La depresión está acelerando cambios profundos que afectarán a todos los ámbitos económicos, incluyendo a los grandes periódicos, hoy en crisis y agonizando por falta de ingresos publicitarios. En los tiempos que ya despuntan, en los que la información tiende a ser libre y gratuita, los actuales grandes periódicos tendrán que transformarse para sobrevivir. Sin poder contar con la publicidad para financiarse, a las grandes editoras de diarios sólo le quedan dos caminos: el primero, digno, consiste en transformarse en instituciones sin ánimo de lucro y funcionar como las actuales fundaciones culturales, los centros de estudios o los think tanks americanos, financiados por filántropos, grandes empresas y por la actividad que generan; el segundo camino, vergonzoso, consiste en someterse al poder e integrarse en los aparatos políticos de dominio, actuando en el futuro como plataformas de manipulación y como sucias "policías del pensamiento".
Los tiempos actuales ya anticipan ese futuro, más cercano de lo que los grandes editores creen. En Estados Unidos, país que funciona siempre como laboratorio mundial que anticipa corrientes y tendencias, todos los periódicos, sin excepción, están en crisis, cerrando corresponsalías y oficinas, reduciendo las tiradas y las páginas y despidiendo masivamente a periodistas y empleados. En algunos casos sonados, como Us News & World Report, Christian Science Monitor y Detroit Free Press, hasta han cerrado sus ediciones de papel y se han trasladado a Internet.
La ruina del actual modelo de prensa escrita se veía venir y era objeto de debate desde hace mucho tiempo. Pero la crisis económica ha acelerado el proceso al reducir de manera drástica la publicidad y hundir las cuentas de resultados de los medios. El New York Sun y el Baltimore Examiner se han despedido de sus lectores para siempre, pero la crisis afecta también a gigantes como The New York Times, Wall Street Journal, Time y Newsweek, mientras que la agencia Associated Press y la mayoría de las cadenas de televisión reducen costes cada mes y reducen sus plantillas sin contemplaciones.
Mientras que en Europa, muchos medios se han echado vergonzosamente en brazos de un poder político bastante corrupto y poco democrático, que garantiza publicidad y otras ventajas a los medios a cambio de silencio y apoyo, en un país como Estados Unidos, más demócrata y defensor de las libertades individuales que las democracias europeas, cada día más degradadas, la opción de entregarse al poder político ni siquiera es imaginable. En consecuencia, todos buscan desesperadamente fórmulas para sobrevivir en el mercado libre, lo que, a la larga, les situará en posiciones de ventaja para afrontar el futuro.
La revista Time, la primera de Estados Unidos, no para de realizar reajustes y de despedir personal, pero no puede resistir más y ha decidido cambiar su negocio, La solución, elaborada por Walter Isaacson, ex director de la revista y presidente de la CNN, consiste en refugiarse en Internet solicitando micropagos a sus lectores (10 céntimos al día o dos dólares al mes), para poder gozar de información "on line" en exclusiva. Es una fórmula que sigue el camino abierto por "iTunes", que ha conseguido montar un gran negocio facilitando a sus suscriptores, a cambio de pagos pequeños, que puedan bajarse canciones de la red con garantías.
La fórmula elegido por Newsweek, propiedad del Washington Post, es menos original, pero igualmente drástica. Ha decidido convertirse en una revista de élite y ha renunciado a un millón de sus lectores, conservando sólo a los más jóvenes, cultos y ricos, confiando en que un targget así atraiga a la publicidad de calidad. La nueva Newsweek se parecerá más a un blog especializado, de amplio contenido cultural y exclusivo, que a lo que era hasta hoy, un gran contenedor de noticias y artículos.
Pero, a pesar de los esfuerzos, creemos que esas transformaciones para la supervivencia no tendrán éxito y que el único camino viable para los grandes diarios es transformarse en grandes fundaciones sin ánimo de lucro y con diversas actividades combinadas, algunas tradicionales, como las publicaciones, pero con fuerte presencia en Internet, y otras de nuevo cuño como el lobby y la creación de centros de estudios y análisis con capacidad para transformar la información en conocimiento y para influir masivamente en la opinión pública, en competencia con los gobiernos y los partidos políticos.
