Los parásitos de la naturaleza y los políticos son tan semejantes que el perecido sorprende y sobrecoge. Pueden devorar con aterradora facilidad a sus hospedadores e incluso controlar su conducta, como el siniestro Sacculina carcini, que se establece en un desafortunado cangrejo y devora todo menos aquello que su anfitrión necesita para llevarse comida a la boca, que será consumida por él. Del mismo modo, los malos políticos, que son los que abundan, parasitan la sociedad, controlan su conducta, la devoran hasta dejarla sin voluntad ni defensas, pero la mantienen viva para que se paguen impuestos y ellos puedan mantener sus lujos, su poder y su estatus inmerecido de príncipes millonarios y rodeados de brillo.
Los parásitos son, junto con el ser humano, las formas de vida más evolucionadas y exitosas de la naturaleza y uno de los más poderosos motores de la historia. Pueden hasta controlar el pensamiento y la voluntad, como hace la criatura unicelular Toxoplasma gondii, que puede invadir el cerebro humano e influir en su conducta para asegurarse su supervivencia.
Pero ninguna criatura de la Tierra supera al político como parásito evolucionado, capaz de vivir a cuerpo de rey a costa de las criaturas de la sociedad, a las que domina, exprime, arruina y subyuga, siempre para que ellos puedan vivir a cuerpo de rey, brillando como héroes en la sociedad humana, disfrutando incluso de un prestigio que no merecen ni por asomo porque, con su labor parasitaria, arruinan tanto a los seres humanos como a la misma sociedad.
En algunos países, entre ellos España, el político se vuelve estúpido como parásito porque está aniquilando y explotando sin prudencia a sus "subditos" y provocando rebeldía y rechazo en los huéspedes, cosa que nunca hacen los parásitos evolucionados, que devoran y exprimen a sus víctimas, pero jamás los aniquilan ni provocan que se defiendan.
Los políticos nos parasitan cuando nos cobran impuestos desproporcionados, muchos más de los necesarios, que ellos emplean no tanto para sufragar los servicios básicos como para crear instituciones y empresas inútiles, donde colocan a sus amigos y familiares, y para costear con ese dinero sus lujos y caprichos. Los parásitos políticos se han apoderado de todos los resortes del poder, desde los ejércitos a la policía, los jueces, los medios de comunicación y el dinero público, un recurso que prácticamente es inagotable porque si necesitan más les basta meter la mano en el bolsillo del desgraciado ciudadano parasitado y quitárselo.
Los parásitos políticos hasta han conseguido aprender de la naturaleza el gran truco de que millones de sus huéspedes esquilmados y empobrecidos les voten y sancionen en las urnas su comportamiento depredador, explotador y esquilmador.
El parasitismo político es uno de los peores males del planeta, peor que la contaminación del medio ambiente porque puede destruir la raza humana más eficazmente que el calentamiento global o los plásticos. El político es un ser despreciable y depredador que nunca soluciona los problemas, a pesar de que se le paga para eso. Es también un traidor porque fue concebido, en un principio, como un recurso humano para que las sociedades y los individuos vivieran mejor y disfrutando de concordia, justicia y paz.
Imaginar un mundo sin políticos depredadores y sin soportar con impotencia sus injusticias, abusos y arbitrariedades es el sueño más atractivo y fascinante posible para el ser humano. La sociedad que surgiría tras la erradicación del político seria parecida al paraiso. Parece una quimera, pero erradicar a los parásitos malignos está alcance de la mano. Basta sustituirlos por ciudadanos decentes y de probada ética, dispuestos a servir en lugar de servirse del ciudadano y eliminar esos partidos políticos actuales, convertidos en escuelas de parasitismo y de depredadores, que sólo viven de atiborrarse de privilegios y poder, mientras succionan la felicidad, la vida, el bienestar y la esperanza.
Los políticos, se mire como se mire, son el gran fracaso de la Humanidad.
Francisco Rubiales
Los parásitos son, junto con el ser humano, las formas de vida más evolucionadas y exitosas de la naturaleza y uno de los más poderosos motores de la historia. Pueden hasta controlar el pensamiento y la voluntad, como hace la criatura unicelular Toxoplasma gondii, que puede invadir el cerebro humano e influir en su conducta para asegurarse su supervivencia.
Pero ninguna criatura de la Tierra supera al político como parásito evolucionado, capaz de vivir a cuerpo de rey a costa de las criaturas de la sociedad, a las que domina, exprime, arruina y subyuga, siempre para que ellos puedan vivir a cuerpo de rey, brillando como héroes en la sociedad humana, disfrutando incluso de un prestigio que no merecen ni por asomo porque, con su labor parasitaria, arruinan tanto a los seres humanos como a la misma sociedad.
En algunos países, entre ellos España, el político se vuelve estúpido como parásito porque está aniquilando y explotando sin prudencia a sus "subditos" y provocando rebeldía y rechazo en los huéspedes, cosa que nunca hacen los parásitos evolucionados, que devoran y exprimen a sus víctimas, pero jamás los aniquilan ni provocan que se defiendan.
Los políticos nos parasitan cuando nos cobran impuestos desproporcionados, muchos más de los necesarios, que ellos emplean no tanto para sufragar los servicios básicos como para crear instituciones y empresas inútiles, donde colocan a sus amigos y familiares, y para costear con ese dinero sus lujos y caprichos. Los parásitos políticos se han apoderado de todos los resortes del poder, desde los ejércitos a la policía, los jueces, los medios de comunicación y el dinero público, un recurso que prácticamente es inagotable porque si necesitan más les basta meter la mano en el bolsillo del desgraciado ciudadano parasitado y quitárselo.
Los parásitos políticos hasta han conseguido aprender de la naturaleza el gran truco de que millones de sus huéspedes esquilmados y empobrecidos les voten y sancionen en las urnas su comportamiento depredador, explotador y esquilmador.
El parasitismo político es uno de los peores males del planeta, peor que la contaminación del medio ambiente porque puede destruir la raza humana más eficazmente que el calentamiento global o los plásticos. El político es un ser despreciable y depredador que nunca soluciona los problemas, a pesar de que se le paga para eso. Es también un traidor porque fue concebido, en un principio, como un recurso humano para que las sociedades y los individuos vivieran mejor y disfrutando de concordia, justicia y paz.
Imaginar un mundo sin políticos depredadores y sin soportar con impotencia sus injusticias, abusos y arbitrariedades es el sueño más atractivo y fascinante posible para el ser humano. La sociedad que surgiría tras la erradicación del político seria parecida al paraiso. Parece una quimera, pero erradicar a los parásitos malignos está alcance de la mano. Basta sustituirlos por ciudadanos decentes y de probada ética, dispuestos a servir en lugar de servirse del ciudadano y eliminar esos partidos políticos actuales, convertidos en escuelas de parasitismo y de depredadores, que sólo viven de atiborrarse de privilegios y poder, mientras succionan la felicidad, la vida, el bienestar y la esperanza.
Los políticos, se mire como se mire, son el gran fracaso de la Humanidad.
Francisco Rubiales