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Los políticos ya no quieren cambiar el mundo, sino ganar y mandar





Dorys Lessing hoy
Lamentablemente, los políticos han renunciado a la utopía y ya no quiere cambiar el mundo, sino, simplemente, ganar y gobernar.

Las izquierdas y las derechas han descubierto que la ideología disgrega y que, a medida que una organización aumenta de tamaño, la lucha por los grandes principios se hace más difícil. En consecuencia, han soltado lastre ideológico para transformarse en perfeccionadas máquinarias de ganar batallas y votos, en organizaciones orientadas a ganar poder y elecciones. Desgraciadamente, los partidos políticos y sus legiones de políticos profesionales aferrados al poder y al privilegio consideran hoy la ideología, los principios y los grandes valores que defendían antaño como obstáculos para la realización de sus propósitos electorales.

Esa tendencia es especialmente chocante cuando se observa en la izquierda, donde, históricamente, siempre existió un espacio mayor para la utopía.

El cambio frívolo es visible no sólo en el comportamiento de los partidos de izquierda, sino también en la evolución de los movimientos que la izquierda "apadrina", como por ejemplo "el feminismo", que se está imponiendo, pero a cambio de enfrentar a las mujeres con los hombres, en lugar de sellar una alianza que nos convierta a todos en socios de la gran tarea de la igualdad de sexos y de oportunidades. La misma táctica de vencer "como sea", incluso a costa de romper la armonía y de destruir valores, se ha impuesto en la lucha de otros movimientos tutelados por la izquierda, como la lucha contra la globalización, el rechazo al tabaco, la defensa del sindicalismo radical, e, incluso, la lucha contra la oposición política. Prefieren imponer la fuerza, vencer mejor que convencer, humillando y sometiendo al empresario, al fumador o al dirigente político contrario, renunciando tristemente a mejorar la sociedad, una meta que que es más ambiciosa y hermosa que "ganar".

Los políticos defienden el voto y creen que votar es la mejor opción democrática, cuando, en realidad, es la peor. Cuando una asamblea recurre a votar es porque no es capaz de debatir, discernir y alcanzar el consenso. Al votar, renuncia a la armonía y divide a la sociedad en dos bandos contrarios, el de los vencedores y el de los vencidos. Creen que la democracia es el dominio de las mayorías, cuando en realidad es más el respeto a las minorías. Sus métodos de poder y de dominio renuncian a cambiar el mundo y prefieren causar innumerables heridas difíciles de olvidar a los vencidos y humillados.

El ejemplo más contundente de esos métodos es el del feminismo. "El feminismo ha fracasado. Las feministas siguen sin entender nada de nada", acaba de afirmar Doris Lessing, mito de la Women's Lib de los años sesenta.

La escritora cuestiona el furibundo enfrentamiento de las feministas con los hombres y se pregunta: ¿No sería bonito que hombres y mujeres dejáramos a un lado el estéril y agotador enfrentamiento de las últimas décadas y nos encontráramos amistosa y abiertamente, como compañeros de viaje que han de lidiar juntos con los nuevos tiempos?

Todo un ejemplo de un mundo mal diseñado y una ruta política equivocada, que premia la victoria y renuncia a la utopía. Una verdadera lástima.

FR

Franky  
Domingo, 1 de Julio 2007
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