La violencia contra VOX en Cataluña refleja la podredumbre de la sociedad y el auge de los terroristas nazis y bolcheviques
En Cataluña hay nazis hasta en la sopa y, como ocurría en la Alemania de los años treinta del siglo XX, se trata de una marea de enfermos mentales, adoctrinados desde el poder y víctimas de un cóctel letal y maligno que combina odio, violencia, totalitarismo y terrorismo, todo amparado por un gobierno corrupto y degenerado que es ajeno a la democracia y que ya no sabe distinguir entre el bien y el mal.
El nacionalismo extremo se ha adueñado de Cataluña y la está arruinando, política, económica y moralmente. La tierra catalana es hoy la más corrupta, violenta y llena de odio en España, lo que atrae a las mafias y a miles de delincuentes y espanta a la gente de bien, a las empresas y a los negocios.
Por ese camino y gobernada por esos políticos, Cataluña está cavando su tumba a diario y avanza, imparable, hacia el colapso, la ruina y el fracaso.
Pero en lugar de tomar conciencia de su caída en la basura y de corregir el rumbo emprendiendo la tarea de la regeneración, muchos catalanes reaccionan con un odio que recuerda el de los nazis y los bolcheviques, culpando a Madrid de sus males, influidos perniciosamente por su asquerosa clase dirígete.
Pero lo peor de la situación es que la violencia y la podredumbre, en lugar de retroceder, avanza y contamina a todos. Los socialistas catalanes, aunque lo disimulen, forman parte ya de la orgía de odio y decadencia, siguiendo el ejemplo de un Pedro Sánchez que ha conducido al PSOE hasta la indecencia, aliándose para gobernar España con los nazis, los comunistas y los violentos que adoran el terrorismo y la opresión.
La clase política catalana, aunque parezca luchar por la independencia, sólo lucha ya por situarse en el poder y por atiborrarse de sueldos altos y privilegios. La decadencia y la corrupción han dejado sin alma a media Cataluña, que se niega a ver la realidad de su muerte diaria, que está empujando a las empresas a que se fuguen ante la orgía de marginación, delincuencia y fracaso.
Basta darse un paseo por Barcelona y otras ciudades catalanas, sobre todo por algunos barrios, para percibir el hedor de lo podrido y de la violencia latente y a punto de desatarse. Los criminales y los canallas, tanto los que se refugian en los palacios de la política como en los tugurios de las calles, son cada día un poco más dueños de Cataluña.
La solución del drama no puede venir ya de la clase política, ni de aquella burguesía catalana emprendedora que ahora se ha llenado de odio y ha perdido el futuro, sino del pueblo simple, de una ciudadanía que se está dando cuenta de que los políticos les están arruinando el hábitat y la vida.
Ojalá estas elecciones sirvan para que avance la rebeldía popular contra la basura política que domina Cataluña y la entierra cada día más. Ojalá la personas logren liberarse el día en el que se abran las urnas, y propinen a los políticos, sean del color que sean, un puntapié memorable en sus cochinos traseros.
En ese momento, con los políticos corruptos humillados y arrojados del poder, los catalanes podrían recuperar la esperanza y emprender el largo y penoso camino hacia la regeneración y hacia un futuro decente.
Francisco Rubiales
El nacionalismo extremo se ha adueñado de Cataluña y la está arruinando, política, económica y moralmente. La tierra catalana es hoy la más corrupta, violenta y llena de odio en España, lo que atrae a las mafias y a miles de delincuentes y espanta a la gente de bien, a las empresas y a los negocios.
Por ese camino y gobernada por esos políticos, Cataluña está cavando su tumba a diario y avanza, imparable, hacia el colapso, la ruina y el fracaso.
Pero en lugar de tomar conciencia de su caída en la basura y de corregir el rumbo emprendiendo la tarea de la regeneración, muchos catalanes reaccionan con un odio que recuerda el de los nazis y los bolcheviques, culpando a Madrid de sus males, influidos perniciosamente por su asquerosa clase dirígete.
Pero lo peor de la situación es que la violencia y la podredumbre, en lugar de retroceder, avanza y contamina a todos. Los socialistas catalanes, aunque lo disimulen, forman parte ya de la orgía de odio y decadencia, siguiendo el ejemplo de un Pedro Sánchez que ha conducido al PSOE hasta la indecencia, aliándose para gobernar España con los nazis, los comunistas y los violentos que adoran el terrorismo y la opresión.
La clase política catalana, aunque parezca luchar por la independencia, sólo lucha ya por situarse en el poder y por atiborrarse de sueldos altos y privilegios. La decadencia y la corrupción han dejado sin alma a media Cataluña, que se niega a ver la realidad de su muerte diaria, que está empujando a las empresas a que se fuguen ante la orgía de marginación, delincuencia y fracaso.
Basta darse un paseo por Barcelona y otras ciudades catalanas, sobre todo por algunos barrios, para percibir el hedor de lo podrido y de la violencia latente y a punto de desatarse. Los criminales y los canallas, tanto los que se refugian en los palacios de la política como en los tugurios de las calles, son cada día un poco más dueños de Cataluña.
La solución del drama no puede venir ya de la clase política, ni de aquella burguesía catalana emprendedora que ahora se ha llenado de odio y ha perdido el futuro, sino del pueblo simple, de una ciudadanía que se está dando cuenta de que los políticos les están arruinando el hábitat y la vida.
Ojalá estas elecciones sirvan para que avance la rebeldía popular contra la basura política que domina Cataluña y la entierra cada día más. Ojalá la personas logren liberarse el día en el que se abran las urnas, y propinen a los políticos, sean del color que sean, un puntapié memorable en sus cochinos traseros.
En ese momento, con los políticos corruptos humillados y arrojados del poder, los catalanes podrían recuperar la esperanza y emprender el largo y penoso camino hacia la regeneración y hacia un futuro decente.
Francisco Rubiales