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La gigantesca estafa piramidal montada por el magnate estadounidense Bernard L. Madoff es la prueba palpable de que los gobiernos han fallado a la hora de controlar las finanzas, como era su deber. Los mecanismos de control y órganos reguladores han fracasado y los gobernantes, a los que el ciudadano otorga poder y paga precisamente para que controle y evite las injusticias y abusos, ni siquiera saben ahora como solucionar el gran caos financiero creado por su ineficacia.
No saben qué hacer. Ante la nueva crisis económica que asola la sociedad mundial, están más desorientados y confusos que los pueblos que gobiernan. Las recetas que aplican, a pesar de ser las más potentes de la Historia y tan costosas que endeudarán a sus países durante décadas, no funcionan. Pero, en lugar de reconocer que tampoco saben solucionar este problema, mienten y engañan a unos ciudadanos cada día más empobrecidos, a los que prometen que pronto saldrán de la depresión.
Winston Churchill, cuando todo parecía perdido para Inglaterra en su lucha solitaria contra la poderosa Alemania de Hitler, habló claro a sus conciudadanos y les dijo … “sólo puedo ofreceros sangre sudor y lágrimas… pero ganaremos". Si nuestros políticos de hoy emplearan la verdad, como hizo Churchill, para afrontar la crisis, los ciudadanos podrían valorar su honradez, pero, al refugiarse en el engaño, ni siquiera merecen respeto.
Al igual que en aquel terrible año 1941, cuando las armas del totalitarismo nazi parecían invencibles, hoy también perece invencible esa crisis económica mundial que fabrica desempleados a ritmo de vértigo y que inunda el mundo con pobreza y angustia. Pero entonces existió un liderazgo honrado y veraz que recurrió a la verdad y al esfuerzo para vencer al drama, mientras que hoy, nuestros políticos, desconocedores del esfuerzo y enfermizamente aficionados al privilegio, solo saben recurrir al engaño y a las falsas promesas.
Son tan cobardes e ineptos que se niegan a reconocer en público que el mundo que han construido durante décadas, basado en el consumo masivo, ha fracasado y nunca podrá retornar.
La cruda realidad es la siguiente; para reactivar la economía se necesita consumir, pero para consumir se necesita dinero en cantidad; dinero que las masas, empobrecidas, ya no tienen. Tampoco existe dinero para créditos Ni siquiera hay confianza para que unos bancos presten a otros bancos. La confianza, clave del sistema económico y también del político, se está derrumbando y nadie consigue reconstruir el edificio. Para los ciudadanos, los políticos empiezan a ser todavía menos fiables que los banqueros, lo que cierra el círculo de la desgracia y sitúa al mundo al borde del precipicio.
Incapaces de reconocer que libran una guerra contra un enemigo invisible e invencible llamado "desconfianza", los políticos no saben que hacer, ni se atreven a aplicar la única receta que han aprendido a usar en las ultimas décadas: cobrar impuestos y requisar parte de la riqueza de los ciudadanos y las empresas para mantener la burbuja inflada y para seguir financiando sus lujos y privilegios.
Pronto veremos si los políticos dan la talla y hacen lo que tienen que hacer, librando a la sociedad de muchos impuestos y parásitos. Son ellos los que han hinchado el Estado hasta convertirlo en un refugio de subvencionados, enchufados y cientos de miles de inútiles que convierten la burocracia y la Administración en algo absurso e insostenible.
Es probable que mueran enfundados en la mentira y dudo que nos digan algún día la verdad, que el empobrecimiento seguirá avanzando, que nos esperan largos años de un nuevo reajuste, quizás décadas, que el futuro tendrá que ser muy diferente a lo que hemos dejado atrás, sin esos grandes derroches de los gobiernos y de las personas, que el esfuerzo y la eficiencia serán la base ineludible de la riqueza futura, basada en la realidad y no en la ficción, que la sociedad no puede ser gobernada por corruptos y por gente sin formación ni valores, y que los gobiernos, para dar paso a la regeneración, tendrán que devolver a los ciudadanos el protagonismo que les han arrebatado y aprender gobernar con humildad y bajo control cívico, renunciando a la opresora política de confiscación de la riqueza ajena a través de impuestos injustificados e injustos.
Veremos si se atreven a lanzar los mensajes realistas que la sociedad necesita, aunque dudo que lo hagan por el enfermizo miedo que padecen a perder popularidad y votos. Sin embargo, tarde o temprano tendrán que decir que transcurrirán muchos más años hasta recuperar una normalidad que, con toda seguridad, será la de un mundo muy diferente al que acabamos de dejar atrás, que se acabaron los despilfarros, que no hay riqueza sin esfuerzo, ni progreso sin preparación, que no puede construirse el mundo lejos de la ética y la decencia.
Si ellos, los políticos, se niegan a incorporar la verdad y la decencia al liderazgo, sólo conseguirán que el drama sea más profundo y doloroso, pero no podrán evitar lo que tiene que venir. Con la mentira presidiendo sus gobiernos y con una estrategia centrada en ganar votos y poder "como sea", sólo lograrán arruinar todavía más nuestras vidas.
