El caso de Honduras, donde la comunidad mundial ha aplaudido al que irrespeta la ley y condenado sin defensa a los que luchaban por mantener el respeto a la democracia y a la Constitución, está demostrando que la casta política gobernante en el mundo está perdiendo la vergüenza a ritmo de vértigo y que la mayoría de las democracias han alcanzado un grado de podredumbre ética tan elevado que sorprende a los ciudadanos e indigna a muchos observadores y analistas políticos de todo el mundo.
La reacción antidemocrática del establishment político y diplomático internacional ante la deposición del ex presidente de Honduras, José Manuel (Mel) Zelaya Rosales, parece irreal. Ningún demócrata consigue explicarse cómo se trata a Honduras con mayor rudeza que a Cuba, Irán o Corea del Norte. No se entiende tampoco por qué la OEA expulsa a Honduras de esa sociedad de naciones por defender la democracia , mientras invita a ingresar a la misma a una dictadura represora y manchada de sangre como Cuba. No es fácil para las personas decentes entender cómo la OEA, la ONU, y la Unión Europea se quedan impasibles y se niegan a condenar las amenazas de invasión armada que desde Venezuela y Nicaragua se lanzan contra Honduras, ni es admisible que se demonice el nuevo gobierno de Honduras mientras mantienen un cobarde y sucio silencio ante los crímenes que comete la dictadura china y los atentados contra los derechos humanos que se perpetran casi a diario en países como Cuba, Irán y Corea del Norte, por citar sólo a las más cruentas entre las numerosas dictaduras mundiales intocables.
La OEA, la ONU y España han sido rápidas y drásticas a la hora de condenar a los que llaman "golpistas", después de guardar un silencio cómplice cuando el gobierno de "Mel" Zelaya violaba reiteradamente la Constitución y sus leyes, desobedecía el mandato de varios jueces de distintas instancias, tanto de la Corte Suprema de Justicia como del Tribunal Supremo Electoral, violentando así el Estado de Derecho o cuando de manera pública admitió implícitamente que eran ciertas las denuncias que se hicieran en su momento de que él había ganado las elecciones presidenciales mediante fraude electoral.
La actitud de España es especialmente dolorosa para los demócratas hondureños, que no pueden entender cómo Zapatero se rasga las vestiduras, indignado por el trato que recibe el presidente tirano y violador de las leyes hondureñas, y castiga al pueblo que ha venido siendo víctima de este dictador, retirándole su amistad y sus programas de cooperación.
Para muchos demócratas del planeta, el comportamiento de los gobiernos llamados democráticos sin serlo es inexplicable, injusto y cobarde, duro con los débiles y blando y tolerante con los fuertes, influido más por los intereses que por los principios, sin reflejo alguno de ética o decencia.
La reacción antidemocrática del establishment político y diplomático internacional ante la deposición del ex presidente de Honduras, José Manuel (Mel) Zelaya Rosales, parece irreal. Ningún demócrata consigue explicarse cómo se trata a Honduras con mayor rudeza que a Cuba, Irán o Corea del Norte. No se entiende tampoco por qué la OEA expulsa a Honduras de esa sociedad de naciones por defender la democracia , mientras invita a ingresar a la misma a una dictadura represora y manchada de sangre como Cuba. No es fácil para las personas decentes entender cómo la OEA, la ONU, y la Unión Europea se quedan impasibles y se niegan a condenar las amenazas de invasión armada que desde Venezuela y Nicaragua se lanzan contra Honduras, ni es admisible que se demonice el nuevo gobierno de Honduras mientras mantienen un cobarde y sucio silencio ante los crímenes que comete la dictadura china y los atentados contra los derechos humanos que se perpetran casi a diario en países como Cuba, Irán y Corea del Norte, por citar sólo a las más cruentas entre las numerosas dictaduras mundiales intocables.
La OEA, la ONU y España han sido rápidas y drásticas a la hora de condenar a los que llaman "golpistas", después de guardar un silencio cómplice cuando el gobierno de "Mel" Zelaya violaba reiteradamente la Constitución y sus leyes, desobedecía el mandato de varios jueces de distintas instancias, tanto de la Corte Suprema de Justicia como del Tribunal Supremo Electoral, violentando así el Estado de Derecho o cuando de manera pública admitió implícitamente que eran ciertas las denuncias que se hicieran en su momento de que él había ganado las elecciones presidenciales mediante fraude electoral.
La actitud de España es especialmente dolorosa para los demócratas hondureños, que no pueden entender cómo Zapatero se rasga las vestiduras, indignado por el trato que recibe el presidente tirano y violador de las leyes hondureñas, y castiga al pueblo que ha venido siendo víctima de este dictador, retirándole su amistad y sus programas de cooperación.
Para muchos demócratas del planeta, el comportamiento de los gobiernos llamados democráticos sin serlo es inexplicable, injusto y cobarde, duro con los débiles y blando y tolerante con los fuertes, influido más por los intereses que por los principios, sin reflejo alguno de ética o decencia.