El mayor drama de la democracia española no es la corrupción, ni siquiera el mal gobierno, sino la partitocracia, un estigma que condiciona la democracia, alimenta la indecencia y obliga a los ciudadanos a elegir a sus líderes en las cloacas.
O gobierna el PSOE o lo hace el PP. Zapatero o Rajoy; no hay alternativa. Los ciudadanos españoles no pueden elegir entre los mejores, sino entre los dirigentes que previamente han elegido los grandes partidos, organizaciones nada ejemplares, que no están preparadas para liderar una democracia y en cuyo seno, donde rigen el verticalismo, la omertá y la sumisión incondicional al lider, se forjan dirigentes autoritarios, alienados, nada democráticos y más obsesionados por el poder y los privilegios que por el servicio a los ciudadanos y la defensa del bien común.
El gran drama de España es que no tiene salida porque, al no tener una democracia sino una partitocracia como sistema, carece de defensas y está condenada a vivir bajo el dominio de sátrapas y gente sin escrúpulos. El ciudadano está más indefenso ante una democracia corrompida y trucada, como la española, que ante una tiranía, donde siempre es lícita la rebelión.
El país entero está secuestrado por la casta política, que ha traicionado la democracia y la ha convertido en una sucia oligocracia, controlada por dos partidos políticos que se alternan en el poder y que, ganen o pierdan, siempre viven dentro del privilegios y se nutren, de manera opípara, de los presupuestos del Estado.
España es un país sin ciudadanía y en el que los ciudadanos, que en democracia deben ser los "soberanos" del sistema, están marginados del proceso de toma de decisiones y ni siquiera pueden elegir libremente a sus representantes.
Los dos grandes partidos políticos españoles fueron creados para heredar el franquismo, agotado e inviable tras la muerte del dictador. Tanto el PSOE, que más que recoger la herencia del socialismo republicano que perdió la guerra civil se identificó con la socialdemocracia europea, una ideología que gobernaba en varios países, entre ellos la poderosa Alemania, como el PP, que heredó las tradiciones de la vieja derecha española y de la desaparecida Alianza Popular, nutrieron sus filas de antiguas franquistas y de los hijos de la Falange y del antiguo régimen, demostrando que la democracia era un ropaje y que lo importante era poder seguir mandando.
Ambas fueron organizaciones creadas para gestionar una democracia que apenas conocían y en la que no creían. Ninguno tenía apoyo popular, pero lo obtuvieron artificialmente, apoyados por la prensa, Estados Unidos y Alemania.
El único partido que realmente luchó contra el Franquismo, el Partido Comunista, tuvo que renunciar a su republicanismo y a sus métodos leninistas para poder participar de la inmensa tarta del poder. El socialismo, bajo Felipe González, también tuvo que renunciar, en aras del poder, al marxismo, su principal rasgo de identidad, al igual que hizo con la antes odiada OTAN, que abrazó con la fe del converso, sin otra causa que mantener el poder y los privilegios que ya embriagaban al PSOE.
Los ciudadanos fueron simples espectadores manipulados y engañados. Se les vendió una democracia cuando lo que se había creado era una sucia partitocracia. Se les exhibían ideologías por delante de sus narices, cuando la única ideología real era el poder y los privilegios. Los ciudadanos españoles, gente de buena fe, pero torpe e inocente, no sólo fueron engañados sino que prestaron un apoyo entusiasta que sorprendió al mundo entero, abriendo todas las puertas a los nuevos partidos y convirtiéndose en rehenes de aquella falsa democracia, trucada y contaminada por los mismos amos de siempre.
Ahora, treinta años después de aquel montaje al que llamaron "Transición Democrática"; cuando en realidad fue un simple relevo vistoso de los mandos y élites del régimen creado tras la guerra civil, está quedando al descubierto con todas sus vergüenzas, ya sin disfraces y con su capacidad de engañar mermada, demostrado a la ciudadanía que al frente del país no existe otra cosa que una "casta" que se reparte el poder y los privilegios, sin apenas ideología, sin suficiente inteligencia para gobernar y capaz de cometer casi todas las vilezas posibles contra la democracia: mentiras al pueblo, corrupción galopante, amiguismo, nepotismo, violaciones a la Constitución y ruptura vergonzante de casi todas las reglas básicas de la democracia, desde la separación de los tres grandes poderes a la independencia mediática, sin olvidar la desigualdad ante la ley y el asesinato de una sociedad civil que debería ser libre pero que ha sido invadida y ocupada, sin contemplaciones, por unos partidos políticos que acumulan un poder peligroso y que no se dejan controlar.
El resultado de todo ese montaje siniestro al que han llamado "democracia" es un país que ha perdido su prosperidad y su ilusión en pocos años, que ha sido tan mal gobernado que su retroceso, veloz y profundo, causa estupor en todo el mundo, que también ha perdido su prestigio internacional y que, con el triste protagonismo de las administraciones públicas, ha cultivado lacras y estigmas que lo convierten en el reino de las cloacas: corrupción, desigualdad, despilfarro, drogas, prostitución, fracaso escolar, blanqueo de dinero, endeudamiento masivo, desahucios generalizados, baja calidad en la enseñanza, alcoholismo, desempleo, pobreza y un largo etcétera que hace de España una inmensa piscina de lodo instalada en el sur de Europa.
