El periodismo español se "talibaniza" y se degrada. Los "talibanes" están imponiendo su pensamiento obtuso y alimentando temerariamente el enfrentamiento enconado entre las dos Españas. Los adversarios son ya enemigos y la posibilidad de que se entiendan es nula. Los argumentos y razonamientos han cedido su sitio a las descalificaciones y ofensas. Los periodistas "esclavos" suelen superar a sus "amos" políticos en visceralidad y violencia verbal. El enconamiento agrio que infecta la información, las tertulias y los debates alcanza ya a la sociedad y la contamina peligrosamente.
El periodismo español, dominado por miles de corrompidos y mendaces que sólo sirven a la verdad de sus amos, apesta ya tanto como la misma política.
La talibanización es tan brutal que resulta ya imposible que ultradefensores de la derecha como Carlos Dávila o Isabel Durán, puedan debatir en la misma mesa sin llegar a enfrentamientos casi físicos con ultrapartidarios de la izquierda como Enric Sopena o Maria Antonia Iglesias.
Sin embargo, en los últimos meses se está produciendo un fenómeno interesante y esperanzador, nuevo en el clásico enfrentamiento entre las Españas: al margen del enfrentamiento entre el bando de la derecha y el de la izquierda, empieza a crecer con fuerza otro grupo de periodistas que rechazan el "talibanismo", que quieren mantenerse independientes, que no se sienten identificados ni con unos ni con otros y que tienen como principal metas la regeneración de la democracia, la independencia y el respeto a las reglas del periodismo demócrata, incluyendo la capacidad para criticar a los poderosos, sean del bando que sean.
El nuevo grupo, que coincide con los planteamientos que viene defendiendo el blog Voto en Blanco desde que nació, a principios del año 2004, se aleja del talibanismo clásico y, sin dejar de ser radical, apuesta por la regeneración de la política española, por la recuperación de la democracia y por la condena sin paliativos de la partitocracia, a la que acusa de corrupta, ineficiente, despilfarradora y culpable del mal gobierno que está llevando a España hacia la ruina. También acusa a los periodistas sometidos a los partidos políticos de haber abandonado la norma suprema de la verdad y de estar alimentando el odio y la crispación de la sociedad a través de la mentira y la parcialidad.
Esta "tercera vía" entiende que el periodismo está vinculado a la defensa de la verdad como el´médico lo está a la defensa de vida, y que esa veracidad es la norma suprema de la profesión. La nueva vía representa toda una esperanza para la sociedad española y, si continua creciendo, quizás llegue a ser determinante un día para lograr que los ciudadanos dejen de ser "hooligans" esclavos del poder político, recobren la cordura, aprendan a discernir, recuperen el protagonismo que los políticos les han arrebatado e impongan una profunda reforma del sistema que termine con la oligocracia de partidos reinante en España y instaure una verdadera democraica, limpia, ética, justa y eficiente.
La nueva vía, más digna y profesional que el talibanismo de uno y otro bando, conserva los tres valores claves del periodismo democrático: el sometimiento a la verdad como norma suprema informativa, la independencia informativa y la capacidad de fiscalizar a los grandes poderes mediante la crítica y la información veraz, lo que la convierte en una opción más profesional y ética que el rastrero periodismo sometido a los grandes poderes, en especial a los partidos políticos.
Buena parte del periodismo español se ha corrompido a través del sometimiento de miles de periodistas a los distintos partidos políticos, cuyos intereses defienden anteponiéndolos a la verdad. Esos periodistas, ya sea por son incapaces de distinguir entre "la verdad" y "la verdad del poder", que es otra cosa diferente, o porque esperan ser recompensados por su rastrera servidumbre al poder, se han convertido en cómplices cualificados de la degradación de la política española y de la ruina de la democracia. En su momento, los demócratas los juzgarán con idéntica dureza que a sus amos.
