Las vacaciones de Zapatero en el Parque Nacional de Doñana, mantenidas incluso después del atentado de ETA en Barajas, mientras policías y bomberos se esfuerzan por encontrar los cadáveres de los dos desaparecidos ecuatorianos, son chocantes o, quizás mejor, insolentes, cuando la sociedad española sigue conmocionada por el retorno del terror vasco.
A Zapatero le falta sensibilidad. Es como un robot. No percibe la catástrofe en su entorno. No se da cuenta de que gran parte de la opinión pública está indignada por su política de amistad o concordia con indeseables como los nacionalistas extremos o los atarras asesinos, ni capta que la gente está dejando de creer en la democracia y ya no se siente representada, ni es consciente de que él, no sólo como presidente del gobierno, sino también como artífice de la estrategia de negociación con la serpiente etarra, tiene responsabilidad política directa por todo lo que nos ocurre.
Zapatero de vacaciones mientras España, estupefacta, contempla y digiere el retorno de la bestia y las toneladas de hormigón destrozado por la bomba etarra, es un contrasentido, un monumento a la degradación de una democracia que, en manos de partidos políticos arrogantes y sin controles ciudadanos, se transforma velozmente en una oligocracia o en una dictadura legal.
A Zapatero le falta sensibilidad. Es como un robot. No percibe la catástrofe en su entorno. No se da cuenta de que gran parte de la opinión pública está indignada por su política de amistad o concordia con indeseables como los nacionalistas extremos o los atarras asesinos, ni capta que la gente está dejando de creer en la democracia y ya no se siente representada, ni es consciente de que él, no sólo como presidente del gobierno, sino también como artífice de la estrategia de negociación con la serpiente etarra, tiene responsabilidad política directa por todo lo que nos ocurre.
Zapatero de vacaciones mientras España, estupefacta, contempla y digiere el retorno de la bestia y las toneladas de hormigón destrozado por la bomba etarra, es un contrasentido, un monumento a la degradación de una democracia que, en manos de partidos políticos arrogantes y sin controles ciudadanos, se transforma velozmente en una oligocracia o en una dictadura legal.