O gobierna el PSOE o lo hace el PP. Zapatero o Rajoy; no hay alternativa. Los ciudadanos españoles no pueden elegir entre los mejores, sino entre los dirigentes que previamente han elegido los grandes partidos, organizaciones nada ejemplares, que no están preparadas para liderar una democracia y en cuyo seno, donde rigen el verticalismo, la omertá y la sumisión incondicional al lider, se forjan dirigentes autoritarios, alienados, nada democráticos y más obsesionados por el poder y los privilegios que por el servicio a los ciudadanos y la defensa del bien común.
El gran drama de España es que no tiene salida porque, al no tener una democracia sino una partitocracia como sistema, carece de defensas y está condenada a vivir bajo el dominio de sátrapas y gente sin escrúpulos. El ciudadano está más indefenso ante una democracia corrompida y trucada, como la española, que ante una tiranía, donde siempre es lícita la rebelión.
El país entero está secuestrado por la casta política, que ha traicionado la democracia y la ha convertido en una sucia oligocracia, controlada por dos partidos políticos que se alternan en el poder y que, ganen o pierdan, siempre viven dentro del privilegios y se nutren, de manera opípara, de los presupuestos del Estado.
España es un país sin ciudadanía y en el que los ciudadanos, que en democracia deben ser los "soberanos" del sistema, están marginados del proceso de toma de decisiones y ni siquiera pueden elegir libremente a sus representantes.
Los dos grandes partidos políticos españoles fueron creados para heredar el franquismo, agotado e inviable tras la muerte del dictador. Tanto el PSOE, que más que recoger la herencia del socialismo republicano que perdió la guerra civil se identificó con la socialdemocracia europea, una ideología que gobernaba en varios países, entre ellos la poderosa Alemania, como el PP, que heredó las tradiciones de la vieja derecha española y de la desaparecida Alianza Popular, nutrieron sus filas de antiguas franquistas y de los hijos de la Falange y del antiguo régimen, demostrando que la democracia era un ropaje y que lo importante era poder seguir mandando.
Ambas fueron organizaciones creadas para gestionar una democracia que apenas conocían y en la que no creían. Ninguno tenía apoyo popular, pero lo obtuvieron artificialmente, apoyados por la prensa, Estados Unidos y Alemania.
El único partido que realmente luchó contra el Franquismo, el Partido Comunista, tuvo que renunciar a su republicanismo y a sus métodos leninistas para poder participar de la inmensa tarta del poder. El socialismo, bajo Felipe González, también tuvo que renunciar, en aras del poder, al marxismo, su principal rasgo de identidad, al igual que hizo con la antes odiada OTAN, que abrazó con la fe del converso, sin otra causa que mantener el poder y los privilegios que ya embriagaban al PSOE.
Los ciudadanos fueron simples espectadores manipulados y engañados. Se les vendió una democracia cuando lo que se había creado era una sucia partitocracia. Se les exhibían ideologías por delante de sus narices, cuando la única ideología real era el poder y los privilegios. Los ciudadanos españoles, gente de buena fe, pero torpe e inocente, no sólo fueron engañados sino que prestaron un apoyo entusiasta que sorprendió al mundo entero, abriendo todas las puertas a los nuevos partidos y convirtiéndose en rehenes de aquella falsa democracia, trucada y contaminada por los mismos amos de siempre.
Ahora, treinta años después de aquel montaje al que llamaron "Transición Democrática"; cuando en realidad fue un simple relevo vistoso de los mandos y élites del régimen creado tras la guerra civil, está quedando al descubierto con todas sus vergüenzas, ya sin disfraces y con su capacidad de engañar mermada, demostrado a la ciudadanía que al frente del país no existe otra cosa que una "casta" que se reparte el poder y los privilegios, sin apenas ideología, sin suficiente inteligencia para gobernar y capaz de cometer casi todas las vilezas posibles contra la democracia: mentiras al pueblo, corrupción galopante, amiguismo, nepotismo, violaciones a la Constitución y ruptura vergonzante de casi todas las reglas básicas de la democracia, desde la separación de los tres grandes poderes a la independencia mediática, sin olvidar la desigualdad ante la ley y el asesinato de una sociedad civil que debería ser libre pero que ha sido invadida y ocupada, sin contemplaciones, por unos partidos políticos que acumulan un poder peligroso y que no se dejan controlar.
El resultado de todo ese montaje siniestro al que han llamado "democracia" es un país que ha perdido su prosperidad y su ilusión en pocos años, que ha sido tan mal gobernado que su retroceso, veloz y profundo, causa estupor en todo el mundo, que también ha perdido su prestigio internacional y que, con el triste protagonismo de las administraciones públicas, ha cultivado lacras y estigmas que lo convierten en el reino de las cloacas: corrupción, desigualdad, despilfarro, drogas, prostitución, fracaso escolar, blanqueo de dinero, endeudamiento masivo, desahucios generalizados, baja calidad en la enseñanza, alcoholismo, desempleo, pobreza y un largo etcétera que hace de España una inmensa piscina de lodo instalada en el sur de Europa.