Al violar las dos reglas básicas del periodismo democrático, que son servir de manera impecable a la verdad y vigilar y fiscalizar a los poderosos a través de la crítica y información independiente y veraz, los sometidos al poder han abandonado las filas del periodismo y se han incorporado a la "policía del pensamiento", actuando como verdaderos comisarios políticos y propagandistas sal servicio de los poderosos.
El periodismo español, dominado por miles de corrompidos y mendaces que sólo sirven a la verdad de sus amos, apesta ya tanto como la misma política.
La talibanización es tan brutal que resulta ya imposible que ultradefensores de la derecha como Carlos Dávila o Isabel Durán, puedan debatir en la misma mesa sin llegar a enfrentamientos casi físicos con ultrapartidarios de la izquierda como Enric Sopena o Maria Antonia Iglesias.
Sin embargo, en los últimos meses se está produciendo un fenómeno interesante y esperanzador, nuevo en el clásico enfrentamiento entre las Españas: al margen del enfrentamiento entre el bando de la derecha y el de la izquierda, empieza a crecer con fuerza otro grupo de periodistas que rechazan el "talibanismo", que quieren mantenerse independientes, que no se sienten identificados ni con unos ni con otros y que tienen como principal metas la regeneración de la democracia, la independencia y el respeto a las reglas del periodismo demócrata, incluyendo la capacidad para criticar a los poderosos, sean del bando que sean.
El nuevo grupo, que coincide con los planteamientos que viene defendiendo el blog Voto en Blanco desde que nació, a principios del año 2004, se aleja del talibanismo clásico y, sin dejar de ser radical, apuesta por la regeneración de la política española, por la recuperación de la democracia y por la condena sin paliativos de la partitocracia, a la que acusa de corrupta, ineficiente, despilfarradora y culpable del mal gobierno que está llevando a España hacia la ruina. También acusa a los periodistas sometidos a los partidos políticos de haber abandonado la norma suprema de la verdad y de estar alimentando el odio y la crispación de la sociedad a través de la mentira y la parcialidad.
Esta "tercera vía" entiende que el periodismo está vinculado a la defensa de la verdad como el´médico lo está a la defensa de vida, y que esa veracidad es la norma suprema de la profesión. La nueva vía representa toda una esperanza para la sociedad española y, si continua creciendo, quizás llegue a ser determinante un día para lograr que los ciudadanos dejen de ser "hooligans" esclavos del poder político, recobren la cordura, aprendan a discernir, recuperen el protagonismo que los políticos les han arrebatado e impongan una profunda reforma del sistema que termine con la oligocracia de partidos reinante en España y instaure una verdadera democraica, limpia, ética, justa y eficiente.
La nueva vía, más digna y profesional que el talibanismo de uno y otro bando, conserva los tres valores claves del periodismo democrático: el sometimiento a la verdad como norma suprema informativa, la independencia informativa y la capacidad de fiscalizar a los grandes poderes mediante la crítica y la información veraz, lo que la convierte en una opción más profesional y ética que el rastrero periodismo sometido a los grandes poderes, en especial a los partidos políticos.
Buena parte del periodismo español se ha corrompido a través del sometimiento de miles de periodistas a los distintos partidos políticos, cuyos intereses defienden anteponiéndolos a la verdad. Esos periodistas, ya sea por son incapaces de distinguir entre "la verdad" y "la verdad del poder", que es otra cosa diferente, o porque esperan ser recompensados por su rastrera servidumbre al poder, se han convertido en cómplices cualificados de la degradación de la política española y de la ruina de la democracia. En su momento, los demócratas los juzgarán con idéntica dureza que a sus amos.
Al violar las dos reglas básicas del periodismo democrático, que son servir de manera impecable a la verdad y vigilar y fiscalizar a los poderosos a través de la crítica y información independiente y veraz, los sometidos al poder han abandonado las filas del periodismo y se han incorporado a la "policía del pensamiento", actuando como verdaderos comisarios políticos y propagandistas sal servicio de los poderosos.