Todo indica que el poder socialista seguirá dominando Andalucía después de las próximas elecciones y es también es probable que tenga que gobernar con Podemos, lo que nos acercará todavía más a la loca tiranía de Venezuela. El futuro andaluz es amenazante y despunta negro como el carbón.
La sociedad, a través de las redes sociales y de algunos medios, recibe mensajes de que deje de votar a sus verdugos, que la corrupción ha alcanzado cotas insoportables y que la región sigue siendo un escandaloso modelo de pobreza, atraso y servicios de baja calidad, a pesar de que la Unión Europea ha entregado al gobierno andaluz más de 100.000 millones de euros para estimular el desarrollo. Pero todos esos mensajes son impotentes ante un poder socialista que ha sabido comprar voluntades, domesticar a buena parte de los medios de comunicación y que ha sido extraordinariamente eficaz a la hora de crear un clientelismo agobiante, más propio de un sistema comunista que de una democracia de hombres y mujeres libres. La economía andaluza, campeona del desempleo y también en la cola de Europa, depende en más de un 50 por ciento de la Junta de Andalucía, cuyo gobierno ha logrado ejercer un poder sobre la sociedad, los ciudadanos y la vida económica y cultural similar al que tenía el partido comunista en la URSS de Leónidas Breznev. La sociedad civil andaluza está descuartizada, mortecina y dominada por el socialismo, que sabe bien que otorgando subvenciones y colocando hábilmente a sus peones en los puestos directivos desarma, debilita y domina a las grandes instituciones y pilares de la vida andaluza.
Los dramas de los andaluces, que son muchos y crecientes, empezando por la corrupción y continuando por el atraso, la pobreza, el fracaso de la educación, la pésima distribución de la riqueza, la nueva clase de señoritos socialistas que dominan la sociedad, la desigualdad y la injusticia, no tienen peso suficiente para expulsar del poder a los socialistas, que se mantienen a pesar de sus fracasos y de su escasa calidad democrática. El poder andaluz parece eterno e invencible y los cientos de miles de demócratas que sueñan con cualquier tipo de alternancia están desesperados.
Ni siquiera los últimos fenómenos de degradación parecen hacer mella en la fortaleza de la red clientelar del socialismo. La angustia que produce el constante descenso en la calidad de la sanidad no le hace mella a Susana y su tribu socialista, atrincherada en el poder. En los hospitales han faltado medicinas como el Nolotil (metalizol), el Paracetamol y otros de intenso uso, mientras que en las farmacias no se encuentran medicamentos para la psoriasis y otros tan imprescindibles como la adrenalina inyectable, un medicamento que se utiliza como remedio de urgencia contra el shock anafiláctico, imprescindible para determinados tipos de alergias, sobre todo infantiles.
La oposición está resignada o comprada, como parece ocurrir con Ciudadanos, que ha sostenido al gobierno socialista durante la última legislatura a cambio de favores y pagos desconocidos, o debilitada, como es el caso del Partido Popular y Unidos Podemos, dos partidos cuyos candidatos, de segundo nivel, no parecen reunir la fuerza suficiente para inquietar a las victoriosas masas subvencionadas del socialismo andaluz. Es como si todos los partidos hubieran decidido de antemano que Andalucía es el territorio sagrado asignado al PSOE, lo que condena a los andaluces a padecer un gobierno socialista blindado que durará mucho más que el Franquismo y al que no perecen hacerle daño los escándalos de corrupción, las arbitrariedades del poder y burradas tan sucias y antidemocráticas como las reveladas en el reciente escándalo de los puticlubs, cuando se supo que miembros de la Junta gastaron dinero público en prostíbulos, usando una especie de tarjeta de crédito poderosa, parecida a las famosas black de Caja Madrid.
El panorama andaluz en vísperas de las elecciones es desolador y triste, como si todos asumieran por anticipado que ganarán los de siempre. No se ve por ninguna parte la lucha cuerpo a cuerpo y el debate sobre la política andaluza, quizás porque unos saben que perderán de todos modos y otros que seguirán ganando, a pesar de sus suciedades, errores y torpezas. La tierra de la alegría y de la fiesta, en política y en democracia es un desolado páramo oscuro donde reinan la tristeza y la desesperación.
