Para los viejos partidos políticos corruptos que han gobernado España en las tres últimas décadas y para los cientos de miles de políticos apesebrados y parásitos que viven del sistema sin ofrecer a cambio valor alguno, sin honradez, ni eficacia, Podemos es un populismo peligroso que trae consigo la amenaza del comunismo y la creación en España de una Venezuela empobrecida, enfrentada y en manos de élites políticas totalitarias y apalancadas en el Estado.
Pero para millones de españoles, muchos de los cuales son víctimas de la injusticia reinante o frustrados por la suciedad y antidemocracia que dominan el panorama español, Podemos es un puñetazo en el rostro de los corruptos y parásitos, un tornado que amenaza con llevarse por delante lacras y abusos como los 17 gobiernos autonómicos inútiles, las cincuenta diputaciones superfluas, el Senado convertido en un aparcamiento de lujo para políticos caducados, las fundaciones, asociaciones e instituciones dominadas por el poder político, los cientos de miles de enchufados, todos ellos innecesarios y aferrados como piojos al presupuesto nacional, los políticos corruptos y atiborrados de privilegios inmerecidos y los miles de saqueadores y chorizos que han utilizado la política y el poder para enriquecerse ilícitamente, para incrementar su patrimonio de manera inexplicable y para apalancarse en un poder al que llaman democrático pero que en realidad es una dictadura de élites reñida no solo con la democracia, sino con también con la decencia, la ética y la dignidad, un sistema infernal que en lugar de servir para ordenar, impulsar y hacer Justicia, se ha convertido en una losa de plomo y de baba que infecta la nación y hace de España una inmensa cloaca.
Para los demócratas que llevamos años preocupados por la sucia deriva de España e indignados ante la suciedad que han esparcido los viejos partidos, inmersos en la corrupción y el abuso de poder, esas dos caras de Podemos tienen que ser cuidadosamente observadas hasta saber cual de las dos se fortalece y prevalece en ese nuevo partido.
Si esa nueva fuerza política lograra desprenderse de sus influencias y amenazas totalitarias y comunistas, sería una bendición del cielo para España y el látigo que merecen los corruptos, los despilfarradores, los saqueadores impunes, los que cobran impuestos abusivos, los que se reparten dinero negro en sobres que escapan a Hacienda, los que han alimentado y potenciado el nacionalismo y el independentismo, aquellos que han cerrado cientos de miles de empresas y enviado al desempleo y la pobreza a millones de españoles, por torpes y egoístas, los que han creado un Estado obeso, incosteable a plagado de enchufados a sueldo, sin otro mérito que el carné del partido, y los que han endeudado el país hasta la locura, hipotecando injusta y temerariamente el futuro de nuestra nación.
Pero si Podemos pretende crecer al margen de la democracia y la libertad, abrazando experiencias tan sucias e injustas como la URSS, Cuba y Venezuela, si esconde el totalitarismo populista en su mochila, entonces la gente demócrata y decente de España debe tratarlos con el mismo desprecio que merecen los viejos partidos que han arruinado nuestra nación y degradado la sociedad española.
Los demócratas debemos observar con atención y reservarnos la única fuerza que los políticos españoles, tan poco democráticos, después de expulsarnos de la participación y de los procesos de toma de decisiones, han dejado en nuestras manos: el voto, un recurso de oro que debemos usar para apoyar a quien lo merezca y, si no existiera nadie con mérito, para expulsar del Estado a la jauría de malos gestores y políticos sin ética que nos han conducido hacia la derrota y el fracaso.
Pero para millones de españoles, muchos de los cuales son víctimas de la injusticia reinante o frustrados por la suciedad y antidemocracia que dominan el panorama español, Podemos es un puñetazo en el rostro de los corruptos y parásitos, un tornado que amenaza con llevarse por delante lacras y abusos como los 17 gobiernos autonómicos inútiles, las cincuenta diputaciones superfluas, el Senado convertido en un aparcamiento de lujo para políticos caducados, las fundaciones, asociaciones e instituciones dominadas por el poder político, los cientos de miles de enchufados, todos ellos innecesarios y aferrados como piojos al presupuesto nacional, los políticos corruptos y atiborrados de privilegios inmerecidos y los miles de saqueadores y chorizos que han utilizado la política y el poder para enriquecerse ilícitamente, para incrementar su patrimonio de manera inexplicable y para apalancarse en un poder al que llaman democrático pero que en realidad es una dictadura de élites reñida no solo con la democracia, sino con también con la decencia, la ética y la dignidad, un sistema infernal que en lugar de servir para ordenar, impulsar y hacer Justicia, se ha convertido en una losa de plomo y de baba que infecta la nación y hace de España una inmensa cloaca.
Para los demócratas que llevamos años preocupados por la sucia deriva de España e indignados ante la suciedad que han esparcido los viejos partidos, inmersos en la corrupción y el abuso de poder, esas dos caras de Podemos tienen que ser cuidadosamente observadas hasta saber cual de las dos se fortalece y prevalece en ese nuevo partido.
Si esa nueva fuerza política lograra desprenderse de sus influencias y amenazas totalitarias y comunistas, sería una bendición del cielo para España y el látigo que merecen los corruptos, los despilfarradores, los saqueadores impunes, los que cobran impuestos abusivos, los que se reparten dinero negro en sobres que escapan a Hacienda, los que han alimentado y potenciado el nacionalismo y el independentismo, aquellos que han cerrado cientos de miles de empresas y enviado al desempleo y la pobreza a millones de españoles, por torpes y egoístas, los que han creado un Estado obeso, incosteable a plagado de enchufados a sueldo, sin otro mérito que el carné del partido, y los que han endeudado el país hasta la locura, hipotecando injusta y temerariamente el futuro de nuestra nación.
Pero si Podemos pretende crecer al margen de la democracia y la libertad, abrazando experiencias tan sucias e injustas como la URSS, Cuba y Venezuela, si esconde el totalitarismo populista en su mochila, entonces la gente demócrata y decente de España debe tratarlos con el mismo desprecio que merecen los viejos partidos que han arruinado nuestra nación y degradado la sociedad española.
Los demócratas debemos observar con atención y reservarnos la única fuerza que los políticos españoles, tan poco democráticos, después de expulsarnos de la participación y de los procesos de toma de decisiones, han dejado en nuestras manos: el voto, un recurso de oro que debemos usar para apoyar a quien lo merezca y, si no existiera nadie con mérito, para expulsar del Estado a la jauría de malos gestores y políticos sin ética que nos han conducido hacia la derrota y el fracaso.