Para los que nos dedicamos a analizar la realidad de España con la intención de servir la verdad al ciudadano, como manda la democracia, lo más sorprendente son las grandes mentiras del poder. Son tantas y tan profundas que es difícil descubrirlas. El poder y sus perros de la mentira (políticos, altos cargos y periodistas sometidos) repiten tantas veces las mentiras que terminamos asumiéndolas como verdades.
Durante años hemos mantenido que en España había 10.000 aforados. Los que manejábamos esa cifra éramos considerados exagerados y parciales, pero ahora nos enteramos, por boca nada menos que del Ministro de Justicia, Ruiz Gallardon, que los aforados en España son 17.621.
Y nos preguntamos con miedo: ?Ocurrirá lo mismo con los datos sobre imputados, casos de corrupción, deuda pública, número de suicidios, abusos policiales, dinero público robado y mil cosas más?
Otra de las grandes mentiras de España es la igualdad, que se proclama pero que no existe, ni ante la ley ni ante los poderes públicos ni ante nada. En España suele ir velozmente a la cárcel quien roba un jamón en un supermercado, pero nunca quien roba muchos millones a la Hacienda pública.
Otra gran mentira es la democracia, teóricamente el sistema político oficial del país, pero que no existe porque España incumple todos los requisitos básicos de ese sistema, sobre todo la básica separación de los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y Judicial).
Tampoco es cierto que los partidos políticos y sindicatos sean instituciones necesarias para el. buen funcionamiento de la vida pública porque realmente son ya organizaciones tan corrompidas y cargadas de delitos que cualquier Justicia democrática y eficiente las habría prohibido por acumulación de delitos y comportamientos contrarios a la legalidad.
La honradez de algunos políticos es otra de las grandes mentiras. La tesis oficial es que hay políticos corruptos y honestos, pero lo real es que es lícito calificarlos a todos como corruptos porque ninguno de ellos denuncia la corrupción que se vive en su entorno, dentro de sus propios partidos y en las instituciones. Ellos, los que se consideran honrados, conocen la corrupción y a los corruptos, pero no los denuncian, lo que los convierte en cómplices, según la ley.
Puede que España sea un país mas podrido por las mentiras del poder que por la misma corrupción. Hasta el mismo rey Juan Carlos se atrevió a decir en público, nada menos que en su solemne discurso de Navidad que en España "la ley es igual para todos", una mentira flagrante, hiriente y dolorosa porque los españoles saben y han comprobado hasta la saciedad que los poderosos suelen vivir en la impunidad y escapan indemnes del castigo que merecen.
Cada día los españoles se desayunan con un escándalo o varios, muchos de los cuales destruyen creencias y certezas. Descubrimos un día que las empresas que deben rendir cuentas de las subvenciones que reciben son frecuentemente "exoneradas" por los políticos de esa obligación o descubrimos que los partidos y sindicatos no pagan muchos de los créditos bancarios que deben, los cuales le son perdonados por las entidades. Otro día nos enteramos que hay acuerdos secretos entra España y otros países, que incluyen la entrega de dinero a cambio de determinados favores o que los grandes partidos españoles, para obtener el apoyo de los nacionalistas catalanes y poder gobernar la nación, les compensaron con dinero e impunidad.
Esas decepciones y suciedades han convertido a los españoles en un pueblo escéptico, políticamente sin ilusiones colectivas, decepcionado y con un profundo rechazo a una clase política que quiere castigar expulsándola del poder, porque no lo merece.
La ansiada regeneración de España pasa por una profunda reforma de las leyes que incluyan castigos para la corrupción y las mentiras oficiales. La democracia es claramente un sistema basado en la transparencia y en el derecho ciudadano a conocer la verdad para tomar las decisiones acertadas.
La verdad es imprescindible para el sistema y la mentira es incompatible con la democracia. Es una de las razones que hacen de España una cloaca.
Durante años hemos mantenido que en España había 10.000 aforados. Los que manejábamos esa cifra éramos considerados exagerados y parciales, pero ahora nos enteramos, por boca nada menos que del Ministro de Justicia, Ruiz Gallardon, que los aforados en España son 17.621.
Y nos preguntamos con miedo: ?Ocurrirá lo mismo con los datos sobre imputados, casos de corrupción, deuda pública, número de suicidios, abusos policiales, dinero público robado y mil cosas más?
Otra de las grandes mentiras de España es la igualdad, que se proclama pero que no existe, ni ante la ley ni ante los poderes públicos ni ante nada. En España suele ir velozmente a la cárcel quien roba un jamón en un supermercado, pero nunca quien roba muchos millones a la Hacienda pública.
Otra gran mentira es la democracia, teóricamente el sistema político oficial del país, pero que no existe porque España incumple todos los requisitos básicos de ese sistema, sobre todo la básica separación de los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y Judicial).
Tampoco es cierto que los partidos políticos y sindicatos sean instituciones necesarias para el. buen funcionamiento de la vida pública porque realmente son ya organizaciones tan corrompidas y cargadas de delitos que cualquier Justicia democrática y eficiente las habría prohibido por acumulación de delitos y comportamientos contrarios a la legalidad.
La honradez de algunos políticos es otra de las grandes mentiras. La tesis oficial es que hay políticos corruptos y honestos, pero lo real es que es lícito calificarlos a todos como corruptos porque ninguno de ellos denuncia la corrupción que se vive en su entorno, dentro de sus propios partidos y en las instituciones. Ellos, los que se consideran honrados, conocen la corrupción y a los corruptos, pero no los denuncian, lo que los convierte en cómplices, según la ley.
Puede que España sea un país mas podrido por las mentiras del poder que por la misma corrupción. Hasta el mismo rey Juan Carlos se atrevió a decir en público, nada menos que en su solemne discurso de Navidad que en España "la ley es igual para todos", una mentira flagrante, hiriente y dolorosa porque los españoles saben y han comprobado hasta la saciedad que los poderosos suelen vivir en la impunidad y escapan indemnes del castigo que merecen.
Cada día los españoles se desayunan con un escándalo o varios, muchos de los cuales destruyen creencias y certezas. Descubrimos un día que las empresas que deben rendir cuentas de las subvenciones que reciben son frecuentemente "exoneradas" por los políticos de esa obligación o descubrimos que los partidos y sindicatos no pagan muchos de los créditos bancarios que deben, los cuales le son perdonados por las entidades. Otro día nos enteramos que hay acuerdos secretos entra España y otros países, que incluyen la entrega de dinero a cambio de determinados favores o que los grandes partidos españoles, para obtener el apoyo de los nacionalistas catalanes y poder gobernar la nación, les compensaron con dinero e impunidad.
Esas decepciones y suciedades han convertido a los españoles en un pueblo escéptico, políticamente sin ilusiones colectivas, decepcionado y con un profundo rechazo a una clase política que quiere castigar expulsándola del poder, porque no lo merece.
La ansiada regeneración de España pasa por una profunda reforma de las leyes que incluyan castigos para la corrupción y las mentiras oficiales. La democracia es claramente un sistema basado en la transparencia y en el derecho ciudadano a conocer la verdad para tomar las decisiones acertadas.
La verdad es imprescindible para el sistema y la mentira es incompatible con la democracia. Es una de las razones que hacen de España una cloaca.