Francisco Rubiales
La sociedad, a través de las redes sociales y de algunos medios, recibe mensajes de que deje de votar a sus verdugos, que la corrupción ha alcanzado cotas insoportables y que la región sigue siendo un escandaloso modelo de pobreza, atraso y servicios de baja calidad, a pesar de que la Unión Europea ha entregado al gobierno andaluz más de 100.000 millones de euros para estimular el desarrollo. Pero todos esos mensajes son impotentes ante un poder socialista que ha sabido comprar voluntades, domesticar a buena parte de los medios de comunicación y que ha sido extraordinariamente eficaz a la hora de crear un clientelismo agobiante, más propio de un sistema comunista que de una democracia de hombres y mujeres libres. La economía andaluza, campeona del desempleo y también en la cola de Europa, depende en más de un 50 por ciento de la Junta de Andalucía, cuyo gobierno ha logrado ejercer un poder sobre la sociedad, los ciudadanos y la vida económica y cultural similar al que tenía el partido comunista en la URSS de Leónidas Breznev. La sociedad civil andaluza está descuartizada, mortecina y dominada por el socialismo, que sabe bien que otorgando subvenciones y colocando hábilmente a sus peones en los puestos directivos desarma, debilita y domina a las grandes instituciones y pilares de la vida andaluza.
Los dramas de los andaluces, que son muchos y crecientes, empezando por la corrupción y continuando por el atraso, la pobreza, el fracaso de la educación, la pésima distribución de la riqueza, la nueva clase de señoritos socialistas que dominan la sociedad, la desigualdad y la injusticia, no tienen peso suficiente para expulsar del poder a los socialistas, que se mantienen a pesar de sus fracasos y de su escasa calidad democrática. El poder andaluz parece eterno e invencible y los cientos de miles de demócratas que sueñan con cualquier tipo de alternancia están desesperados.
Ni siquiera los últimos fenómenos de degradación parecen hacer mella en la fortaleza de la red clientelar del socialismo. La angustia que produce el constante descenso en la calidad de la sanidad no le hace mella a Susana y su tribu socialista, atrincherada en el poder. En los hospitales han faltado medicinas como el Nolotil (metalizol), el Paracetamol y otros de intenso uso, mientras que en las farmacias no se encuentran medicamentos para la psoriasis y otros tan imprescindibles como la adrenalina inyectable, un medicamento que se utiliza como remedio de urgencia contra el shock anafiláctico, imprescindible para determinados tipos de alergias, sobre todo infantiles.
La oposición está resignada o comprada, como parece ocurrir con Ciudadanos, que ha sostenido al gobierno socialista durante la última legislatura a cambio de favores y pagos desconocidos, o debilitada, como es el caso del Partido Popular y Unidos Podemos, dos partidos cuyos candidatos, de segundo nivel, no parecen reunir la fuerza suficiente para inquietar a las victoriosas masas subvencionadas del socialismo andaluz. Es como si todos los partidos hubieran decidido de antemano que Andalucía es el territorio sagrado asignado al PSOE, lo que condena a los andaluces a padecer un gobierno socialista blindado que durará mucho más que el Franquismo y al que no perecen hacerle daño los escándalos de corrupción, las arbitrariedades del poder y burradas tan sucias y antidemocráticas como las reveladas en el reciente escándalo de los puticlubs, cuando se supo que miembros de la Junta gastaron dinero público en prostíbulos, usando una especie de tarjeta de crédito poderosa, parecida a las famosas black de Caja Madrid.
El panorama andaluz en vísperas de las elecciones es desolador y triste, como si todos asumieran por anticipado que ganarán los de siempre. No se ve por ninguna parte la lucha cuerpo a cuerpo y el debate sobre la política andaluza, quizás porque unos saben que perderán de todos modos y otros que seguirán ganando, a pesar de sus suciedades, errores y torpezas. La tierra de la alegría y de la fiesta, en política y en democracia es un desolado páramo oscuro donde reinan la tristeza y la desesperación.
Francisco Rubiales