El mejor ejemplo de que la mentira y la trampa han infectado la política y el liderazgo está en que nuestros políticos empiezan a reconocer ahora que el empobrecimiento, empezó hace ya muchos años y que algunos informes de expertos vaticinaban la tragedia que hoy nos acongoja, pero ellos decidieron tapar la tormenta mientras pudieron, sin saber siquiera que la mentira, tarde o temprano, termina siendo vencida por la verdad.
No saben qué hacer. Ante la nueva crisis económica que asola la sociedad mundial, están más desorientados y confusos que los pueblos que gobiernan. Las recetas que aplican, a pesar de ser las más potentes de la Historia y tan costosas que endeudarán a sus países durante décadas, no funcionan. Pero, en lugar de reconocer que tampoco saben solucionar este problema, mienten y engañan a unos ciudadanos cada día más empobrecidos, a los que prometen que pronto saldrán de la depresión.
Winston Churchill, cuando todo parecía perdido para Inglaterra en su lucha solitaria contra la poderosa Alemania de Hitler, habló claro a sus conciudadanos y les dijo … “sólo puedo ofreceros sangre sudor y lágrimas… pero ganaremos". Si nuestros políticos de hoy emplearan la verdad, como hizo Churchill, para afrontar la crisis, los ciudadanos podrían valorar su honradez, pero, al refugiarse en el engaño, ni siquiera merecen respeto.
Al igual que en aquel terrible año 1941, cuando las armas del totalitarismo nazi parecían invencibles, hoy también perece invencible esa crisis económica mundial que fabrica desempleados a ritmo de vértigo y que inunda el mundo con pobreza y angustia. Pero entonces existió un liderazgo honrado y veraz que recurrió a la verdad y al esfuerzo para vencer al drama, mientras que hoy, nuestros políticos, desconocedores del esfuerzo y enfermizamente aficionados al privilegio, solo saben recurrir al engaño y a las falsas promesas.
Son tan cobardes e ineptos que se niegan a reconocer en público que el mundo que han construido durante décadas, basado en el consumo masivo, ha fracasado y nunca podrá retornar.
La cruda realidad es la siguiente; para reactivar la economía se necesita consumir, pero para consumir se necesita dinero en cantidad; dinero que las masas, empobrecidas, ya no tienen. Tampoco existe dinero para créditos Ni siquiera hay confianza para que unos bancos presten a otros bancos. La confianza, clave del sistema económico y también del político, se está derrumbando y nadie consigue reconstruir el edificio. Para los ciudadanos, los políticos empiezan a ser todavía menos fiables que los banqueros, lo que cierra el círculo de la desgracia y sitúa al mundo al borde del precipicio.
Incapaces de reconocer que libran una guerra contra un enemigo invisible e invencible llamado "desconfianza", los políticos no saben que hacer, ni se atreven a aplicar la única receta que han aprendido a usar en las ultimas décadas: cobrar impuestos y requisar parte de la riqueza de los ciudadanos y las empresas para mantener la burbuja inflada y para seguir financiando sus lujos y privilegios.
Pronto veremos si los políticos dan la talla y hacen lo que tienen que hacer, librando a la sociedad de muchos impuestos y parásitos. Son ellos los que han hinchado el Estado hasta convertirlo en un refugio de subvencionados, enchufados y cientos de miles de inútiles que convierten la burocracia y la Administración en algo absurso e insostenible.
Es probable que mueran enfundados en la mentira y dudo que nos digan algún día la verdad, que el empobrecimiento seguirá avanzando, que nos esperan largos años de un nuevo reajuste, quizás décadas, que el futuro tendrá que ser muy diferente a lo que hemos dejado atrás, sin esos grandes derroches de los gobiernos y de las personas, que el esfuerzo y la eficiencia serán la base ineludible de la riqueza futura, basada en la realidad y no en la ficción, que la sociedad no puede ser gobernada por corruptos y por gente sin formación ni valores, y que los gobiernos, para dar paso a la regeneración, tendrán que devolver a los ciudadanos el protagonismo que les han arrebatado y aprender gobernar con humildad y bajo control cívico, renunciando a la opresora política de confiscación de la riqueza ajena a través de impuestos injustificados e injustos.
Veremos si se atreven a lanzar los mensajes realistas que la sociedad necesita, aunque dudo que lo hagan por el enfermizo miedo que padecen a perder popularidad y votos. Sin embargo, tarde o temprano tendrán que decir que transcurrirán muchos más años hasta recuperar una normalidad que, con toda seguridad, será la de un mundo muy diferente al que acabamos de dejar atrás, que se acabaron los despilfarros, que no hay riqueza sin esfuerzo, ni progreso sin preparación, que no puede construirse el mundo lejos de la ética y la decencia.
Si ellos, los políticos, se niegan a incorporar la verdad y la decencia al liderazgo, sólo conseguirán que el drama sea más profundo y doloroso, pero no podrán evitar lo que tiene que venir. Con la mentira presidiendo sus gobiernos y con una estrategia centrada en ganar votos y poder "como sea", sólo lograrán arruinar todavía más nuestras vidas.
El mejor ejemplo de que la mentira y la trampa han infectado la política y el liderazgo está en que nuestros políticos empiezan a reconocer ahora que el empobrecimiento, empezó hace ya muchos años y que algunos informes de expertos vaticinaban la tragedia que hoy nos acongoja, pero ellos decidieron tapar la tormenta mientras pudieron, sin saber siquiera que la mentira, tarde o temprano, termina siendo vencida por la verdad.
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