Dicen de Josep Pla (Palafrugell, 1897– Llufríu, 1981) , probablemente el mejor escritor de Cataluña, que fue un español que "por nacer en tierra de traidores, se quedó sin el Nobel de Literatura". Lo cierto es que nadie conoce y define mejor al catalán que Pla, escritor proscrito por el nacionalismo y tachado de "facha" por la tribu independentista, que, si pudiera, lo linchaba.
“El subconsciente catalán se encuentra en el ambiente castellano y andaluz desplazado y absolutamente forastero”, afirma Pla, lo que genera en el catalán “un sentimiento de inferioridad permanente” y le deja “psicológicamente colgado en el aire”.
Pla define al catalán como “un pueblo llorón, nunca está contento”, pero culpa a España de esa tragedia que marca profundamente al pueblo catalán. Explica que España ha hecho “un largo esfuerzo por desarraigar al catalán de su autenticidad, de su propia manera de ser”, generando “mucho daño al alma y al espíritu del país”, lo que se ha traducido en “el drama” de que “el catalán de hoy tiene miedo de ser el mismo”; aunque tiene otro drama más grave: “No puede dejar de ser lo que es”. Pla es severo al diagnosticar una “enfermedad nacional” catalana. Pla parece estar vivo y viviendo el presente español cuando afirma, con una actualidad deslumbrante, que “España es un embalse de mierda de unas proporciones generales fantásticas”.
Sus ataques a España son mordaces y rabiosamente actuales, a pesar de que estaban inspirados en la España que el padeció, la del Franquismo: “Es un país que ha sido siempre susceptible de producir frailes y capellanes con gran facilidad” y “una masa flotante de laicos enamorados del estado eclesiástico que no han rematado su vocación esencial”, lanza socarrón Pla, que carga con dureza también sobre la Iglesia y su gran herramienta, la educación, cuya finalidad es “mantener vivo el sentimiento de la diferencia de clases; dar al rico la sensación de que son diferentes”.
La dureza al retratar a España solo es superada por la dureza al fotografiar el alma atormentada y oscura de los catalanes: “un pueblo llorón, nunca está contento”, sentencia que explica por si sola la ilegal, irracional, hipócrita y resentida rebelión independentista del presente.
Certero, cruel y fascinante es su diagnóstico sobre la España de Franco: "La guerra civil y el franquismo han sido fatales en este sentido. Ha sido un régimen de jesuitas y de capellanes abstemios, inútiles y fanáticos, con todos los productos del puritanismo”.
El genio Pla viaja en el tiempo y aterriza en nuestros días, en el corazón del "process", cuando lo explica todo en menos de una linea: “El catalán es un fugitivo y, a veces, cobarde”. ¿No estaría hablando de Puigdemont y de sus secuaces?
Francisco Rubiales
“El subconsciente catalán se encuentra en el ambiente castellano y andaluz desplazado y absolutamente forastero”, afirma Pla, lo que genera en el catalán “un sentimiento de inferioridad permanente” y le deja “psicológicamente colgado en el aire”.
Pla define al catalán como “un pueblo llorón, nunca está contento”, pero culpa a España de esa tragedia que marca profundamente al pueblo catalán. Explica que España ha hecho “un largo esfuerzo por desarraigar al catalán de su autenticidad, de su propia manera de ser”, generando “mucho daño al alma y al espíritu del país”, lo que se ha traducido en “el drama” de que “el catalán de hoy tiene miedo de ser el mismo”; aunque tiene otro drama más grave: “No puede dejar de ser lo que es”. Pla es severo al diagnosticar una “enfermedad nacional” catalana. Pla parece estar vivo y viviendo el presente español cuando afirma, con una actualidad deslumbrante, que “España es un embalse de mierda de unas proporciones generales fantásticas”.
Sus ataques a España son mordaces y rabiosamente actuales, a pesar de que estaban inspirados en la España que el padeció, la del Franquismo: “Es un país que ha sido siempre susceptible de producir frailes y capellanes con gran facilidad” y “una masa flotante de laicos enamorados del estado eclesiástico que no han rematado su vocación esencial”, lanza socarrón Pla, que carga con dureza también sobre la Iglesia y su gran herramienta, la educación, cuya finalidad es “mantener vivo el sentimiento de la diferencia de clases; dar al rico la sensación de que son diferentes”.
La dureza al retratar a España solo es superada por la dureza al fotografiar el alma atormentada y oscura de los catalanes: “un pueblo llorón, nunca está contento”, sentencia que explica por si sola la ilegal, irracional, hipócrita y resentida rebelión independentista del presente.
Certero, cruel y fascinante es su diagnóstico sobre la España de Franco: "La guerra civil y el franquismo han sido fatales en este sentido. Ha sido un régimen de jesuitas y de capellanes abstemios, inútiles y fanáticos, con todos los productos del puritanismo”.
El genio Pla viaja en el tiempo y aterriza en nuestros días, en el corazón del "process", cuando lo explica todo en menos de una linea: “El catalán es un fugitivo y, a veces, cobarde”. ¿No estaría hablando de Puigdemont y de sus secuaces?
Francisco Rubiales