Putin y Sánchez, dos sátrapas en el poder
Las viejas divisiones del mundo en derechas o izquierdas o en comunismo y democracia se han quedado obsoletas en el complejo mundo del presente y son incapaces de reflejar la realidad. La división más precisa del mundo actual distinguiría entre países que respetan al ciudadano y las libertades, por un lado, y países cuyos gobiernos tienen demasiado poder y ejercen una tiranía más o menos intensa. Otro matiz de la división en el mundo actual es el de que hay países que luchan por el bien común y otros que lo hacen para beneficiar a las élites.
El Estado, en las actuales democracias degeneradas, es, si cabe, todavía más fuerte y dominante que el viejo Estado Soviético, además de mucho más inteligente. No necesita la censura porque ha logrado imponer la autocensura y gestiona el miedo y la mentira de manera sofisticada y hábil, logrando que los esclavos se sientan libres. Los poderosos en las democracias gozan de los mismos o superiores privilegios que los que disfrutaba la nomenclatura de Breznev: sueldos altos, coches oficiales, acceso a la corrupción y a fondos secretos, impunidad práctica, poder sobre los demás, ostentación, etc.
El sistema seudodemocrático que nos gobierna y el anticuado sistema soviético funcionan con el mismo mecanismo básico: El Estado aplica fuerza letal a toda la población para abastecerse de todo lo necesario, sin tener que justificarse. De ese modo cobra impuestos injustos que financian un Estado injusto e insensible, sólo al servicio de los poderosos.
El Estado, en España, nos dice lo que tenemos que pensar y decir. Ese es el punto de no retorno que anula la democracia y nos acerca al viejo Estado soviético.
La única forma de escapar del indecente dominio de las élites corrompidas socialcomunistas es formando desde las escuelas de párvulos a ciudadanos libres y capaces de imponer una democracia real, el sistema que limita el poder de los que gobiernan e impide que corruptos, sinvergüenzas y ladrones se apoderen del Estado.
La lucha contra los tiranos se ha convertido en la columna vertebral de la Humanidad entera, no como antes, que sólo se desarrollaba en las tiranías comunistas. Hoy, existen democracia degeneradas que pasan por ser sistemas libres que en realidad son más crueles, blindadas y anti ciudadanas que los viejos comunismos.
Contra Stalin o Breznev era imposible luchar porque el Estado era casi invencible. Algo parecido ocurre en España con Pedro Sánchez, que pierde todas las consultas populares y sigue ejerciendo una especie de tiranía contra la que nadie puede luchar con éxito porque domina todos los recursos y resortes del Estado.
Tanto el viejo comunismo soviético como Sánchez se permiten el lujo de imponer leyes y normas contrarias al interés general y rechazadas por las mayorías sin que les ocurra nada. La ley de Memoria Democrática española es un claro ejemplo de ley impuesta gracias a partidos corruptos y que sería ampliamente rechazada por el pueblo si fuera sometida a referéndum libre.
En uno y otro caso, el gobierno está enfrentado al pueblo y los intereses de los gobernantes no coinciden con los populares y democráticos.
En el único aspecto donde las democracias degradadas y el comunismo parecen distantes es en el ejercicio de la libertad, que parece mucho mayor en las democracias degradadas. Sin embargo, la libertad en esos sistemas falsamente libres tiene siempre un límite, que no es otro que el poder político de los que gobiernan, que cuando se sienten amenazados reaccionan cercenando esas libertades y derechos e incluso aplastando al rebelde, si es necesario.
Francisco Rubiales
El Estado, en las actuales democracias degeneradas, es, si cabe, todavía más fuerte y dominante que el viejo Estado Soviético, además de mucho más inteligente. No necesita la censura porque ha logrado imponer la autocensura y gestiona el miedo y la mentira de manera sofisticada y hábil, logrando que los esclavos se sientan libres. Los poderosos en las democracias gozan de los mismos o superiores privilegios que los que disfrutaba la nomenclatura de Breznev: sueldos altos, coches oficiales, acceso a la corrupción y a fondos secretos, impunidad práctica, poder sobre los demás, ostentación, etc.
El sistema seudodemocrático que nos gobierna y el anticuado sistema soviético funcionan con el mismo mecanismo básico: El Estado aplica fuerza letal a toda la población para abastecerse de todo lo necesario, sin tener que justificarse. De ese modo cobra impuestos injustos que financian un Estado injusto e insensible, sólo al servicio de los poderosos.
El Estado, en España, nos dice lo que tenemos que pensar y decir. Ese es el punto de no retorno que anula la democracia y nos acerca al viejo Estado soviético.
La única forma de escapar del indecente dominio de las élites corrompidas socialcomunistas es formando desde las escuelas de párvulos a ciudadanos libres y capaces de imponer una democracia real, el sistema que limita el poder de los que gobiernan e impide que corruptos, sinvergüenzas y ladrones se apoderen del Estado.
La lucha contra los tiranos se ha convertido en la columna vertebral de la Humanidad entera, no como antes, que sólo se desarrollaba en las tiranías comunistas. Hoy, existen democracia degeneradas que pasan por ser sistemas libres que en realidad son más crueles, blindadas y anti ciudadanas que los viejos comunismos.
Contra Stalin o Breznev era imposible luchar porque el Estado era casi invencible. Algo parecido ocurre en España con Pedro Sánchez, que pierde todas las consultas populares y sigue ejerciendo una especie de tiranía contra la que nadie puede luchar con éxito porque domina todos los recursos y resortes del Estado.
Tanto el viejo comunismo soviético como Sánchez se permiten el lujo de imponer leyes y normas contrarias al interés general y rechazadas por las mayorías sin que les ocurra nada. La ley de Memoria Democrática española es un claro ejemplo de ley impuesta gracias a partidos corruptos y que sería ampliamente rechazada por el pueblo si fuera sometida a referéndum libre.
En uno y otro caso, el gobierno está enfrentado al pueblo y los intereses de los gobernantes no coinciden con los populares y democráticos.
En el único aspecto donde las democracias degradadas y el comunismo parecen distantes es en el ejercicio de la libertad, que parece mucho mayor en las democracias degradadas. Sin embargo, la libertad en esos sistemas falsamente libres tiene siempre un límite, que no es otro que el poder político de los que gobiernan, que cuando se sienten amenazados reaccionan cercenando esas libertades y derechos e incluso aplastando al rebelde, si es necesario.
Francisco Rubiales