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Los indignados españoles preparan su "revolución" en silencio



Los "indignados" son el gran fenómeno de la política mundial de este inicio del siglo XXI. Pero los indignados no son únicamente los millones que se lanzan a las calles a protestar contra la injusticia y el mal gobierno, sino los cientos de millones de ciudadanos que están indignados en silencio, en sus hogares, acumulando desprecio y rechazo hacia una clase política que patrocina la corrupción, la injusticia, el abuso de poder y la arrogancia. En España, donde la protesta ya tomó las calles inutilmente encuadrada en el 15 M, los indignados y los que ansian democracia y justicia preparan su revolución en silencio, organizándose en grupos y asambleas, planeando una profunda venganza contra la "casta" cuando se abran las urnas. La indignación contra los gobiernos será la gran marca de la vida y de la convivencia en este siglo.
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Hay más indignados silenciosos, encerrados en sus hogares que en las calles de España. Por cada indignado que se manifiesta en las calles y plazas, hay más de mil que rumian en silencio su rechazo a un Estado que cada día es más injusto, gobernado por una casta de políticos a la que se le ha perdido el respeto y se la considera ilegítima. Para millones de españoles, el enemigo ya no tanto es terrorismo, un fenómeno despreciable, pero lejano, sino los políticos injustos, corruptos y arrogantes que les han conducido hasta el desempleo, la pobreza y la infelicidad.

Cuando los políticos indecentes no dimiten y los jueces no actúan contra los delincuentes, el pueblo toma el relevo y hace lo que puede, que no es demasiado, pero rechaza a los políticos, los castiga en las urnas y sueña con cambiar un sistema que ha perdido todo trazo de dignidad y decencia democrática. La distancia que separa al pueblo de los que se dicen sus representantes es ya inmensa. Para muchos españoles, los que se llaman "representantes" ya no les representan y no merecen el poder..

El fenómeno del rechazo a los políticos se extiende por todo el mundo y agudiza la sensación, cada día más real, de que el verdadero enemigo de los gobiernos no son, como en el pasado, otros gobiernos extranjeros, sino sus propios ciudadanos. En Estados Unidos, en Europa y en muchos otros países del mundo, los indignados crecen como la espuma, siempre bajo el denominador común del desprecio a la casta gobernante y a sus injusticias. Cada día hay manifestaciones en algún lugar del planeta: en Nueva York, Parós, Manchester, El Cairo, Moscú y decenas de ciudades.

En España, los indignados han optado por una estrategia diferente y, después de haber triunfado inútilmente en las calles y plazas, cuando estalló el fenómeno del 15M, ahora han decidido participar en las elecciones y cambiar el sistema "desde dentro". Son conscientes de que "el régimen", con su policía reforzada y bien entrenada y respaldado por periodistas mentirosos y por jueces sometidos, es inmune e invencible frente a la protesta cívica.

Centenares de asambleas, asociaciones y grupos de todo tipo,junto a miles de ciudadanos, se están incorporando a movimientos ciudadanos que se preparan para conquistar el poder con los votos, generando preocupación y miedo en los partidos que, desde la muerte de Franco, han monopolizado el poder y han conducido el país hacia la injusticia, la pobreza y el desprestigio. Millones de ciudadanos se disponen a votar en blanco, a votar nulo, a abstenerse o a apoyar con su voto a partidos emergentes que no han participado en el saqueo y hundimiento de España.

Los partidos políticos y sus políticos profesionales son cada día más conscientes del drama que padecen al ser rechazos por el pueblo al que gobiernan. Muchos de ellos se niegan a asumir la realidad y hablan de que ese rechazo es un efecto exclusivo de la crisis, pero ignoran que el fenómeno se debe, sobre todo, a que ellos han engañado a los ciudadanos, vendiéndoles una democracia falsa, que en realidad es una sucia dictadura de partidos.

En abierto enfrentamiento con quienes les esquilman con impuestos injustos, les endeudan, les humillan con sus privilegios desproporcionados e inmerecidos y les rebajan sueldos y pensiones para hacer frente a una crisis que ellos mismos han provocado, los ciudadanos están aprendiendo no solo a rechazar, sino también a odiar a los políticos que les gobiernan, un sentimiento nuevo que neutraliza el liderazgo, impide el avance de la sociedad, refleja el fin de una época y confirma la certeza de que el modelo político vigente ya no sirve.

La masa de indignados silenciosos es tan grande que la política tiene que darles una respuesta. Sin esa respuesta, las urnas se van a convertir en un potro donde se practique la venganza.

La respuesta a los indignados no puede provenir de los actuales partidos políticos, porque esos partidos, cargados de privilegios y alejados del ciudadano, son, precisamente, los grandes culpables del drama que vive el mundo y los directos causantes de la pobreza que avanza.

La única respuesta que los ciudadanos van a admitir es una refundación de la política y el nacimiento de un nuevo sistema donde la verdadera democracia quede instaurada, al mismo tiempo que se recuperan los grandes valores perdidos y los ciudadanos ejerzan como controladores y vigilantes del poder político.

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Lunes, 6 de Enero 2014
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