Los politólogos norteamericanos Steven Fish y Matthew Kroenig opinan que “los grandes enemigos de la democracia son los presidentes”.
Los dos profesores han hecho un sesudo estudio sobre la democracia en 158 sistemas parlamentarios y han llegado a la conclusión de que cuanto más fuerte e independiente sean los parlamentos, más fuerte es la democracia y que el mayor peligro de una democracia es contar con un presidente con demasiado poder.
Muchos estudiosos de la política y expertos se sorprendieron en el pasado mes de diciembre cuando Kenia, uno de los países más estables de África, tras un proceso electoral fraudulento, cayó en la guerra civil y en un imparable odio interétnico. Fish y Kroenig dieron con la clave: el Parlamento de Kenia era demasiado débil y a pesar de que la oposición tenía tantos escaños como el gobierno, todos miraban con envidia hacia el único despacho que tenía poder en el país: el del presidente.
Los parlamentos más poderosos del planeta son los de Alemania, Italia y Mongolia, este último fortalecido por la Constitución de 1992 ante el temor de que sus poderosos vecinos, China y Rusia, pudieran manipular a un presidente de la nación demasiado fuerte. En los puestos más bajos del ranking se encuentran los parlamentos de Myanmar (Birmania) y Somalia, auténticos juguetes en manos de la Presidencia y del partido dominante.
Los dos politólogos denuncian que los parlamentos tienden a perder fuerza en muchas democracias occidentales, sometidos al poder de los partidos políticos, cada vez mayor, donde cada día se vota más siguiendo disciplinas y consignas de partido que según la conciencia de los diputados o los intereses de los representados.
De ahí la dura sentencia: “En esta década, los grandes enemigos de la democracia son los presidentes”.
Fish y Kroenig creen que los países con parlamentos más fuertes son menos proclives a las guerras civiles y más capacitados para el crecimiento económico.
“El mejor consejo para una joven democracia es que no construyan jamás una Cámara de aire”, dice Fish, catedrático en Berkeley (California), cuyo criterio de que “un parlamento capaz de hacer frente al presidente del gobierno es la mejor garantía de la fortaleza de una democracia” ha tenido gran éxito y acogida en la comunidad internacional de politólogos.
En Voto en Blanco creemos que el sistema parlamentario español es uno de los que pierden poder y dignidad con más velocidad en todo el mundo occidental. Sometidos a la férrea disciplina de los partidos y dependiendo de las élites que gobiernan los partidos, no de los ciudadanos que les eligen, los parlamentarios españoles, nacionales y autonómicos, son poco más que marionetas que sólo hablan cuando sus jefes de filas les dan permiso, siendo impensable que voten según su conciencia o apoyando los intereses de sus representados. El parlamento español es una jaula elitista y alienada de sometidos bien pagados, que debaten y legislan no al servicio del pueblo, de la democracia o de la nación, sino de la partitocracia dominante.
Los dos profesores han hecho un sesudo estudio sobre la democracia en 158 sistemas parlamentarios y han llegado a la conclusión de que cuanto más fuerte e independiente sean los parlamentos, más fuerte es la democracia y que el mayor peligro de una democracia es contar con un presidente con demasiado poder.
Muchos estudiosos de la política y expertos se sorprendieron en el pasado mes de diciembre cuando Kenia, uno de los países más estables de África, tras un proceso electoral fraudulento, cayó en la guerra civil y en un imparable odio interétnico. Fish y Kroenig dieron con la clave: el Parlamento de Kenia era demasiado débil y a pesar de que la oposición tenía tantos escaños como el gobierno, todos miraban con envidia hacia el único despacho que tenía poder en el país: el del presidente.
Los parlamentos más poderosos del planeta son los de Alemania, Italia y Mongolia, este último fortalecido por la Constitución de 1992 ante el temor de que sus poderosos vecinos, China y Rusia, pudieran manipular a un presidente de la nación demasiado fuerte. En los puestos más bajos del ranking se encuentran los parlamentos de Myanmar (Birmania) y Somalia, auténticos juguetes en manos de la Presidencia y del partido dominante.
Los dos politólogos denuncian que los parlamentos tienden a perder fuerza en muchas democracias occidentales, sometidos al poder de los partidos políticos, cada vez mayor, donde cada día se vota más siguiendo disciplinas y consignas de partido que según la conciencia de los diputados o los intereses de los representados.
De ahí la dura sentencia: “En esta década, los grandes enemigos de la democracia son los presidentes”.
Fish y Kroenig creen que los países con parlamentos más fuertes son menos proclives a las guerras civiles y más capacitados para el crecimiento económico.
“El mejor consejo para una joven democracia es que no construyan jamás una Cámara de aire”, dice Fish, catedrático en Berkeley (California), cuyo criterio de que “un parlamento capaz de hacer frente al presidente del gobierno es la mejor garantía de la fortaleza de una democracia” ha tenido gran éxito y acogida en la comunidad internacional de politólogos.
En Voto en Blanco creemos que el sistema parlamentario español es uno de los que pierden poder y dignidad con más velocidad en todo el mundo occidental. Sometidos a la férrea disciplina de los partidos y dependiendo de las élites que gobiernan los partidos, no de los ciudadanos que les eligen, los parlamentarios españoles, nacionales y autonómicos, son poco más que marionetas que sólo hablan cuando sus jefes de filas les dan permiso, siendo impensable que voten según su conciencia o apoyando los intereses de sus representados. El parlamento español es una jaula elitista y alienada de sometidos bien pagados, que debaten y legislan no al servicio del pueblo, de la democracia o de la nación, sino de la partitocracia dominante.