España es un país injusto que se cuece en su propia injusticia cada día. Hay muchas injusticias que nos corroen como el ácido, desde los desahucios hasta la aniquilación de las clases medias, los impuestos abusivos, el índice de desempleo y el avance de la pobreza, pero ninguna es tan hiriente como la impunidad y la vida privilegiada de los políticos que nos han llevado al abismo.
Los políticos culpables de la ruina de España y de que tengamos que pagar cada año casi 40.000 millones de euros de intereses por la deuda no sólo no están detenidos o bajo investigación y acoso policial, sino que andan sueltos y la´mayoría de ellos, comenzando por el cabecilla de la rapiña, José Luis Rodríguez Zapatero, cobrando del Estado y gozando de privilegios, como si fueran héroes en vez de tunantes, depredadores, ineptos y chorizos, todo pagado con los impuestos de los sufridos españoles, sus víctimas.
Ese premio a los predadores y a los miles de políticos ladrones que han participado en el inmenso saqueo de España es una lacra y un estigma que marca a este país y lo convierte en un nido de injusticia y oprobio. La impunidad de los saqueadores y su disfrute impune del botín degradan a la sociedad española y lanza hacia la posteridad algunos mensajes tan claros como degradantes y vergonzosos, el principal de los cuales es que cualquier canalla sin decencia ni grandeza puede ocupar las más altas magistraturas del Estado, esquilmar las arcas públicas, arruinar y casi destruir el país sin que le ocurra nada.
Mientras los predadores envilecidos estén libres, España no podrá ser otra cosa que un coto de caza abierto a furtivos y depredadores de la política.
Aunque los socialistas, capitaneados por Rubalcaba, uno de los más activos miembros de la banda de rapiñadores, utilicen su maquinaria de propaganda para embrutecer, confundir y engañar a los españoles, no se olvidará fácilmente que fueron ellos los que con mayor eficacia y constancia nos sumieron en el desastre actual y los que nos han conducido hasta el borde del precipicio, obligándonos, para poder escapar de la quiebra y del desastre, a sufrir todo tipo de penalidades, desde el empobrecimiento hasta la demolición del estado de bienestar, sin olvidar las abrumadoras subidas de impuestos y el hundimiento de los valores, la confianza en el liderazgo y la esperanza en un futuro mejor.
Clama al cielo y no es tolerable por una ciudadanía democrática y digna que los peores depredadores de España, de todos los grandes partidos y tendencias, incluyendo a los ladrones nacionalistas catalanes recién descubiertos, anden sueltos, algunos de ellos condecorados, cargados de privilegios, ventajas y dinero público. Esa injusticia es tan cruel y bastarda que justifica e impulsa la silenciosa y creciente rebelión ciudadana en marcha contra esa casta de políticos que antepone sus intereses a los de la nación y que ni siquiera pone empeño alguno en responder al clamor popular que exige castigo, cárcel y devolución de lo robado a los que han desvalijado España.
Los políticos culpables de la ruina de España y de que tengamos que pagar cada año casi 40.000 millones de euros de intereses por la deuda no sólo no están detenidos o bajo investigación y acoso policial, sino que andan sueltos y la´mayoría de ellos, comenzando por el cabecilla de la rapiña, José Luis Rodríguez Zapatero, cobrando del Estado y gozando de privilegios, como si fueran héroes en vez de tunantes, depredadores, ineptos y chorizos, todo pagado con los impuestos de los sufridos españoles, sus víctimas.
Ese premio a los predadores y a los miles de políticos ladrones que han participado en el inmenso saqueo de España es una lacra y un estigma que marca a este país y lo convierte en un nido de injusticia y oprobio. La impunidad de los saqueadores y su disfrute impune del botín degradan a la sociedad española y lanza hacia la posteridad algunos mensajes tan claros como degradantes y vergonzosos, el principal de los cuales es que cualquier canalla sin decencia ni grandeza puede ocupar las más altas magistraturas del Estado, esquilmar las arcas públicas, arruinar y casi destruir el país sin que le ocurra nada.
Mientras los predadores envilecidos estén libres, España no podrá ser otra cosa que un coto de caza abierto a furtivos y depredadores de la política.
Aunque los socialistas, capitaneados por Rubalcaba, uno de los más activos miembros de la banda de rapiñadores, utilicen su maquinaria de propaganda para embrutecer, confundir y engañar a los españoles, no se olvidará fácilmente que fueron ellos los que con mayor eficacia y constancia nos sumieron en el desastre actual y los que nos han conducido hasta el borde del precipicio, obligándonos, para poder escapar de la quiebra y del desastre, a sufrir todo tipo de penalidades, desde el empobrecimiento hasta la demolición del estado de bienestar, sin olvidar las abrumadoras subidas de impuestos y el hundimiento de los valores, la confianza en el liderazgo y la esperanza en un futuro mejor.
Clama al cielo y no es tolerable por una ciudadanía democrática y digna que los peores depredadores de España, de todos los grandes partidos y tendencias, incluyendo a los ladrones nacionalistas catalanes recién descubiertos, anden sueltos, algunos de ellos condecorados, cargados de privilegios, ventajas y dinero público. Esa injusticia es tan cruel y bastarda que justifica e impulsa la silenciosa y creciente rebelión ciudadana en marcha contra esa casta de políticos que antepone sus intereses a los de la nación y que ni siquiera pone empeño alguno en responder al clamor popular que exige castigo, cárcel y devolución de lo robado a los que han desvalijado España.