La gente, sumisa y manipulada, pide que los paraísos fiscales, donde los ricos ponen su dinero a salvo, desaparezcan, pero nunca piden algo que es mucho más importante y justo: que desaparezcan los infiernos fiscales, aquellos países y regiones donde la clase política cobra impuestos desmesurados, sólo por codicia y para financiar lujos, abusos y corrupciones.
La envidia domina la faz de la Tierra y la gente está tan manipulada y pervertida por la propaganda que está más interesada en evitar que los ricos evadan impuestos que en impedir que los honrados ciudadanos que trabajan sean saqueados y expoliados por los políticos.
Nos enseñan a rechazar los "paraísos" fiscales, pero no hablan de los "infiernos", donde se acaba con las clases medias y los gobiernos extraen sin piedad todo el dinero que necesitan, no sólo para financiar servicios vitales, sino para pagar sus abusos, lujos, arbitrariedades y corrupciones.
España, por ejemplo, es uno de los "infiernos fiscales" más perversos del planeta. Se cobran impuestos abusivos solo porque el Estado ha crecido de manera enfermiza, en contra de la voluntad popular, y porque los políticos españoles están podridos de codicia. A cambio de los muchos impuestos cobrados, el Estado devuelve al ciudadano servicios de escasa calidad y cada año más recortados, toda una injusticia abusiva.
Los españoles tienen sueldos muy bajos, si se los compara con la media europea, pero, proporcionalmente, pagan los impuestos más altos de toda la Unión. Los políticos españoles se niegan a practicar la austeridad en sus dominios públicos y el Estado español tiene más políticos a sueldo del Estado que Francia, Inglaterra y Alemania juntos. En España, el pago de los salarios al casi medio millón de políticos enchufados, privilegiados e innecesarios constituye, junto con las pérdidas que trae consigo la corrupción, el grueso del gasto público, la principal causa de que los ciudadanos sean acribillados con impuestos y de que el país avance, de manera inexorable, hacia la ruina.
El ejército de empleados y enchufados públicos de España no sólo obliga al gobierno a cobrar impuestos desmesurados, sino que causa también otros efectos demoledores: frena la economía, obliga a recortar los gastos en sanidad, educación y servicios sociales y empuja a los gobiernos a practicar una política demente y suicida de endeudamiento y despilfarro, que ha acabado con las reservas de las pensiones y que ha endeudado al país con una carga que tardaremos varias generaciones en pagar.
Comparados con los infiernos fiscales, los paraísos son ridículos en importancia. Si no existieran los infiernos fiscales, no existirían los paraísos. Si todos pagaran sus impuestos, sin robos, evasiones consentidas, trampas y demás vicios del poder, los impuestos serían soportables y los servicios públicos multiplicarían su calidad y prestaciones.
A partir de ahora, cuando te empujen a odiar los paraisos fiscales que los mismos gobiernos protegen y amparan, exige y grita que desaparezcan también esos infiernos fiscales, que son el martirio de las clases medias y de la gente decente.
Francisco Rubiales
La envidia domina la faz de la Tierra y la gente está tan manipulada y pervertida por la propaganda que está más interesada en evitar que los ricos evadan impuestos que en impedir que los honrados ciudadanos que trabajan sean saqueados y expoliados por los políticos.
Nos enseñan a rechazar los "paraísos" fiscales, pero no hablan de los "infiernos", donde se acaba con las clases medias y los gobiernos extraen sin piedad todo el dinero que necesitan, no sólo para financiar servicios vitales, sino para pagar sus abusos, lujos, arbitrariedades y corrupciones.
España, por ejemplo, es uno de los "infiernos fiscales" más perversos del planeta. Se cobran impuestos abusivos solo porque el Estado ha crecido de manera enfermiza, en contra de la voluntad popular, y porque los políticos españoles están podridos de codicia. A cambio de los muchos impuestos cobrados, el Estado devuelve al ciudadano servicios de escasa calidad y cada año más recortados, toda una injusticia abusiva.
Los españoles tienen sueldos muy bajos, si se los compara con la media europea, pero, proporcionalmente, pagan los impuestos más altos de toda la Unión. Los políticos españoles se niegan a practicar la austeridad en sus dominios públicos y el Estado español tiene más políticos a sueldo del Estado que Francia, Inglaterra y Alemania juntos. En España, el pago de los salarios al casi medio millón de políticos enchufados, privilegiados e innecesarios constituye, junto con las pérdidas que trae consigo la corrupción, el grueso del gasto público, la principal causa de que los ciudadanos sean acribillados con impuestos y de que el país avance, de manera inexorable, hacia la ruina.
El ejército de empleados y enchufados públicos de España no sólo obliga al gobierno a cobrar impuestos desmesurados, sino que causa también otros efectos demoledores: frena la economía, obliga a recortar los gastos en sanidad, educación y servicios sociales y empuja a los gobiernos a practicar una política demente y suicida de endeudamiento y despilfarro, que ha acabado con las reservas de las pensiones y que ha endeudado al país con una carga que tardaremos varias generaciones en pagar.
Comparados con los infiernos fiscales, los paraísos son ridículos en importancia. Si no existieran los infiernos fiscales, no existirían los paraísos. Si todos pagaran sus impuestos, sin robos, evasiones consentidas, trampas y demás vicios del poder, los impuestos serían soportables y los servicios públicos multiplicarían su calidad y prestaciones.
A partir de ahora, cuando te empujen a odiar los paraisos fiscales que los mismos gobiernos protegen y amparan, exige y grita que desaparezcan también esos infiernos fiscales, que son el martirio de las clases medias y de la gente decente.
Francisco Rubiales
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