Antes eran los italianos, pero ahora somos los españoles los que somos protagonistas de las burlas y de los chistes de cobardes en todo el mundo. Ante los abusos y humillaciones que el pueblo español está soportando de sus políticos, sin rebelarse, muchos afirman que el español es un tipo "con los huevos de adorno". Y tienen toda la razón porque es difícil encontrar en la historia moderna un pueblo tan manso y acobardado que sea capaz de soportar tanta ignominia y humillación de tan pocos políticos. Si los españoles de las actuales generaciones no conseguimos forzar a nuestros políticos, auténticos piojos humanos, a que adelgacen el Estado, extirpen la corrupción, recuperen lo que sus colegas y amigos han robado y eliminen la legión de ineptos y parásitos que tienen ocupado el Estado, haciéndolo incosteable, inviable, torpe, corrupto e indecente, pasaremos a la Historia como una triste y despreciable manada de cobardes.
Nadie se explica en el mundo de las personas dignas la pasividad bovina de millones de españoles que permiten que les arrebaten sus derechos, ni cómo los ciudadanos guardan silencio mientras ellos son cada día mas pobres y buena parte del dinero va a parar al bolsillo de los políticos ladrones y sus amigos. No es fácil entender cómo el pueblo español, que fue de ejemplar bravura y heroico en el pasado, ha podido caer tan bajo, perdiendo derechos, pagando los impuestos mas injustos y desproporcionados de toda Europa y permitiendo que los políticos, que ni siquiera han sido capaces de conservar la confianza y el respeto de sus ciudadanos, sigan sin castigar a los corruptos que saquearon las cajas de ahorro y robaron los ahorros ciudadanos con la estafa de las participaciones preferentes y subordinadas. En lugar de cumplir con ese deber de perseguir y castigar a los delincuentes, inherente al liderazgo democrático, quizás porque algunos de los principales ladrones militan en sus propios partidos, se atreven a empujar a la policía contra los que protestan, esgrimiendo la dignidad que dicen que "emana" de su condición de políticos "elegidos" en las urnas.
Ante ese festival de cobardía sometida, el mundo primero se ha sorprendido y después ha empezado a reírse y a burlarse de los cobardes españoles que se dejan arrebatar sus derechos y se esconden en lugar de impedir que ellos sean cada vez más pobres, mientras sus recursos van a parar a bolsillos de sinvergüenzas y canallas, sin que ese atentado supremo contra la decencia y la Justicia provoque la lógica e incontenible ira ciudadana que obligue a recular a sus verdugos.
Durante los tres años que viví en Roma como corresponsal de prensa, pude comprobar como los italianos admiraban el "coraje" español. Conocí a un padre italiano que había ingresado a sus hijos en el Liceo Cervantes de Roma "para que aprendieran a ser valientes". Estoy seguro de que no queda hoy un sólo padre en el mundo que sea capaz de dar a sus hijos una educación "a la española", ante el miedo de que se conviertan en despreciables ovejas sometidas al poder inicuo.
Nadie se explica en el mundo de las personas dignas la pasividad bovina de millones de españoles que permiten que les arrebaten sus derechos, ni cómo los ciudadanos guardan silencio mientras ellos son cada día mas pobres y buena parte del dinero va a parar al bolsillo de los políticos ladrones y sus amigos. No es fácil entender cómo el pueblo español, que fue de ejemplar bravura y heroico en el pasado, ha podido caer tan bajo, perdiendo derechos, pagando los impuestos mas injustos y desproporcionados de toda Europa y permitiendo que los políticos, que ni siquiera han sido capaces de conservar la confianza y el respeto de sus ciudadanos, sigan sin castigar a los corruptos que saquearon las cajas de ahorro y robaron los ahorros ciudadanos con la estafa de las participaciones preferentes y subordinadas. En lugar de cumplir con ese deber de perseguir y castigar a los delincuentes, inherente al liderazgo democrático, quizás porque algunos de los principales ladrones militan en sus propios partidos, se atreven a empujar a la policía contra los que protestan, esgrimiendo la dignidad que dicen que "emana" de su condición de políticos "elegidos" en las urnas.
Ante ese festival de cobardía sometida, el mundo primero se ha sorprendido y después ha empezado a reírse y a burlarse de los cobardes españoles que se dejan arrebatar sus derechos y se esconden en lugar de impedir que ellos sean cada vez más pobres, mientras sus recursos van a parar a bolsillos de sinvergüenzas y canallas, sin que ese atentado supremo contra la decencia y la Justicia provoque la lógica e incontenible ira ciudadana que obligue a recular a sus verdugos.
Durante los tres años que viví en Roma como corresponsal de prensa, pude comprobar como los italianos admiraban el "coraje" español. Conocí a un padre italiano que había ingresado a sus hijos en el Liceo Cervantes de Roma "para que aprendieran a ser valientes". Estoy seguro de que no queda hoy un sólo padre en el mundo que sea capaz de dar a sus hijos una educación "a la española", ante el miedo de que se conviertan en despreciables ovejas sometidas al poder inicuo.