Son las banderas oportunas, las que millones de españoles quieren ver alzadas y defendidas por sus políticos: unidad de España y lucha sin cuartel contra la corrupción. Son las dos banderas que ha alzado la socialista andaluza Susana Díaz en su lucha por controlar el poder en el PSOE y, posteriormente, presidir el gobierno de España. Pero Susana, que preside el gobierno regional mas corrupto y atrasado de España, tiene un grave problema porque no va a ser fácil que los españoles la crean.
Si Susana hubiera dedicado su energía y poder a limpiar y regenerar Andalucía, hoy sería la líder indiscutible que España espera para salir de la miseria política en la que le han sepultado el PP y el PSOE, pero Susana no ha barrido su casa y el olor a sucio ahora le está asfixiando.
Mirarán su obra de gobierno, la inmensa corrupción que anida en el socialismo andaluz, el profundo atraso de esa región y la abrumadora y asfixiante presencia de la Junta de Andalucía en la sociedad y los españoles pensarán que las banderas de Susana son falsas banderas, simples trapos oportunistas alzados para conquistar los corazones y las mentes de un pueblo cansado de ser aplastado y mal gobernado por su clase política.
Cuando los españoles centren su mirada en Andalucía y comprueben que casi cuatro décadas de socialismo y una lluvia de miles de millones de euros, recibidos para que la región prospere y se desarrolle, han servido para mantener un sitio fijo en la cola de Europa y destacar en atraso, desempleo, avance de la pobreza, baja calidad educativa y otras muchas lacras, y también para que el viejo caciquismo rural con derecho de pernada haya sido sustituido por el nuevo caciquismo de los políticos, dueños del destino de los pobres, del poder y del dinero, que reparten de manera arbitraria, reservándose la mejor parte para ellos y sus amigos, dudarán con razón de las intenciones y de la sinceridad de Susana. Cuando contemplen, por ejemplo, la vigencia en Andalucía de un impuesto de sucesiones depredador y abusivo, que impide a miles de ciudadanos recibir sus herencias, descubrirán que Susana esconde cartas que no quiere mostrar. Cuando descubran que muchos andaluces incrustados en el poder carecen de conciencia y manejan el dinero público como si fuera propio, que miles de cargos públicos se han enriquecido sin poder explicar el origen de sus patrimonios, sin que les haya ocurrido nada, cuando miren a Andalucía y vean cómo se han distribuido las subvenciones y con que facilidad los amigos del poder socialista, entre ellos varios ex consejeros, han recibido cientos de millones de euros, mientras empresas honradas y andaluces decentes solo recibían marginación, por no concordar con el pensamiento dominante, entonces dudarán de Susana y de sus hermosas banderas alzadas.
Susana lo tiene casi todo a su favor, desde superioridad personal sobre un dirigente mediocre como Pedro Sánchez, hasta una sociedad española que desea acoger un liderazgo femenino, pero tiene también un poderoso obstáculo en la credibilidad, un problema de difícil solución.
Por eso sus asesores dudan y sienten miedo de dar la batalla, porque conocen la realidad andaluza y temen tener que ponerla sobre la mesa para que los españoles la sometan a inspección y debate. Por culpa de esos miedos, Susana y los suyos temen la confrontación abierta y, a pesar de que tienen votos suficientes para ganar un congreso abierto, buscan una oportunidad para que el PSOE caiga en manos de la presidenta por aclamación, sin un debate a cuchillo corto en el que podrían relucir las miserias andaluzas. Ellos saben que Andalucía es una realidad política tan deprimente que generará rechazo y repulsión entre los demócratas y la gente decente y de buena voluntad, todo un problema para Susana.
(Este artículo acaba de ser publicado por el diario digital "Confidencial Andaluz")
Si Susana hubiera dedicado su energía y poder a limpiar y regenerar Andalucía, hoy sería la líder indiscutible que España espera para salir de la miseria política en la que le han sepultado el PP y el PSOE, pero Susana no ha barrido su casa y el olor a sucio ahora le está asfixiando.
Mirarán su obra de gobierno, la inmensa corrupción que anida en el socialismo andaluz, el profundo atraso de esa región y la abrumadora y asfixiante presencia de la Junta de Andalucía en la sociedad y los españoles pensarán que las banderas de Susana son falsas banderas, simples trapos oportunistas alzados para conquistar los corazones y las mentes de un pueblo cansado de ser aplastado y mal gobernado por su clase política.
Cuando los españoles centren su mirada en Andalucía y comprueben que casi cuatro décadas de socialismo y una lluvia de miles de millones de euros, recibidos para que la región prospere y se desarrolle, han servido para mantener un sitio fijo en la cola de Europa y destacar en atraso, desempleo, avance de la pobreza, baja calidad educativa y otras muchas lacras, y también para que el viejo caciquismo rural con derecho de pernada haya sido sustituido por el nuevo caciquismo de los políticos, dueños del destino de los pobres, del poder y del dinero, que reparten de manera arbitraria, reservándose la mejor parte para ellos y sus amigos, dudarán con razón de las intenciones y de la sinceridad de Susana. Cuando contemplen, por ejemplo, la vigencia en Andalucía de un impuesto de sucesiones depredador y abusivo, que impide a miles de ciudadanos recibir sus herencias, descubrirán que Susana esconde cartas que no quiere mostrar. Cuando descubran que muchos andaluces incrustados en el poder carecen de conciencia y manejan el dinero público como si fuera propio, que miles de cargos públicos se han enriquecido sin poder explicar el origen de sus patrimonios, sin que les haya ocurrido nada, cuando miren a Andalucía y vean cómo se han distribuido las subvenciones y con que facilidad los amigos del poder socialista, entre ellos varios ex consejeros, han recibido cientos de millones de euros, mientras empresas honradas y andaluces decentes solo recibían marginación, por no concordar con el pensamiento dominante, entonces dudarán de Susana y de sus hermosas banderas alzadas.
Susana lo tiene casi todo a su favor, desde superioridad personal sobre un dirigente mediocre como Pedro Sánchez, hasta una sociedad española que desea acoger un liderazgo femenino, pero tiene también un poderoso obstáculo en la credibilidad, un problema de difícil solución.
Por eso sus asesores dudan y sienten miedo de dar la batalla, porque conocen la realidad andaluza y temen tener que ponerla sobre la mesa para que los españoles la sometan a inspección y debate. Por culpa de esos miedos, Susana y los suyos temen la confrontación abierta y, a pesar de que tienen votos suficientes para ganar un congreso abierto, buscan una oportunidad para que el PSOE caiga en manos de la presidenta por aclamación, sin un debate a cuchillo corto en el que podrían relucir las miserias andaluzas. Ellos saben que Andalucía es una realidad política tan deprimente que generará rechazo y repulsión entre los demócratas y la gente decente y de buena voluntad, todo un problema para Susana.
(Este artículo acaba de ser publicado por el diario digital "Confidencial Andaluz")