Información y Opinión

Los políticos son los principales causantes de nuestras desgracias y decadencia



Poco a poco, pero con firmeza, la sociedad española está comprendiendo y asumiendo que los políticos son los causantes de la mayoría de nuestras desgracias y el mayor problema para la regeneración y el resurgimiento de España.
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Los medios no lo dicen y los políticos lo ocultan, pero España es contemplada por el mundo como un país problemático, mal gobernado y en declive, que pierde cada año prestigio y peso en el concierto mundial. En Europa nos consideran un país enfermo.

Los políticos españoles pierden a chorros prestigio y afecto porque los ciudadanos, a pesar de que muchos medios de comunicación protegen a la clase política y ocultan sus desmanes, están comprendiendo que ellos son el gran problema de España por haber creado una dinámica diabólica, de corrupción y abuso de poder, que nos conduce al matadero.

Están envueltos en un océano de contradicciones y deambulan por callejones sin salida, muchos de ellos absurdos y surrealistas, pero todos ideados para disfrutar del poder y sus privilegios y para que la política en lugar de servir a los ciudadanos se sirva de ellos y los trate como rebaños de basura.

El Estado está sobredimensionado y es imposible de financiar, pero ellos no lo reducen. El pueblo cuestiona las autonomías porque las considera demasiado costosas y fuente de corrupción, discordia y ruptura, pero ellos las mantienen vivas. Saben que mantener las pensiones y el Estado Autonómico al mismo tiempo es imposible, pero ellos prefieren sacrificar las pensiones a suprimir las odiosas autonomías. Si eliminan impuestos injustos y crueles, como los del Patrimonio, Plusvalías y Sucesiones y Donaciones, tendrían que eliminar chiringuitos y si eliminan chiringuitos pierden la red clientelar que les proporciona los votos. Gritan que son demócratas, pero incumplen todas y cada una de las grandes reglas de la democracia, desde la separación de los poderes básicos del Estado hasta la existencia de una ley igual para todos, la participación ciudadana en la política y la existencia de una prensa libre y de controles y contrapesos que limiten el poder de los políticos. Saben que la representación está trucada y que los senadores y diputados no representan al pueblo sino a los propios partidos y a sus líderes, pero se niegan a cambiar esa brutal carencia antidemocrática porque a ellos les conviene. Ignoran sistemáticamente las grandes reivindicaciones populares simplemente porque a ellos no les gustan. El pueblo quiere que partidos y sindicatos no se financien con dinero público, pero ellos incrementan cada año la cuantía de esas subvenciones. Los ciudadanos sienten asco ante la corrupción y exigen castigos duros para los delincuentes incrustados en el Estado, pero ellos ignoran esa exigencia porque quieren manos libres para gobernar a capricho. Lo mismo ocurre con los pactos electorales contra natura, con los incumplimientos de las promesas, con el endeudamiento público, con el despilfarro, con los privilegios fiscales de los amigos del poder y con otras muchas injusticias vigentes, como el sucio comportamiento del PSOE y el PP con los nacionalistas e independentistas, a los que han concedido ventajas y manos libres para avasallar y expandir el odio, a cambio de sus votos.

El hecho de que España tenga más políticos a sueldo del Estado que Francia, Alemania e Inglaterra juntos es un escándalo indecente e insoportable, pero a los políticos les da igual. Ellos se comportan, muchas veces, como enemigos de su patria y de su pueblo.

Nadie viola la Constitución más que los políticos y sus partidos. Han permitido y apoyado la ruptura de la unidad de España y de los españoles, un principio garantizado por la Carta Magna que los políticos han pulverizado creando diferencias en el trato fiscal, en la sanidad, en la educación y en muchas otras facetas de la vida, haciendo posible que la vida de un vasco o de un navarro sea más fácil y placentera que la de un castellano, andaluz o extremeño.

Con su burocracia inepta y absurda y con sus impuestos agobiantes están asfixiando la economía y frenando el espíritu emprendedor, del mismo modo que con sus recortes injustos están acabando con la investigación y la ciencia. No hay dinero para cumplir el gran objetivo de la democracia, que es la felicidad de los ciudadanos, pero a los políticos no les faltan nunca privilegios, dietas de lujo, pensiones de reyes y ventajas de todo tipo. No saben pedir perdón, jamás dimiten y tampoco son capaces de renunciar a uno sólo de sus privilegios para compartir el esfuerzo con los ciudadanos.

Nuestra clase política y las clases dirigentes españolas, en general, son el cáncer de España. Lo han sido a lo largo de la Historia, donde los héroes han sido maltratados y humillados, mientras los miserables hacían carrera en la Corte, pero quizás nunca España fue tan injusta, corrupta, indecente y antipopular con en estos años de democracia falsificada.

Francisco Rubiales

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Lunes, 30 de Abril 2018
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