La descalificación de la figura del empresario es uno de las constantes de la izquierda comunista. Para ellos, los creadores de trabajo y de empresas son los enemigos a batir porque obstaculizan que todo el poder económico pase a manos del Estado. Esa política, cuyos efectos siempre fueron la pobreza y la desgracia que imperan en países dominados por ellos, como Cuba y Venezuela, olvidando que ellos, los comunistas, son el residuo de un mundo derrotado y del régimen más totalitario, cruel, ineficiente, ruinoso y asesino de la Historia humana, que ha demostrado, siempre que ha alcanzado el poder, su incompatibilidad con la libertad y su incapacidad para crear prosperidad y felicidad.
Socialistas y comunistas vinculan siempre a sus adversarios de la derecha con el IBEX 35. Los seguidores de la alcaldesa de Barcelona y sus socios de Unidas Podemos fustigan al IBEX cada vez que tienen ocasión y procuran que sus adversarios políticos de la derecha, desde el PP a Ciudadanos, sin olvidarse de VOX, aparezcan ante la opinión pública como sicarios de las grandes empresas.
Las grandes empresas españolas, contrariamente a lo que predican los comunistas, que sueñan día y noche con ser los únicos dueños de la nación, como ocurría en la URSS, saben hacer todo lo que ellos no han sabido hacer jamas, sobre todo crear riqueza y empleo, produciendo y compitiendo en un mercado libre. Esos empresarios, tan odiados por los comunistas y estigmatizados como representación del mal, son los que crean puestos de trabajo, hacen crecer la economía e impiden que los países caigan en las garras del Estado totalitario comunista, un monstruo que asesinó a más de 100 millones millones de personas en el siglo XX y que fracasó hasta el punto de que sus propios ciudadanos lo derrotaron al derribar el Muro de Berlín y enterrar aquel mundo de esclavos creado por Lenin y Stalin en la URSS.
Parece increíble y es difícilmente explicable, pero España es el país de Europa donde el comunismo gobierna y tiene hoy más defensores y seguidores, muchos más que en países que lo padecieron, como Rusia y los de la Europa del este. La única explicación de ese insólito auge en España de esa ideología asesina del pasado es el fracaso de los políticos que han pilotado la democracia, que nos han construido un país tan sucio e injusto que han empujado a millones de ciudadanos hacia el descontento, el radicalismo y el abrazo al comunismo, seguramente la más cruel y esclavizante doctrina inventada por el ser humano en toda la Historia.
Las estadísticas dicen que un tercio de los españoles ven con simpatía el comunismo, del que, por supuesto tienen una visión edulcorada y falsa, que ignora sus crímenes y la ruina que aporta a los pueblos cuando alcanza el poder. A esos comunistas hay que agregar otro buen porcentaje de españoles que militan en la izquierda y que, sin saberlo, están infectados hasta el tuétano por el marxismo.
Lo peor es que la ideología criminal y totalitaria es muy popular entre los jóvenes y mucho más entre los jóvenes universitarios y con formación, probablemente engañados por sus profesores y líderes políticos y decepcionados por la clase política española, tan ineficaz e injusta que ha dejado a la juventud sin esperanza, condenando a arquitectos y licenciados en derecho, Historia y otras disciplinas a vivir en el desempleo, dependiendo de las subvenciones o colocados de manera precaria como camareros.
La mayoría de los comunistas en España militan en Izquierda Unida, Unidas Podemos y otros muchos partidos menores y mareas ciudadanas, como los Anticapitalistas, muchas de ellas aliadas de Podemos, pero los más peligrosos son los que siguen a Pedro Sánchez y hoy dominan el PSOE, uno de los grandes partidos españoles, de gran tradición y fuerza.
