Cuando desaparezca Pedro Sánchez, el gran odiado, el auge del PP se desmoronará instantáneamente porque es el rechazo y el odio de los españoles a Sánchez lo que está encumbrando al PP.
Es de torpes y ciegos no ver que la batalla en la España actual no es entre rojos y azules sino entre el sanchismo y la decencia. En Andalucía ha ganado la decencia, como también ganó en Galicia, Madrid y Castilla y León, donde la personalidad y el estilo de los ganadores eran muy diferentes. Para derrotar a Sánchez sirven todos los que sean sus adversarios, ya sea Feijóo, Mañueco, Ayuso o Juanma Moreno.
El PP, en lugar de convertir el estilo Juanma en política general, debería concluir que la clave para obtener la victoria es plantarle cara al depredador Sánchez, que es el político español más odiado por las masas desde la Guerra Civil.
Juanma no se parece en nada a Ayuso y a Mañueco y sin embargo los tres han ganado sus respectivas elecciones. La clave y el denominador común es que Pedro Sánchez es ya un perdedor seguro, al que la mayoría de los ciudadanos culpan de la pobreza creciente, de la injusticia, la corrupción, el abuso, los precios de la energía, la inflación y todos los males del presente.
Al votar contra Sánchez, los andaluces han votado contra la tiranía, los impuestos altos, el despilfarro, las malas compañías del gobierno y la pobreza que viene.
En la España del presente, basta alzar la bandera del antisanchismo para ganar unas elecciones.
Esta verdad, amarga para el PSOE y la izquierda en general, ya la asumen miles de dirigentes socialistas, que temen que por culpa de Sánchez van a perder sus feudos y poderes. Los barones que presiden comunidades autónomas socialistas como Castilla La Mancha, Valencia, Aragón, Extremadura y otras, tienen ya el miedo en el cuerpo porque saben que Sánchez les está arrebatando apoyos y votos de manera masiva.
El sanchismo ha muerto, pero los últimos en darse cuenta de esa muerte serán el propio Sánchez y la corte de pelotas, aduladores, parásitos y amigos de conveniencia que le acompañan en el festival del poder y el reparto del botín.
Francisco Rubiales
Es de torpes y ciegos no ver que la batalla en la España actual no es entre rojos y azules sino entre el sanchismo y la decencia. En Andalucía ha ganado la decencia, como también ganó en Galicia, Madrid y Castilla y León, donde la personalidad y el estilo de los ganadores eran muy diferentes. Para derrotar a Sánchez sirven todos los que sean sus adversarios, ya sea Feijóo, Mañueco, Ayuso o Juanma Moreno.
El PP, en lugar de convertir el estilo Juanma en política general, debería concluir que la clave para obtener la victoria es plantarle cara al depredador Sánchez, que es el político español más odiado por las masas desde la Guerra Civil.
Juanma no se parece en nada a Ayuso y a Mañueco y sin embargo los tres han ganado sus respectivas elecciones. La clave y el denominador común es que Pedro Sánchez es ya un perdedor seguro, al que la mayoría de los ciudadanos culpan de la pobreza creciente, de la injusticia, la corrupción, el abuso, los precios de la energía, la inflación y todos los males del presente.
Al votar contra Sánchez, los andaluces han votado contra la tiranía, los impuestos altos, el despilfarro, las malas compañías del gobierno y la pobreza que viene.
En la España del presente, basta alzar la bandera del antisanchismo para ganar unas elecciones.
Esta verdad, amarga para el PSOE y la izquierda en general, ya la asumen miles de dirigentes socialistas, que temen que por culpa de Sánchez van a perder sus feudos y poderes. Los barones que presiden comunidades autónomas socialistas como Castilla La Mancha, Valencia, Aragón, Extremadura y otras, tienen ya el miedo en el cuerpo porque saben que Sánchez les está arrebatando apoyos y votos de manera masiva.
El sanchismo ha muerto, pero los últimos en darse cuenta de esa muerte serán el propio Sánchez y la corte de pelotas, aduladores, parásitos y amigos de conveniencia que le acompañan en el festival del poder y el reparto del botín.
Francisco Rubiales