Cada día somos más numerosos los españoles que creemos que Sánchez quiere dejar como herencia una España arruinada, destrozada e ingobernable. Es el "regalo" que quiere entregar, cuando tenga que irse de la Moncloa, a sus sucesores, que, lógicamente, serán de derecha. Hace siglos que España no estuvo gobernada por un tipo con tan poco amor a su patria y con tanta miseria en su alma.
Hace pocos días, el presidente-héroe de Ucrania, Volodímir Zelenski, daba las gracias a Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia y al resto de los países que le están prestando ayuda. Mencionó a España, pero lo hizo de pasada, sin entusiasmo ni énfasis, sabedor de que el gobierno de Sánchez, infectado de comunismo, es amigo de Putin y que por eso le está enviado armas de segunda clase, poco eficaces.
Zelenski, como la gran mayoría de los mandatarios del mundo, saben que el español Sánchez es poco fiable, una especie de grano de pus que arruina a España y que infecta a todos su aliados de Occidente.
Hace pocos días, una de mis fuentes norteamericanas me aseguraba que en los think tanks norteamericanos de geopolítica se sabe que Sánchez es un "admirador" secreto de Putin. Reconozco que entonces no le creí, a pesar de que sus comentarios y filtraciones siempre han sido certeras. Sánchez por entonces estaba enviando armas a Ucrania y condenando la invasión rusa ante sus socios de la OTAN. Mi fuente me dijo dijo: "Lo hace para engañar, precisamente para que no descubran que es un admirador del tirano ruso".
Consciente de que agoniza, de que los poderosos del mundo que le auparon hasta el poder no le permitirán prolongar su mandato y de que perderá las próximas elecciones, el sanchismo se niega a reducir gastos y a realizar ajustes presupuestarios, como han hecho todos nuestros socios occidentales, y prefiere dar limosnas que sólo engordan el déficit y la deuda externa española, a la que tendrán que hacer frente los gobiernos del futuro. Sánchez y sus aliados prefieren vivir el resto del tiempo que les queda en el gobierno derrochando y disparando el gasto.
Sánchez, cada día más cercano a las tesis de Podemos y a sus recetas comunistas, quiere dejar a sus sucesores, que serán de derechas, un país destrozado y arruinado. Él es así de retorcido, brutal y rencoroso.
El de España es el único gobierno de Europa que está gastando más durante la crisis que en los tiempos normales, el único que incrementa el número de asesores y funcionarios en estos tiempos difíciles y el único también que recauda ahora más impuestos que antes de la pandemia. La consecuencia de esa demencial política es que España avanza hacia la ruina a paso ligero.
El sanchismo es una máquina de engañar y expoliar a los ciudadanos. Sus medidas tienen truco, como lo demuestra que los descuentos de 20 céntimos que deben aplicar las gasolineras a partir del día 1 de abril, ya se están cargando en el precio de los combustibles en algunas empresas, sin que el gobierno haga nada. Al final, los 20 céntimos de descuentos sólo descontarán subidas previas y el precio seguirá siendo prácticamente el mismo.
Si en lugar de la subvención de 20 céntimos hubiera reducido impuestos al combustible, la rebaja habría sido eficaz y auténtica.
Sánchez, en sus últimos meses de mandato, está mostrando con toda crudeza su rostro cruel de comunista disfrazado de socialista. Sabe que a su partido sólo le votará una España desgraciada, empobrecida e inculta y está haciendo todo lo posible para crear rebaños de imbéciles sometidos que necesiten la tutela del Estado y que renuncien voluntariamente a la libertad.
El sanchismo es ya una máquina de crear ruina, esclavitud, miedo, expolio y falsedad.
Francisco Rubiales
Hace pocos días, el presidente-héroe de Ucrania, Volodímir Zelenski, daba las gracias a Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia y al resto de los países que le están prestando ayuda. Mencionó a España, pero lo hizo de pasada, sin entusiasmo ni énfasis, sabedor de que el gobierno de Sánchez, infectado de comunismo, es amigo de Putin y que por eso le está enviado armas de segunda clase, poco eficaces.
Zelenski, como la gran mayoría de los mandatarios del mundo, saben que el español Sánchez es poco fiable, una especie de grano de pus que arruina a España y que infecta a todos su aliados de Occidente.
Hace pocos días, una de mis fuentes norteamericanas me aseguraba que en los think tanks norteamericanos de geopolítica se sabe que Sánchez es un "admirador" secreto de Putin. Reconozco que entonces no le creí, a pesar de que sus comentarios y filtraciones siempre han sido certeras. Sánchez por entonces estaba enviando armas a Ucrania y condenando la invasión rusa ante sus socios de la OTAN. Mi fuente me dijo dijo: "Lo hace para engañar, precisamente para que no descubran que es un admirador del tirano ruso".
Consciente de que agoniza, de que los poderosos del mundo que le auparon hasta el poder no le permitirán prolongar su mandato y de que perderá las próximas elecciones, el sanchismo se niega a reducir gastos y a realizar ajustes presupuestarios, como han hecho todos nuestros socios occidentales, y prefiere dar limosnas que sólo engordan el déficit y la deuda externa española, a la que tendrán que hacer frente los gobiernos del futuro. Sánchez y sus aliados prefieren vivir el resto del tiempo que les queda en el gobierno derrochando y disparando el gasto.
Sánchez, cada día más cercano a las tesis de Podemos y a sus recetas comunistas, quiere dejar a sus sucesores, que serán de derechas, un país destrozado y arruinado. Él es así de retorcido, brutal y rencoroso.
El de España es el único gobierno de Europa que está gastando más durante la crisis que en los tiempos normales, el único que incrementa el número de asesores y funcionarios en estos tiempos difíciles y el único también que recauda ahora más impuestos que antes de la pandemia. La consecuencia de esa demencial política es que España avanza hacia la ruina a paso ligero.
El sanchismo es una máquina de engañar y expoliar a los ciudadanos. Sus medidas tienen truco, como lo demuestra que los descuentos de 20 céntimos que deben aplicar las gasolineras a partir del día 1 de abril, ya se están cargando en el precio de los combustibles en algunas empresas, sin que el gobierno haga nada. Al final, los 20 céntimos de descuentos sólo descontarán subidas previas y el precio seguirá siendo prácticamente el mismo.
Si en lugar de la subvención de 20 céntimos hubiera reducido impuestos al combustible, la rebaja habría sido eficaz y auténtica.
Sánchez, en sus últimos meses de mandato, está mostrando con toda crudeza su rostro cruel de comunista disfrazado de socialista. Sabe que a su partido sólo le votará una España desgraciada, empobrecida e inculta y está haciendo todo lo posible para crear rebaños de imbéciles sometidos que necesiten la tutela del Estado y que renuncien voluntariamente a la libertad.
El sanchismo es ya una máquina de crear ruina, esclavitud, miedo, expolio y falsedad.
Francisco Rubiales