El asesinato del joven Alexandros Grigoropulos, de 15 años, que resultó muerto el pasado sábado por el disparo de un policía, ha sido sólo el detonante pero no la causa de los disturbios que arrasan Grecia. La violencia desatada es toda una rebelión de los jóvenes contra el estilo falso y estafador de hacer política que está vigente en Grecia, en Europa y en buena parte de ese mundo actual que, sin merecerlo, se autodenomina "demócrata".
La sociedad griega, donde los jóvenes han asumido el papel de vanguardia, está cansada de los miserables salarios, de las pésimas condiciones laborales, de la corrupción y del cúmulo de abusos que perpetra la clase política, así como el sistema económico/finananciero en el que viven.
La brutalidad de la represión policial es sobrecogedora, pero no sirve ya para frenar la rebeldía y el deseo de mejorar de los jóvenes, mientras que las pérdidas causadas por la revuelta superan ya los 150 millones de euros, sin contar los efectos sobre la economía que tendrá la huelga general.
Al gobierno griego no le ha bastado con convertir al policía asesino en el chivo expiatorio de sus errores y carencias democráticas. Desesperados y sin horizonte, la juventud griega ha descubierto que el país necesita un profundo baño de ética y que sólo ellos pueden generarlo con la rebelión.
El líder de la oposición, el socialista George Papandreu, ha exigido la dimisión del gobierno del conservador Costas Karamanlis y la convocatoria de elecciones anticipadas, pero los rebeldes no se dejan engañar porque saben que un cambio de gobierno no soluciona nada, ya que Karamanlis y Papandreu son dos caras de las misma moneda política corrupta, ineficiente e inmoralmente atiborrada de privilegios. Los jóvenes griegos saben que lo que el país necesita es un profundo baño ético y el relevo de toda una clase política contaminada y putrefacta.
La misma situación que se vive en Grecia está latente en otros muchas sociedades de Europa, donde los jóvenes, los profesionales, los autónomos y otros sectores de la población se sienten víctimas de la clase gobernante y empujados hacia la marginalidad y la pobreza. El drama común en muchas sociedades es que los ciudadanos se sienten marginados de la política y aplastados por un sistema presuntamente democrático, injusto, dominado por castas de políticos profesionales ineptos, que están más cercanos al privilegio, a la ventaja, al despilfarro y a la trampa que al servicio de la ciudadanía.
Algunos pensadores ne cesan de advertir a los políticos europeos que están jugando con fuego y que, con sus arrogancia, privilegios, corrupciones y abusos, están llevando a la sociedad hasta el desencanto y la desesperación, una situación que, unida a los estragos de la crisis económica, hacen posibles y probables las revueltas ciudadanas en busca de la justicia, la decencia y la regeneración de la política y la convivencia.
La sociedad griega, donde los jóvenes han asumido el papel de vanguardia, está cansada de los miserables salarios, de las pésimas condiciones laborales, de la corrupción y del cúmulo de abusos que perpetra la clase política, así como el sistema económico/finananciero en el que viven.
La brutalidad de la represión policial es sobrecogedora, pero no sirve ya para frenar la rebeldía y el deseo de mejorar de los jóvenes, mientras que las pérdidas causadas por la revuelta superan ya los 150 millones de euros, sin contar los efectos sobre la economía que tendrá la huelga general.
Al gobierno griego no le ha bastado con convertir al policía asesino en el chivo expiatorio de sus errores y carencias democráticas. Desesperados y sin horizonte, la juventud griega ha descubierto que el país necesita un profundo baño de ética y que sólo ellos pueden generarlo con la rebelión.
El líder de la oposición, el socialista George Papandreu, ha exigido la dimisión del gobierno del conservador Costas Karamanlis y la convocatoria de elecciones anticipadas, pero los rebeldes no se dejan engañar porque saben que un cambio de gobierno no soluciona nada, ya que Karamanlis y Papandreu son dos caras de las misma moneda política corrupta, ineficiente e inmoralmente atiborrada de privilegios. Los jóvenes griegos saben que lo que el país necesita es un profundo baño ético y el relevo de toda una clase política contaminada y putrefacta.
La misma situación que se vive en Grecia está latente en otros muchas sociedades de Europa, donde los jóvenes, los profesionales, los autónomos y otros sectores de la población se sienten víctimas de la clase gobernante y empujados hacia la marginalidad y la pobreza. El drama común en muchas sociedades es que los ciudadanos se sienten marginados de la política y aplastados por un sistema presuntamente democrático, injusto, dominado por castas de políticos profesionales ineptos, que están más cercanos al privilegio, a la ventaja, al despilfarro y a la trampa que al servicio de la ciudadanía.
Algunos pensadores ne cesan de advertir a los políticos europeos que están jugando con fuego y que, con sus arrogancia, privilegios, corrupciones y abusos, están llevando a la sociedad hasta el desencanto y la desesperación, una situación que, unida a los estragos de la crisis económica, hacen posibles y probables las revueltas ciudadanas en busca de la justicia, la decencia y la regeneración de la política y la convivencia.
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