Esos futuros conglomerados editoriales sin ánimo de lucro tendrán poder para influir en la agenda de los pueblos y capacidad para prescribir, crear empresas de éxito, lanzar campañas, promocionar a personas y proyectos y hasta apadrinar partidos políticos.
Los tiempos actuales ya anticipan ese futuro, más cercano de lo que los grandes editores creen. En Estados Unidos, país que funciona siempre como laboratorio mundial que anticipa corrientes y tendencias, todos los periódicos, sin excepción, están en crisis, cerrando corresponsalías y oficinas, reduciendo las tiradas y las páginas y despidiendo masivamente a periodistas y empleados. En algunos casos sonados, como Us News & World Report, Christian Science Monitor y Detroit Free Press, hasta han cerrado sus ediciones de papel y se han trasladado a Internet.
La ruina del actual modelo de prensa escrita se veía venir y era objeto de debate desde hace mucho tiempo. Pero la crisis económica ha acelerado el proceso al reducir de manera drástica la publicidad y hundir las cuentas de resultados de los medios. El New York Sun y el Baltimore Examiner se han despedido de sus lectores para siempre, pero la crisis afecta también a gigantes como The New York Times, Wall Street Journal, Time y Newsweek, mientras que la agencia Associated Press y la mayoría de las cadenas de televisión reducen costes cada mes y reducen sus plantillas sin contemplaciones.
Mientras que en Europa, muchos medios se han echado vergonzosamente en brazos de un poder político bastante corrupto y poco democrático, que garantiza publicidad y otras ventajas a los medios a cambio de silencio y apoyo, en un país como Estados Unidos, más demócrata y defensor de las libertades individuales que las democracias europeas, cada día más degradadas, la opción de entregarse al poder político ni siquiera es imaginable. En consecuencia, todos buscan desesperadamente fórmulas para sobrevivir en el mercado libre, lo que, a la larga, les situará en posiciones de ventaja para afrontar el futuro.
La revista Time, la primera de Estados Unidos, no para de realizar reajustes y de despedir personal, pero no puede resistir más y ha decidido cambiar su negocio, La solución, elaborada por Walter Isaacson, ex director de la revista y presidente de la CNN, consiste en refugiarse en Internet solicitando micropagos a sus lectores (10 céntimos al día o dos dólares al mes), para poder gozar de información "on line" en exclusiva. Es una fórmula que sigue el camino abierto por "iTunes", que ha conseguido montar un gran negocio facilitando a sus suscriptores, a cambio de pagos pequeños, que puedan bajarse canciones de la red con garantías.
La fórmula elegido por Newsweek, propiedad del Washington Post, es menos original, pero igualmente drástica. Ha decidido convertirse en una revista de élite y ha renunciado a un millón de sus lectores, conservando sólo a los más jóvenes, cultos y ricos, confiando en que un targget así atraiga a la publicidad de calidad. La nueva Newsweek se parecerá más a un blog especializado, de amplio contenido cultural y exclusivo, que a lo que era hasta hoy, un gran contenedor de noticias y artículos.
Pero, a pesar de los esfuerzos, creemos que esas transformaciones para la supervivencia no tendrán éxito y que el único camino viable para los grandes diarios es transformarse en grandes fundaciones sin ánimo de lucro y con diversas actividades combinadas, algunas tradicionales, como las publicaciones, pero con fuerte presencia en Internet, y otras de nuevo cuño como el lobby y la creación de centros de estudios y análisis con capacidad para transformar la información en conocimiento y para influir masivamente en la opinión pública, en competencia con los gobiernos y los partidos políticos.
Esos futuros conglomerados editoriales sin ánimo de lucro tendrán poder para influir en la agenda de los pueblos y capacidad para prescribir, crear empresas de éxito, lanzar campañas, promocionar a personas y proyectos y hasta apadrinar partidos políticos.
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