Información y Opinión

Los corruptores de la democracia (2 y fin)





Son los mayores expertos en negar la evidencia. Llevan más de 50 años negando los horrores del Gulag, a pesar de que aquellos campos de exterminio fueron la gran creación de su experiencia política y de que sus horrores siguen avergonzando al género humano. Ignoran, a pesar de la evidencia, que el Estado que ellos crearon fue el más eficaz e insaciable asesino de la historia, las fosas que ellos cavaron y los cadaveres ambulantes que ellos mismos esculpieron en los campos de exterminio. Condenan sin descanso los 3.000 muertos de Pinochet, pero guardan un vergonzoso silencio ante los 40 millones de Stalin. Creen que la mentira, como decía Lenín, puede ser "revolucionaria" y, convencidos de que verdad y mentira son la misma cosa, mienten sin cesar hasta que ven sus mentiras convertidas en verdades.

No sólo han llenado el siglo XX de cadáveres, sino que también han asesinado la ética y han pulverizado la escala de valores cuidadosamente elaborada por cientos de generaciones. No creen en la libertad, ni en la propiedad, ni en la tolerancia, ni en el diálogo, ni en la información libre, ni en la crítica, ni en la paz, ni en la verdad, ni en la religión, ni en la fraternidad. Conciben el mundo como una pirámide en cuya cúspide están ellos, sostenidos por el pueblo sojuzgado porque ellos son los interpretes de la historia, la élite elegida para gobernar. En consecuencia, pretenden dominar a los medios de información y a las instituciones, desacreditar la religión y estrangular las libertades individuales. Odian la sociedad civil y le tienen pánico a la luz y a los taquígrafos. Saben que el mayor peligro para el Estado totalitario, en el que sueñan, es el debate, la conversación y la vida en común, lo que les lleva a intentar convertir a los ciudadanos en seres solitarios y acobardados que se encierren en sus viviendas para sentirse seguros y ver la televisión. Han comprobado cuando ejercían el poder que el miedo es su principal aliado y lo utilizan para convertir a los ciudadanos en rebaños atemorizados.

Esa gente existe y milita hoy en partidos aparentemente democráticos o presta servicios en las administraciones públicas, donde se sienten como pez en el agua porque no entienden otro mundo que no sea el del poder. Temen más ser apartados del poder que ir a la cárcel y cada día pesan más en los aparatos de los partidos democráticos. Están logrando corroer la socialdemocracia y son los principales culpables de que la vida interna de los partidos sea hoy autoritaria, vertical e implacable con la libertad de opinión y de conciencia. Han impuesto sus criterios autoritarios y han erradicado la democracia de la vida interna de los partidos, imponiendo lo que llaman "disciplina", que no es otra cosa que el clientelismo y la sumisión esclava de los militantes al líder y a las élites.

Como no creen en la democracia, sistema al que en el fondo odian pero al que tienen que adaptarse para sobrevivir, la pervienten dinamitando sus principios básicos. Son los comunistas recalcitrantes, camuflados de demócratas, los que afirman que el Estado es más importante que el individuo y quienes resaltan las tensiones y conflictos para dar prioridad a la seguridad y limitar los derechos individuales. Siempre están reclamando más "respeto" y "dignidad" para el Estado y pugnan por convertir a los funcionarios, como hicieron cuando tenían el poder, en una casta elitista y privilegiada. Aunque hablen de democracia, la odian y ni siquieta soportan su primer y más importante principio, el que establece que la soberanía es del ciudadano y que sólo el ciudadano otorga o quita legitimidad al sistema.

Poco a poco, están convirtiendo a los partidos políticos de la democracia en maquinarias orientadas más al poder y el dominio que al servicio, y son los que empujan a las élites para que controlen, compren y corrompan, justificando esos métodos porque llevan directamentre hasta el poder. Son los principales culpables de que la política se haya convertido es una escuela de gladiadores más que en un espacio para la convivencia, el debate y la toma colectiva de decisiones. Son los que han inventado principios tan repugnantes como esos de que "en política vale todo", "el fin justifica los medios", "al enemigo ni agua", "mejor dejar cadáveres que heridos en tu camino", etc.

Sintomáticamente, su estilo y principios políticos coinciden con los de los otros grandes autoritarios de nuestro siglo, aquellos neoconservadores que justifican el dominio del imperio y que, como ellos, creen que el mundo se divide en dos bloques: el de las élites capaces de pensar y gobernar y el rebaño torpe de ciudadanos, al que hay que domesticar.

Franky  
Jueves, 2 de Marzo 2006
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