Dos mujeres, Rosa Díez y Esperanza Aguirre, capitanean la renovación de la podrida política española, una al frente de UPyD, un partido nuevo que se ha convertido en la gran esperanza de los demócratas por su valiente enfrentamiento a la degeneración y por su apuesta por una España igualitaria y justa, y otra inyectando orgullo e intentando remover el espíritu de una derecha española que necesita democratizarse, debatir, abandonar sus complejos y enfrentarse al socialismo con la cabeza alta y las ideas renovadas.
Los socialistas, por su parte, acaban de presentar en público un gobierno donde, por vez primera en la historia de España y de Europa, las mujeres son más que los hombres, toda una innovación.
El discurso de Rosa Díez en el debate de investidura de Zapatero fue, probablemente, la pieza más digna y democrática escuchada desde 1978 en esa cámara de diputados sometidos a sus partidos, incapaces de votar en conciencia y acostumbrados ya a renunciar a la libertad a cambio de los privilegios que les otorgan sus partidos.
Por su parte, Esperanza Aguirre, al asegurar que las ideas liberales de la derecha son más modernas y progresistas que las de la vetusta izquierda socialista, está agitando a la militancia popular y a toda la derecha española para que no se resigne a seguir siendo el grupo perdedor y acomplejado que lidera Mariano Rajoy.
El periodista Manuel Molares, en su blog "Crónicas Bárbaras" escribe un artículo en el que demuestra que son las supermujeres vascas las que con mayor entereza y eficacia se enfrentan a ETA y al nacionalismo radical. Ese artículo es un homenaje a la mujer vasca, cuyo valor y dignidad sobresale muy por encima de la mezquindad y cobardía de los políticos vascos de género masculino.
Las mujeres, también en política, comienzan a demostrar su superioridad sobre un varón que, lamentablemente, sólo puede exhibir un decepcionante balance de su protagonismo en política: han hundido el prestigio de la política, han perdido la capacidad de entusiasmar, se han hecho profesionales, han convertido a los partidos en monstruos de poder insaciable, han profanado la independencia de la Justicia, se han envuelto en corrupción y han sido ineficaces porque todos los grandes problemas de lasociedad siguen vivos, desde la desigualdad a la violencia, sin olvidar el hambre, la pobreza, la injusticia y la frustración.
Los socialistas, por su parte, acaban de presentar en público un gobierno donde, por vez primera en la historia de España y de Europa, las mujeres son más que los hombres, toda una innovación.
El discurso de Rosa Díez en el debate de investidura de Zapatero fue, probablemente, la pieza más digna y democrática escuchada desde 1978 en esa cámara de diputados sometidos a sus partidos, incapaces de votar en conciencia y acostumbrados ya a renunciar a la libertad a cambio de los privilegios que les otorgan sus partidos.
Por su parte, Esperanza Aguirre, al asegurar que las ideas liberales de la derecha son más modernas y progresistas que las de la vetusta izquierda socialista, está agitando a la militancia popular y a toda la derecha española para que no se resigne a seguir siendo el grupo perdedor y acomplejado que lidera Mariano Rajoy.
El periodista Manuel Molares, en su blog "Crónicas Bárbaras" escribe un artículo en el que demuestra que son las supermujeres vascas las que con mayor entereza y eficacia se enfrentan a ETA y al nacionalismo radical. Ese artículo es un homenaje a la mujer vasca, cuyo valor y dignidad sobresale muy por encima de la mezquindad y cobardía de los políticos vascos de género masculino.
Las mujeres, también en política, comienzan a demostrar su superioridad sobre un varón que, lamentablemente, sólo puede exhibir un decepcionante balance de su protagonismo en política: han hundido el prestigio de la política, han perdido la capacidad de entusiasmar, se han hecho profesionales, han convertido a los partidos en monstruos de poder insaciable, han profanado la independencia de la Justicia, se han envuelto en corrupción y han sido ineficaces porque todos los grandes problemas de lasociedad siguen vivos, desde la desigualdad a la violencia, sin olvidar el hambre, la pobreza, la injusticia y la frustración.