Mientras que el gobierno irlandés, con un rechazo de poco más del 70 por ciento de su pueblo, ha tenido que anunciar la convocatoria de elecciones anticipadas, tras haber tenido que aceptar el rescate de su economía por la Unión Europea, el español que preside Zapatero, bastante más impopular y rechazado por su pueblo con un porcentaje mayor, no sólo no dimite y permite a su pueblo pronunciarse en las urnas, sino que se ha atrincherado en el poder con una arrogancia y un descaro intensamente antidemocráticos.
Esa es la "paradoja española", un comportamiento político vergonzoso de los gobernantes socialistas españoles, incompatible con la democracia, que sorprende al mundo entero y que revela con claridad meridiana la bajísima calidad del sistema político español.
La popularidad de Zapatero, según la encuestas, oscila entre el 12 y el 24 por ciento. En algunas consultas, el resultado es todavía más contundente: es rechazado por el 80 por ciento de los electores socialistas. Esos resultados permiten afirmar sin riesgo de error que nueve de cada diez españoles están descontentos con Zapatero y no confían en su liderazgo, un porcentaje democráticamente insoportable, que haría dimitir a cualquier político con vergüenza del mundo.
Pero "España es diferente" y Zapatero está atrincherado en el poder, a pesar de que la mayoría de los españoles saben ya que él es el principal obstáculo que impide el relanzamiento de la economía española, cuyo perfil es tan bajo que parece un cadáver frío en la morgue.
Desde cualquier óptica democrática, el rechazo popular a Zapatero debería haberle obligado a dimitir, pero él, un iluminado, se considera un elegido y ha optado por resistir en la Moncloa, en contra de la voluntad popular, una estrategia antidemocrática que podría hundir definitivamente a España, llevándola hasta la catástrofe.
La "resistencia" irracional, terca y numantina de Zapatero está generando en España un profundo deterioro de la democracia, un sistema en el que los ciudadanos están dejando de creer porque se muestra incapaz de expulsar a un dirigente nocivo y protagonista de una política destructiva. Bajo Zapatero, el peor drama de España no sones el déficit galopante, el endeudamiento público aterrador, ni la amenaza de quiebra, ni los casi cinco millones de parados y los más de nueve millones de pobres que deambulan por las calles y plazas,ni la corrupción galopante que asola al país, sino el desprestigio profundo de la política y de la misma democracia.
España, que era el país de Europa con más fe e ilusión en el sistema democrático, cuando murió el general Franco, es hoy el que más se ha distanciado de ese sistema.
Zapatero, con sus errores de liderazgo, mentiras, cobardía y obsesión por dividir y enfrentar a los ciudadanos, es el principal culpable del drama español. Cada día son más los españoles que piensan que un sistema que no tiene recursos para expulsar del poder a quien los ciudadanos ya han rechazado, a pesar de los daños que causa, no merece llamarse democracia y más bien merece el triste "honor" de ser considerado una oligocracia sucia y sin decencia.
Esa es la "paradoja española", un comportamiento político vergonzoso de los gobernantes socialistas españoles, incompatible con la democracia, que sorprende al mundo entero y que revela con claridad meridiana la bajísima calidad del sistema político español.
La popularidad de Zapatero, según la encuestas, oscila entre el 12 y el 24 por ciento. En algunas consultas, el resultado es todavía más contundente: es rechazado por el 80 por ciento de los electores socialistas. Esos resultados permiten afirmar sin riesgo de error que nueve de cada diez españoles están descontentos con Zapatero y no confían en su liderazgo, un porcentaje democráticamente insoportable, que haría dimitir a cualquier político con vergüenza del mundo.
Pero "España es diferente" y Zapatero está atrincherado en el poder, a pesar de que la mayoría de los españoles saben ya que él es el principal obstáculo que impide el relanzamiento de la economía española, cuyo perfil es tan bajo que parece un cadáver frío en la morgue.
Desde cualquier óptica democrática, el rechazo popular a Zapatero debería haberle obligado a dimitir, pero él, un iluminado, se considera un elegido y ha optado por resistir en la Moncloa, en contra de la voluntad popular, una estrategia antidemocrática que podría hundir definitivamente a España, llevándola hasta la catástrofe.
La "resistencia" irracional, terca y numantina de Zapatero está generando en España un profundo deterioro de la democracia, un sistema en el que los ciudadanos están dejando de creer porque se muestra incapaz de expulsar a un dirigente nocivo y protagonista de una política destructiva. Bajo Zapatero, el peor drama de España no sones el déficit galopante, el endeudamiento público aterrador, ni la amenaza de quiebra, ni los casi cinco millones de parados y los más de nueve millones de pobres que deambulan por las calles y plazas,ni la corrupción galopante que asola al país, sino el desprestigio profundo de la política y de la misma democracia.
España, que era el país de Europa con más fe e ilusión en el sistema democrático, cuando murió el general Franco, es hoy el que más se ha distanciado de ese sistema.
Zapatero, con sus errores de liderazgo, mentiras, cobardía y obsesión por dividir y enfrentar a los ciudadanos, es el principal culpable del drama español. Cada día son más los españoles que piensan que un sistema que no tiene recursos para expulsar del poder a quien los ciudadanos ya han rechazado, a pesar de los daños que causa, no merece llamarse democracia y más bien merece el triste "honor" de ser considerado una oligocracia sucia y sin decencia.