Zapatero anunció en Washington que pronto lanzaría en España un nuevo plan de choque para reactivar la paralizada economía, basado en lo que define como "Inversión productiva del Estado". Al llegar a España aclaró que aquí no habrá rebaja fiscal para estimular la economía. Su receta, puramente socialista, jamás ha funcionado en ningún lugar del mundo y siempre que se ha aplicado ha generado pobreza, opresión e infelicidad en los pueblos que la han padecido.
Zapatero ha ocultado conscientemente en Wasington su rostro intervencionista y autoritario. Cuando la cumbre aprobó estímulos fiscales a la economía, lo asumió, pero solo aparentmente. Si no ha defendido en la capital del Imperio una solución socialista de la crisis, ha sido por miedo a quedar en ridículo ante los líderes mundiales, casi todos liberales, más demócratas que él y opuestos al desatado intervencionismo del Estado, pero en España, en su territorio, donde ni siquiera tiene enfrente una oposición seria, no nos quedará otro remedio que soportar sus recetas socialistas desfasadas, inútiles y dañinas.
Muchos creímos que asumiría la sabia receta de las rebajas fiscales, también exigidas por la derecha de Rajoy, pero nos equivocamos. En España, donde Zapatero ejerce su dominio sin contemplaciones, no solo no baja los impuestos sino que los está subiendo, junto con las tasas, las inspecciones de Hacienda y las multas, cerrrando empresas y destruyendo puestos de trabajo masivamente, sin otro fin que conseguir fondos de los ciudadanos para que el Estado, convertido en empresario, intervenga y gestione la economía.
Pero Zapatero y su corte de burócratas del intervencionismo estatal y los privilegios ignoran conscientemente la dura evidencia que la historia ha demostrado hasta la saciedad: que el Estado es el peor empresario imaginable, siempre cien veces peor que esa empresa privada a la que ZP parece odiar tanto.
Un puesto de trabajo en un hospital público o en un colegio del Estado cuesta siempre más que el mismo puesto en un el sector privado. Las empresas estatales, incapaces de competir en la era de la globalización, han tenido que privatizarse para que funcionen y las intervenidas por el poder políticos son, casi sin excepción, ruinosas. La pretendida superioridad de la medicina pública en España se debe, únicamente, a que emplea masivamente el dinero de los impuestos en comprar equipos costosos y en pagar los sueldos de un personal que cada año bate records de improductividad y absentismo laboral.
Si alguien no frena en seco el demente sueño socialista de Zapatero de sustituir a las empresas por ese Estado monstruoso español, insostenible, costoso y basado en el despilfarro y en el privilegio de los políticos, España puede irse pronto a pique.
El intervencionismo estatal que Zapatero defiende es el que ha creado el actual Estado español, el menos sostenible y el más caro e inútil de Europa, con tres millones de funcionarios y otros 300.000 asesores y enchufados del poder, gran parte de ellos cobrando sin trabajar o desempeñando cargos creados para pagar favores a los "amigos" del partido o a los familiares de los políticos corruptos que controlan la maquinaria pública de perder dinero.
Ese Estado español, con más coches oficiales que los Estados Unidos e infectado de corrupción, clientelismo, amiguismo y despilfarro hasta el tuétano, es en el que Zapatero confía para que gestione nuestros impuestos de varios años y nos saque de la crisis.
¡Que Dios salve y bendiga a España!
Zapatero ha ocultado conscientemente en Wasington su rostro intervencionista y autoritario. Cuando la cumbre aprobó estímulos fiscales a la economía, lo asumió, pero solo aparentmente. Si no ha defendido en la capital del Imperio una solución socialista de la crisis, ha sido por miedo a quedar en ridículo ante los líderes mundiales, casi todos liberales, más demócratas que él y opuestos al desatado intervencionismo del Estado, pero en España, en su territorio, donde ni siquiera tiene enfrente una oposición seria, no nos quedará otro remedio que soportar sus recetas socialistas desfasadas, inútiles y dañinas.
Muchos creímos que asumiría la sabia receta de las rebajas fiscales, también exigidas por la derecha de Rajoy, pero nos equivocamos. En España, donde Zapatero ejerce su dominio sin contemplaciones, no solo no baja los impuestos sino que los está subiendo, junto con las tasas, las inspecciones de Hacienda y las multas, cerrrando empresas y destruyendo puestos de trabajo masivamente, sin otro fin que conseguir fondos de los ciudadanos para que el Estado, convertido en empresario, intervenga y gestione la economía.
Pero Zapatero y su corte de burócratas del intervencionismo estatal y los privilegios ignoran conscientemente la dura evidencia que la historia ha demostrado hasta la saciedad: que el Estado es el peor empresario imaginable, siempre cien veces peor que esa empresa privada a la que ZP parece odiar tanto.
Un puesto de trabajo en un hospital público o en un colegio del Estado cuesta siempre más que el mismo puesto en un el sector privado. Las empresas estatales, incapaces de competir en la era de la globalización, han tenido que privatizarse para que funcionen y las intervenidas por el poder políticos son, casi sin excepción, ruinosas. La pretendida superioridad de la medicina pública en España se debe, únicamente, a que emplea masivamente el dinero de los impuestos en comprar equipos costosos y en pagar los sueldos de un personal que cada año bate records de improductividad y absentismo laboral.
Si alguien no frena en seco el demente sueño socialista de Zapatero de sustituir a las empresas por ese Estado monstruoso español, insostenible, costoso y basado en el despilfarro y en el privilegio de los políticos, España puede irse pronto a pique.
El intervencionismo estatal que Zapatero defiende es el que ha creado el actual Estado español, el menos sostenible y el más caro e inútil de Europa, con tres millones de funcionarios y otros 300.000 asesores y enchufados del poder, gran parte de ellos cobrando sin trabajar o desempeñando cargos creados para pagar favores a los "amigos" del partido o a los familiares de los políticos corruptos que controlan la maquinaria pública de perder dinero.
Ese Estado español, con más coches oficiales que los Estados Unidos e infectado de corrupción, clientelismo, amiguismo y despilfarro hasta el tuétano, es en el que Zapatero confía para que gestione nuestros impuestos de varios años y nos saque de la crisis.
¡Que Dios salve y bendiga a España!
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