Podemos: de la ilusión a la decepción
Tiene razón Errejón cuando dice que la unión de Podemos con Izquierda Unida para crear Unidos Podemos ha restado en lugar de sumado, pero esa no es ni la única ni la principal razón del fracaso. Hay al menos una docena de errores graves que han propiciado la caída y vamos a enumerarlos y analizarlos.
El primero es que Podemos ha perdido la frescura y la atracción que tuvo el movimiento popular del 15 M, del que al principio se le consideró heredero y del que posteriormente se desvinculó y alejó.
El segundo es haber liquidado con rapidez y contundencia su originalidad como grupo político, su transversalidad y su movimiento asambleario, transformándose en un partido tradicional por su verticalidad, por el escaso peso de sus bases y por la excesiva concentración del poder en su cúspide dirigente.
El tercero es haberse ideologizado en exceso y tras haber nacido como un movimiento capaz de atraer a todos los descontentos e indignados de España, se transformó pronto en un partido de izquierda, con claros rasgos marxistas, lo que espantó a cientos de miles de simpatizantes que dejaron de votarlos.
El cuarto es haber cometido graves errores en las ciudades y espacios de poder que había conquistado, transformándose, a los ojos de los ciudadanos, en un partido más, capaz de cometer abuso de poder, clientelismo, nepotismo y distintos movimientos de corrupción, además de demostrar que no gobernaba para todos los ciudadanos, sino solo para los que les habían votado.
El quinto error grave fue su enfrentamiento con el PSOE y con Ciudadanos, partidos con los que podría haberse unido para formar gobierno y para presentar un frente unido contra el mal gobierno del PP. Pero, con estúpida arrogancia, sus dirigentes pensaron que iban directos hacia la victoria y que en esa ruta había que provocar unas nuevas elecciones y ser despectivos y altaneros, en lugar de cordiales y cooperativos.
Hubo otros muchos errores, entre los que destacan los incomprensibles cambios de ideología y principios, desde el independentismo al patriotismo, desde el marxismo a la socialdemocracia, desde el populismo a una fe en la democracia que nadie podía creerse.
Otros errores fueron la intransigencia en las negociaciones; los errores de tacto y de comunicación de Pablo Iglesias, sobre todo cuando insistía en su vicepresidencia y mostraba así una repugnante obsesión por el poder; las peleas internas y divisiones, en especial las que enfrentaron a Pablo Iglesias con Echenique y con Errejón; la marginación de muchos dirigentes de la primera ola, algunos de ellos con liderazgo popular en asambleas populares y de barrios, que les siguieren en la crítica y en el cuestionamiento de Podemos; las provocaciones a esa mayoría de españoles que siempre deambulan por el centro del espectro político y que, irritados por los planteamientos de Podemos, se convirtieron en críticos, y otros muchos errores que, sumados, constituyeron una verdadera estupidez política y una estrategia brutalmente equivocada.
De todos los errores, los dos principales fueron haberse divorciado gratuitamente del espíritu del 15 M, que portaba un aire ganador, y haberse ideologizado en exceso, abrazando la izquierda comunista, lo que provocó una estampida de sus votantes independientes, libres, demócratas y de las clases trabajadoras y medias.
Pero quizás el supremo error de Unidos Podemos esté consumándose en estos instantes al inundar las redes sociales e internet con acusaciones sobre un presunto fraude electoral realizado el 26 de junio. En lugar de asumir su derrota y admitir que los españoles han impedido el sorpasso que ellos espaeraban y han otorgado su confianza mayoritaria al PP, denucnian un fraude que no pueden demostrar y que tendrá efectos demoledores sobre el futuro político de un partido que equivoca con demasiada torpeza sus estrategias y tácticas y que proyecta una ambición y unas ansias de poder tan intensas que a los ciudadanos les produce desconfianza, rechazo y repugnancia.
El único camino seguro hacia la victoria de Podemos habría sido avanzar como un partido regerneador y amable, distinto de los demás, centrado en la protesta, con un componente ideológico mínimo y conservando la capacidad de "atraerse" a las grandes bolsas de españoles huérfanos: indignados, descontentos, empobrecidos por la crisis, víctimas del fisco, desempleados, demócratas, autónomos, clases medias aplastadas y la enorme cantidad de ciudadanos asustados ante el mal gobierno, la corrupción, el abuso de poder y la miseria de los viejos partidos.
Los errores de Podemos han tenido un efecto perverso y han reconstruido el poder de los viejos partidos. Millones de españoles que estaban dispuestos a votarles han retornado, con la nariz tapada, a las filas de la vieja derecha y de la vieja izquierda, asustados ante la amenazante imagen de un Podemos que quería cambiarlo todo sin miramientos, sin tacto y sin inteligencia política.
