La gran amistad de Juan Carlos con los árabes convirtió a España en una pieza clave del ajedrez mundial. Hay, esa fuerza ya ha desaparecido
Si el pueblo español tuviera conciencia de hasta que punto ha caído España en el concierto mundial y cuan devaluada están nuestras clases dirigentes, saldría a las calles, indignado, para expulsar del poder a la pandilla de políticos fracasados que han convertido el país en un remedo esperpéntico de lo que fue en el pasado, hace apenas unas décadas, cuando se hablaba del "milagro español" y tanto Italia como Francia temían que la pujante España los sobrepasara.
Hoy, aquella España de los años 70 y principios de los 80 ya no existe porque ha sido destrozada por unos políticos sin clase ni estilo, sin sabiduría ni eficacia, que han patrocinado el descenso del país a los infiernos, hasta convertirlo en el mayor problema de Europa.
Al morir Franco España era la novena potencia industrial del mundo y no paraba de crecer. Hoy es ya el país número 16 de Europa en renta per cápita y no para de descender escalones en riqueza, influencia y prestigio. Es también uno de los países mas endeudados y el que tiene la economía más frágil y dañada de Europa. De ser la "estrella ascendente" de la Unión Europea, España ha pasado a ser el gran problema de Europa.
El desastre se lo debemos a nuestros políticos y, en mucha menor medida, a nuestros empresarios Pero mientras no hay políticos que se hayan distinguido y hayan logrado eludir la catástrofe, si hay emprendedores brillantes, que han seguido dando la talla y compitiendo con brío y mérito en los complejos mercados mundiales. Algunas de nuestras empresas, como la INDITEX de Amancio Ortega, se han convertido en un admirable ejemplo de acierto y expansión mundial, mientras otras siguen destacando en ámbitos como las obras públicas y el turismo, pero eso no ha bastado para contrarrestar la desgracia y la ruina provocadas por una clase política que es de las peores del planeta, infectada de mediocridad, corrupción, antidemocrática, izquierdismo totalitario y déficit ético.
Los empresarios, que son la única esperanza de España, son despreciados por la masa del pueblo subyugado y abducido por el socialismo y comunismo y acosados con impuestos y trabas de diferente índole. El mejor ejemplo de lo que significa ser empresario en España lo representa Amancio Ortega, un triunfador a escala mundial que en lugar de ser admirado y querido en su patria, donde ha creado miles de puestos de trabajo y tributa cientos de millones en impuestos, es despreciado y criticado por la chusma totalitaria, que por desgracia forma parte del gobierno de la nación.
Los políticos, impulsores de la "desgracia" española y asesinos del "milagro" español, tanto desde la derecha como desde la izquierda y el violento nacionalismo lleno de odio, han impuesto medidas causantes de destrucción y quiebra en la economía, como los impuestos abusivos y confiscatorios, la protección de delincuentes como los ladrones de viviendas (conocidos como okupas), la loca hipertrofia del Estado, plagado de empleados inútiles, y un insano e injusto recelo hacia los emprendedores que corroe la economía y genera inseguridad y rechazo entre los inversores y emprendedores.
Cuando el hoy rey emérito era el pastor de las élites españolas, su influencia en el mundo era un gran valor para el país. Estaba envuelto en corrupción y abuso de poder, pero conseguía negocios de gran envergadura, como el AVE de La Meca, que eran para España gracias al poder de sus élites, capaces de lograr contratos de grandes obras como la modernización del Canal de Panamá y construcciones de barcos y aviones para numerosos países.
Hay, con Pedro Sánchez y su tropa de mediocres, España no es capaz de vender nada, salvo las migajas que los europeos y anglosajones le dejan para que no quiebre y siga pagando sus deudas, cada día más cuantiosas y desorbitadas. Los únicos que ahora descuelgan el teléfono para gobernar España desde las sombras son los ayudantes de Bill Gates, Soros, Rothschild y Rockefeller y otros de los que ni siquiera se sabe el nombre.
Nuestros políticos han logrado que España sea una cagarruta entre las naciones.
Francisco Rubiales
Hoy, aquella España de los años 70 y principios de los 80 ya no existe porque ha sido destrozada por unos políticos sin clase ni estilo, sin sabiduría ni eficacia, que han patrocinado el descenso del país a los infiernos, hasta convertirlo en el mayor problema de Europa.
Al morir Franco España era la novena potencia industrial del mundo y no paraba de crecer. Hoy es ya el país número 16 de Europa en renta per cápita y no para de descender escalones en riqueza, influencia y prestigio. Es también uno de los países mas endeudados y el que tiene la economía más frágil y dañada de Europa. De ser la "estrella ascendente" de la Unión Europea, España ha pasado a ser el gran problema de Europa.
El desastre se lo debemos a nuestros políticos y, en mucha menor medida, a nuestros empresarios Pero mientras no hay políticos que se hayan distinguido y hayan logrado eludir la catástrofe, si hay emprendedores brillantes, que han seguido dando la talla y compitiendo con brío y mérito en los complejos mercados mundiales. Algunas de nuestras empresas, como la INDITEX de Amancio Ortega, se han convertido en un admirable ejemplo de acierto y expansión mundial, mientras otras siguen destacando en ámbitos como las obras públicas y el turismo, pero eso no ha bastado para contrarrestar la desgracia y la ruina provocadas por una clase política que es de las peores del planeta, infectada de mediocridad, corrupción, antidemocrática, izquierdismo totalitario y déficit ético.
Los empresarios, que son la única esperanza de España, son despreciados por la masa del pueblo subyugado y abducido por el socialismo y comunismo y acosados con impuestos y trabas de diferente índole. El mejor ejemplo de lo que significa ser empresario en España lo representa Amancio Ortega, un triunfador a escala mundial que en lugar de ser admirado y querido en su patria, donde ha creado miles de puestos de trabajo y tributa cientos de millones en impuestos, es despreciado y criticado por la chusma totalitaria, que por desgracia forma parte del gobierno de la nación.
Los políticos, impulsores de la "desgracia" española y asesinos del "milagro" español, tanto desde la derecha como desde la izquierda y el violento nacionalismo lleno de odio, han impuesto medidas causantes de destrucción y quiebra en la economía, como los impuestos abusivos y confiscatorios, la protección de delincuentes como los ladrones de viviendas (conocidos como okupas), la loca hipertrofia del Estado, plagado de empleados inútiles, y un insano e injusto recelo hacia los emprendedores que corroe la economía y genera inseguridad y rechazo entre los inversores y emprendedores.
Cuando el hoy rey emérito era el pastor de las élites españolas, su influencia en el mundo era un gran valor para el país. Estaba envuelto en corrupción y abuso de poder, pero conseguía negocios de gran envergadura, como el AVE de La Meca, que eran para España gracias al poder de sus élites, capaces de lograr contratos de grandes obras como la modernización del Canal de Panamá y construcciones de barcos y aviones para numerosos países.
Hay, con Pedro Sánchez y su tropa de mediocres, España no es capaz de vender nada, salvo las migajas que los europeos y anglosajones le dejan para que no quiebre y siga pagando sus deudas, cada día más cuantiosas y desorbitadas. Los únicos que ahora descuelgan el teléfono para gobernar España desde las sombras son los ayudantes de Bill Gates, Soros, Rothschild y Rockefeller y otros de los que ni siquiera se sabe el nombre.
Nuestros políticos han logrado que España sea una cagarruta entre las naciones.
Francisco Rubiales