Los "churros" del PP
Jaime Mayor Oreja, cabeza de lista por el Partido Popular para las elecciones europeas, mintió el 18 de abril en la COPE al presentar a su partido como el "elemento de regeneración" en España. Por desgracia, el PP no parece dispuesto a dar el paso hacia la regeneración que le reconciliaría con los demócratas españoles y con la decencia.
La primera prioridad para una España postrada por la corrupción política, la arrogancia de los líderes, la ineptitud del liderazgo, la marginación del ciudadano y la impunidad del poder, no es tanto salir de la crisis como regenerar la política y reformar las leyes básicas para que no vuelva a suceder en el futuro lo que está ocurriendo ahora: que un dirigente político, gozando de plena impunidad, conduzca al país hasta el desastre sin que exista mecanismo alguno para evitarlo.
De la crisis, tarde o temprano, bien o mal, saldremos, pero de la podredumbre democrática sólo se saldrá si la sociedad apuesta de manera decisiva por la regeneración, exige preparación y ética a sus líderes políticos y decide mandar al paro a buena parte de las ineptas e impunes castas políticas actuales.
Lo mas despreciable del PP, aunque hoy represente una esperanza de cambio, no es su política plagada de contradicciones, capaz de apoyar el acoso a la lengua española común en territorios como Valencia y Mallorca, mientras lo condena en los demás territorios, sino que no sea capaz de abordar la regeneración democrática porque se siente a gusto en la pocilga nacional, en un sistema que carece de todos los atributos necesarios para que pueda considerarse una democracia auténtica.
No existe en España la separación de poderes, ni rige el imperio de la ley, ni funcionan los controles que limitan el poder del Estado, ni hay una sociedad civil que actúe como contrapeso del poder, ni tampoco existe una prensa libre e independiente capaz de fiscalizar a los grandes poderes. Ni siquiera se cumple el vital principio del sufragio universal porque no son los ciudadanos los que eligen a sus representantes, sino los partidos políticos, que son los que hacen las listas.
Si la Constitución ha permitido que la democracia española haya sido asesinada por los políticos y transformada en una oligocracia, entonces esa Constitución debe ser cambiada. Si la Constitución ha permitido que el país se infecte de corrupción y de impunidad para los poderosos, entonces debe ser cambiada. Si esta Constitución vigente ha permitido que España sea la mayor cloaca de Europa, con liderazgo europeo en alcoholismo, tráfico y consumo de drogas, prostitución, desempleo, crecimiento de la delincuencia y la inseguridad ciudadana, fracaso escolar, coches oficiales, privilegios para el poder y crecimiento desordenado del Estado, que, con más de 3.5 millones de funcionarios, colocados y enchufados, se ha hecho monstruosamente obeso e insostenible, entonces la Constitución debe ser cambiada con urgencia.
Pero el Partido Popular no plantea reforma sustancial alguna y se dirige a la victoria sin entusiasmar a nadie, sin despertar ilusión, aupado más por los errores del peor gobierno que ha tenido España desde Fernando VII que por sus propios méritos.
Es una verdadera lástima.
La primera prioridad para una España postrada por la corrupción política, la arrogancia de los líderes, la ineptitud del liderazgo, la marginación del ciudadano y la impunidad del poder, no es tanto salir de la crisis como regenerar la política y reformar las leyes básicas para que no vuelva a suceder en el futuro lo que está ocurriendo ahora: que un dirigente político, gozando de plena impunidad, conduzca al país hasta el desastre sin que exista mecanismo alguno para evitarlo.
De la crisis, tarde o temprano, bien o mal, saldremos, pero de la podredumbre democrática sólo se saldrá si la sociedad apuesta de manera decisiva por la regeneración, exige preparación y ética a sus líderes políticos y decide mandar al paro a buena parte de las ineptas e impunes castas políticas actuales.
Lo mas despreciable del PP, aunque hoy represente una esperanza de cambio, no es su política plagada de contradicciones, capaz de apoyar el acoso a la lengua española común en territorios como Valencia y Mallorca, mientras lo condena en los demás territorios, sino que no sea capaz de abordar la regeneración democrática porque se siente a gusto en la pocilga nacional, en un sistema que carece de todos los atributos necesarios para que pueda considerarse una democracia auténtica.
No existe en España la separación de poderes, ni rige el imperio de la ley, ni funcionan los controles que limitan el poder del Estado, ni hay una sociedad civil que actúe como contrapeso del poder, ni tampoco existe una prensa libre e independiente capaz de fiscalizar a los grandes poderes. Ni siquiera se cumple el vital principio del sufragio universal porque no son los ciudadanos los que eligen a sus representantes, sino los partidos políticos, que son los que hacen las listas.
Si la Constitución ha permitido que la democracia española haya sido asesinada por los políticos y transformada en una oligocracia, entonces esa Constitución debe ser cambiada. Si la Constitución ha permitido que el país se infecte de corrupción y de impunidad para los poderosos, entonces debe ser cambiada. Si esta Constitución vigente ha permitido que España sea la mayor cloaca de Europa, con liderazgo europeo en alcoholismo, tráfico y consumo de drogas, prostitución, desempleo, crecimiento de la delincuencia y la inseguridad ciudadana, fracaso escolar, coches oficiales, privilegios para el poder y crecimiento desordenado del Estado, que, con más de 3.5 millones de funcionarios, colocados y enchufados, se ha hecho monstruosamente obeso e insostenible, entonces la Constitución debe ser cambiada con urgencia.
Pero el Partido Popular no plantea reforma sustancial alguna y se dirige a la victoria sin entusiasmar a nadie, sin despertar ilusión, aupado más por los errores del peor gobierno que ha tenido España desde Fernando VII que por sus propios méritos.
Es una verdadera lástima.