Los activistas comunistas se han reencarnado en todos los grupos que quieren cambiar la sociedad potenciando el Estado y viviendo de las subvenciones, sobre todo el el feminismo, los grupos LGTBI, la cultura, los sindicatos y diferentes asociaciones y ONGs. Son cada vez más fuertes en los partidos nacionalistas radicales, dominados por el odio a España. Todos ellos integran una inmensa fauna de descontentos y de peligrosos radicales resentidos y con ansias de poder, preparados para poner todos los obstáculos posibles a la democracia y a la libre empresa, sus dos grandes enemigos, junto con la libertad.
Francisco Rubiales
Socialistas y comunistas vinculan siempre a sus adversarios de la derecha con el IBEX 35. Los seguidores de la alcaldesa de Barcelona y sus socios de Unidas Podemos fustigan al IBEX cada vez que tienen ocasión y procuran que sus adversarios políticos de la derecha, desde el PP a Ciudadanos, sin olvidarse de VOX, aparezcan ante la opinión pública como sicarios de las grandes empresas.
Las grandes empresas españolas, contrariamente a lo que predican los comunistas, que sueñan día y noche con ser los únicos dueños de la nación, como ocurría en la URSS, saben hacer todo lo que ellos no han sabido hacer jamas, sobre todo crear riqueza y empleo, produciendo y compitiendo en un mercado libre. Esos empresarios, tan odiados por los comunistas y estigmatizados como representación del mal, son los que crean puestos de trabajo, hacen crecer la economía e impiden que los países caigan en las garras del Estado totalitario comunista, un monstruo que asesinó a más de 100 millones millones de personas en el siglo XX y que fracasó hasta el punto de que sus propios ciudadanos lo derrotaron al derribar el Muro de Berlín y enterrar aquel mundo de esclavos creado por Lenin y Stalin en la URSS.
Parece increíble y es difícilmente explicable, pero España es el país de Europa donde el comunismo gobierna y tiene hoy más defensores y seguidores, muchos más que en países que lo padecieron, como Rusia y los de la Europa del este. La única explicación de ese insólito auge en España de esa ideología asesina del pasado es el fracaso de los políticos que han pilotado la democracia, que nos han construido un país tan sucio e injusto que han empujado a millones de ciudadanos hacia el descontento, el radicalismo y el abrazo al comunismo, seguramente la más cruel y esclavizante doctrina inventada por el ser humano en toda la Historia.
Las estadísticas dicen que un tercio de los españoles ven con simpatía el comunismo, del que, por supuesto tienen una visión edulcorada y falsa, que ignora sus crímenes y la ruina que aporta a los pueblos cuando alcanza el poder. A esos comunistas hay que agregar otro buen porcentaje de españoles que militan en la izquierda y que, sin saberlo, están infectados hasta el tuétano por el marxismo.
Lo peor es que la ideología criminal y totalitaria es muy popular entre los jóvenes y mucho más entre los jóvenes universitarios y con formación, probablemente engañados por sus profesores y líderes políticos y decepcionados por la clase política española, tan ineficaz e injusta que ha dejado a la juventud sin esperanza, condenando a arquitectos y licenciados en derecho, Historia y otras disciplinas a vivir en el desempleo, dependiendo de las subvenciones o colocados de manera precaria como camareros.
La mayoría de los comunistas en España militan en Izquierda Unida, Unidas Podemos y otros muchos partidos menores y mareas ciudadanas, como los Anticapitalistas, muchas de ellas aliadas de Podemos, pero los más peligrosos son los que siguen a Pedro Sánchez y hoy dominan el PSOE, uno de los grandes partidos españoles, de gran tradición y fuerza.
Los activistas comunistas se han reencarnado en todos los grupos que quieren cambiar la sociedad potenciando el Estado y viviendo de las subvenciones, sobre todo el el feminismo, los grupos LGTBI, la cultura, los sindicatos y diferentes asociaciones y ONGs. Son cada vez más fuertes en los partidos nacionalistas radicales, dominados por el odio a España. Todos ellos integran una inmensa fauna de descontentos y de peligrosos radicales resentidos y con ansias de poder, preparados para poner todos los obstáculos posibles a la democracia y a la libre empresa, sus dos grandes enemigos, junto con la libertad.
Francisco Rubiales