacunajetas" en todos los ámbitos del poder: políticos, jueces, fiscales, militares, funcionarios y hasta jerarcas eclesiásticos. Detrás de ellos también se vacunan sus familiares y amigos, generando una catarata de nepotismo, amiguismo y bajeza, típicamente española e incompatible con la decencia, la justicia y la democracia.
Si España no modifica con urgencia sus leyes para que los que abusan del poder ante la pandemia vayan a la cárcel, la cohesión está en peligro y tal vez también la paz social y la convivencia pacífica.
He escuchado y leído en las redes a gente que dice que si tiene que morir por no tener poder o dinero, "se llevará por delante a algunos". Es la lógica reacción del acosado por la injusticia, al que se le empuja a la muerte por su condición de débil y desamparado.
Francisco Rubiales
El fenómeno es de una gravedad terrible porque marca diferencias trascendentales e injusticias fatales entre los que tienen poder y dinero y los pobres y desamparados, lo que constituye una fuente casi inagotable de rabia, indignación y odio que si no se detiene destruirá la convivencia, la sociedad y las naciones. Por eso, la vacunación frente al COVID-19 tiene que ser igualitaria y justa, por encima de todo. Por eso, los que se aprovechen para salvarse deben ser seriamente castigados.
Por desgracia, los vacunajetas son un fenómeno típico de España, que probablemente sea el país más corrompido, desigual y peor gobernado entre las democracias del mundo avanzado.
No cabe duda de que los que se aprovechen de las vacunas en cualquier otro país del mundo, serán castigados y, por supuesto, fulminantemente destituidos de sus cargos. Sólo en la injusta y podrida España es posible que ese repugnante comportamiento del poder se propague con impunidad.
Los partidos políticos casi se limitan a "abrir expedientes", una reacción débil y nada ejemplar que en el fondo es un indulto a los canallas. Pero ese es el comportamiento habitual en España, donde la constitución protege y defiende más a los partidos y a los políticos que a los ciudadanos.
¿Quién puede asegurar en España que Pedro Sánchez, Pablos Iglesias y otros con poder y sin demasiada ética no se han vacunado ya en secreto? La experiencia, llena de abusos y privilegios, nos hace dudar y, por desgracia, convierte esa duda en "razonable".
Los que abusan deberían ingresar todos en prisión por canallas y chorizos. Los ciudadanos estamos saturados de asco y ya nos brota el odio. Establecer diferencias ante la muerte es algo contra natura y de una bajeza extrema, sólo posible en sociedades tan podridas como la española, donde los políticos, que son la expresión suprema del poder, el privilegio y la ventaja en esta etapa de la Historia, están acostumbrados a aplastar a los débiles exhibiendo sus privilegios, lujos, dinero y poder.
En España, si el fenómeno no se detiene, se hará masivo entre los que tienen poder, dejando a los más pobres y débiles solos y desprotegidos ante la muerte. España es un país corrompido en sus altas esferas, donde los que pueden aplasta a los que pueden menos a través de múltiples recursos y comportamientos: saqueándolos, aplicándoles las leyes con crueldad, marginándolos y arruinando muchas veces sus vidas, hasta provocar angustia, desesperación y hasta suicidio.
El estallido de los "vacunajetas" es el fenómeno político y social más peligroso en la historia moderna de España, por su tiránico significado, por la exaltación de la arrogancia que conlleva, por la injusticia que contiene y por sus brutales consecuencias.
Aunque hay muchos que todavía han logrado vacunarse en secreto, lo que se conoce es repugnante e intolerable. Hay "vacunajetas" en todos los ámbitos del poder: políticos, jueces, fiscales, militares, funcionarios y hasta jerarcas eclesiásticos. Detrás de ellos también se vacunan sus familiares y amigos, generando una catarata de nepotismo, amiguismo y bajeza, típicamente española e incompatible con la decencia, la justicia y la democracia.
Si España no modifica con urgencia sus leyes para que los que abusan del poder ante la pandemia vayan a la cárcel, la cohesión está en peligro y tal vez también la paz social y la convivencia pacífica.
He escuchado y leído en las redes a gente que dice que si tiene que morir por no tener poder o dinero, "se llevará por delante a algunos". Es la lógica reacción del acosado por la injusticia, al que se le empuja a la muerte por su condición de débil y desamparado.
Francisco Rubiales