Francisco Rubiales
El primero es que Podemos ha perdido la frescura y la atracción que tuvo el movimiento popular del 15 M, del que al principio se le consideró heredero y del que posteriormente se desvinculó y alejó.
El segundo es haber liquidado con rapidez y contundencia su originalidad como grupo político, su transversalidad y su movimiento asambleario, transformándose en un partido tradicional por su verticalidad, por el escaso peso de sus bases y por la excesiva concentración del poder en su cúspide dirigente.
El tercero es haberse ideologizado en exceso y tras haber nacido como un movimiento capaz de atraer a todos los descontentos e indignados de España, se transformó pronto en un partido de izquierda, con claros rasgos marxistas, lo que espantó a cientos de miles de simpatizantes que dejaron de votarlos.
El cuarto es haber cometido graves errores en las ciudades y espacios de poder que había conquistado, transformándose, a los ojos de los ciudadanos, en un partido más, capaz de cometer abuso de poder, clientelismo, nepotismo y distintos movimientos de corrupción, además de demostrar que no gobernaba para todos los ciudadanos, sino solo para los que les habían votado.
El quinto error grave fue su enfrentamiento con el PSOE y con Ciudadanos, partidos con los que podría haberse unido para formar gobierno y para presentar un frente unido contra el mal gobierno del PP. Pero, con estúpida arrogancia, sus dirigentes pensaron que iban directos hacia la victoria y que en esa ruta había que provocar unas nuevas elecciones y ser despectivos y altaneros, en lugar de cordiales y cooperativos.
Hubo otros muchos errores, entre los que destacan los incomprensibles cambios de ideología y principios, desde el independentismo al patriotismo, desde el marxismo a la socialdemocracia, desde el populismo a una fe en la democracia que nadie podía creerse.
Otros errores fueron la intransigencia en las negociaciones; los errores de tacto y de comunicación de Pablo Iglesias, sobre todo cuando insistía en su vicepresidencia y mostraba así una repugnante obsesión por el poder; las peleas internas y divisiones, en especial las que enfrentaron a Pablo Iglesias con Echenique y con Errejón; la marginación de muchos dirigentes de la primera ola, algunos de ellos con liderazgo popular en asambleas populares y de barrios, que les siguieren en la crítica y en el cuestionamiento de Podemos; las provocaciones a esa mayoría de españoles que siempre deambulan por el centro del espectro político y que, irritados por los planteamientos de Podemos, se convirtieron en críticos, y otros muchos errores que, sumados, constituyeron una verdadera estupidez política y una estrategia brutalmente equivocada.
De todos los errores, los dos principales fueron haberse divorciado gratuitamente del espíritu del 15 M, que portaba un aire ganador, y haberse ideologizado en exceso, abrazando la izquierda comunista, lo que provocó una estampida de sus votantes independientes, libres, demócratas y de las clases trabajadoras y medias.
Pero quizás el supremo error de Unidos Podemos esté consumándose en estos instantes al inundar las redes sociales e internet con acusaciones sobre un presunto fraude electoral realizado el 26 de junio. En lugar de asumir su derrota y admitir que los españoles han impedido el sorpasso que ellos espaeraban y han otorgado su confianza mayoritaria al PP, denucnian un fraude que no pueden demostrar y que tendrá efectos demoledores sobre el futuro político de un partido que equivoca con demasiada torpeza sus estrategias y tácticas y que proyecta una ambición y unas ansias de poder tan intensas que a los ciudadanos les produce desconfianza, rechazo y repugnancia.
El único camino seguro hacia la victoria de Podemos habría sido avanzar como un partido regerneador y amable, distinto de los demás, centrado en la protesta, con un componente ideológico mínimo y conservando la capacidad de "atraerse" a las grandes bolsas de españoles huérfanos: indignados, descontentos, empobrecidos por la crisis, víctimas del fisco, desempleados, demócratas, autónomos, clases medias aplastadas y la enorme cantidad de ciudadanos asustados ante el mal gobierno, la corrupción, el abuso de poder y la miseria de los viejos partidos.
Los errores de Podemos han tenido un efecto perverso y han reconstruido el poder de los viejos partidos. Millones de españoles que estaban dispuestos a votarles han retornado, con la nariz tapada, a las filas de la vieja derecha y de la vieja izquierda, asustados ante la amenazante imagen de un Podemos que quería cambiarlo todo sin miramientos, sin tacto y sin inteligencia política.
Francisco Rubiales