Increible pero cierto. Los carnavales de Cádiz, en otros tiempos cuna de la libre creatividad crítica y de la indomable rebeldía popular ante el poder establecido, no han producido ni una sola letra crítica en su versión de 2009. En la España actual, con 4 millones de parados y con una clase política que escandaliza a la ciudadanía a diario con sus despilfarros, abusos, corrupciones y desatinos, hay materia y razones más que suficientes para que la crítica carnavalesca, en una tierra antes libre, como Cádiz, hubiera sido feroz, pero los carnavales gaditanos han sido castrados por el eficaz y omnipresente poder político andaluz.
Tal vez porque las comparsas y chirigotas están subvencionadas o quizás porque Canal Sur, la televisión del poder, retransmite el concurso oficial del teatro Falla, o porque los chirigoteros, al igual que los sindicalistas, están controlados por el gobierno y reciben dinero público, lo cierto es que Cádiz, la otrora tierra libre y la cuna liberal que dia a luz a La Pepa, ha perdido hoy su mordiente y su espíritu, permitiendo que sus carnavales queden castrados por el poder.
Ni siquiera Franco, en su etapa más cruel y poderosa de la postguerra, cuando prohibió las celebraciones del carnaval, supo demesticar a los gaditanos como ha logrado hacerlo el actual gobierno socialista.
Al contemplar a este Cádiz sometido, la esperanza de muchos demócratas de que la conmemoración, en 2012, del Bicentenario de La Pepa se convirtiera en un grito de libertad y de regeneración democrática se desvanece y crece el temor a que esa gran conmemoración termine siendo unos juegos florales sometidos, subvencionados por la Junta y plagados de consignas y slóganes oficiales.
¡Que descanse en paz la libertad crítica en la vieja patria de la Constitución de 1812!
Tal vez porque las comparsas y chirigotas están subvencionadas o quizás porque Canal Sur, la televisión del poder, retransmite el concurso oficial del teatro Falla, o porque los chirigoteros, al igual que los sindicalistas, están controlados por el gobierno y reciben dinero público, lo cierto es que Cádiz, la otrora tierra libre y la cuna liberal que dia a luz a La Pepa, ha perdido hoy su mordiente y su espíritu, permitiendo que sus carnavales queden castrados por el poder.
Ni siquiera Franco, en su etapa más cruel y poderosa de la postguerra, cuando prohibió las celebraciones del carnaval, supo demesticar a los gaditanos como ha logrado hacerlo el actual gobierno socialista.
Al contemplar a este Cádiz sometido, la esperanza de muchos demócratas de que la conmemoración, en 2012, del Bicentenario de La Pepa se convirtiera en un grito de libertad y de regeneración democrática se desvanece y crece el temor a que esa gran conmemoración termine siendo unos juegos florales sometidos, subvencionados por la Junta y plagados de consignas y slóganes oficiales.
¡Que descanse en paz la libertad crítica en la vieja patria de la Constitución de 1812!
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