En lugar de escribir un artículo sobre las barbaridad intrínseca que es la Ley de Memoria Histórica, todo un ajemplo de lo que no debe hacerse en un país que quiere conquistar el futuro, he decido reproducir el artículo "La Memoria Histórica de los crímenes del PSOE", publicado en OK Diario, que considero incompleto, pero acertado:
El PSOE de Zapatero puso fin al Pacto de la Transición con su Ley de Memoria Histórica que ahora Pedro Sánchez quiere reformar de una forma intolerable. En la Transición, los españoles decidimos perdonarnos mutuamente los desmanes cometidos antes, durante y después de la Guerra Civil, en pos de una paz y una unidad que permitiera sanar nuestras heridas y mirar al futuro con esperanza. De ese modo, los herederos de los criminales de un bando pudieron sentarse junto a los sucesores de los asesinos del otro para pactar una Constitución sobre la que construir nuestra democracia. Ahora el PSOE, que gracias a ese pacto llegó al Gobierno en 1982, quiere reabrir heridas y cobrarse deudas de la guerra que ellos contribuyeron a provocar y que finalmente perdieron. Y a mí me parece que se equivocan, porque su partido tiene un pasado tan vergonzoso que deberían ser los más interesados en que se olvide. Pero si quieren que volvamos la vista atrás, habrá que darles ese gusto.
El fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, dijo el 7 de julio de 1910 en el Congreso de los Diputados que «tal ha sido la indignación producida por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura en los elementos proletarios, que nosotros hemos llegado al extremo de considerar que antes que su señoría suba al poder debemos llegar hasta al atentado personal». Quince días después intentaron asesinar a Maura descerrajándole tres tiros. En la mencionada sesión parlamentaria, Iglesias justificó la participación del PSOE en la Semana Trágica de 1909, donde causaron 78 muertos e incendiaron 112 edificios, 80 de ellos religiosos. En 1933 el socialista Largo Caballero creó los “batallones de chíbiris” entre las Juventudes Socialistas, grupos paramilitares que recibían instrucción de combate impartida por oficiales del ejército. En siete meses asesinaron a ocho falangistas en las calles de Madrid.
En 1934 el PSOE dio un golpe de Estado contra la II República por la victoria de la CEDA en las elecciones de 1933. El golpe triunfó en Asturias con las armas conseguidas por el socialista Indalecio Prieto. Allí se asesinó a unos 250 miembros de las fuerzas de seguridad, así como a 34 religiosos. Incendiaron la Universidad, el Teatro Campoamor, la Catedral de Oviedo, así como numerosos edificios religiosos. El 27 de enero de 1936, en un mitin en Alicante, Largo Caballero dijo: «Lo primero que tendremos que hacer es desarmar al capitalismo… El comunismo es la evolución natural del socialismo, su última y definitiva etapa… Si ganan las derechas, tendremos que ir a la guerra civil.» El 1 de julio de 1936 el diputado Ángel Galarza (PSOE) interviene en el Congreso dirigiéndose de este modo a Calvo Sotelo: «La violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en su señoría, encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida».
Doce días después, Calvo Sotelo fue secuestrado en su casa por un grupo que incluía a miembros de las fuerzas de seguridad, que lo asesinaron de un tiro en la cabeza abandonando su cadáver en el cementerio de La Almudena. El disparo lo hizo Luis Cuenca Estevas (PSOE) guardaespaldas de Indalecio Prieto (PSOE). A los dos meses del inicio de la Guerra Civil, los socialistas Largo Caballero y Negrín expoliaron más de 500 toneladas del oro del banco de España que enviaron a Moscú. Resulta imposible recoger aquí todos los crímenes cometidos por el PSOE que los españoles decidimos olvidar en el Pacto de la Transición, pero si insisten en reabrir heridas con su Memoria Histórica, deberán estar preparados para rendir cuentas por todos y cada uno de ellos.
El balance que hace el artículo es parcial porque no menciona las brutalidades del otro bando, pero quizás haya sido escrito para compensar lo que los medios de comunicación sometido al poder cuentan a diario, que sólo se refiere a los crímenes del bando franquista.
Cualquier intento de regenerar España, cada día más necesario, debe incluir como premisa la derogación de la actual ley de Memoria Histórica y el retorno a la filosofía más grande de nuestra política reciente, la del perdón y el olvido de las miserias y atrocidades del pasado, de las que fueron responsables los dos bandos, repudiando todo miserable intento de venganza por parte de los perdedores o de los ganadores.
Francisco Rubiales
El PSOE de Zapatero puso fin al Pacto de la Transición con su Ley de Memoria Histórica que ahora Pedro Sánchez quiere reformar de una forma intolerable. En la Transición, los españoles decidimos perdonarnos mutuamente los desmanes cometidos antes, durante y después de la Guerra Civil, en pos de una paz y una unidad que permitiera sanar nuestras heridas y mirar al futuro con esperanza. De ese modo, los herederos de los criminales de un bando pudieron sentarse junto a los sucesores de los asesinos del otro para pactar una Constitución sobre la que construir nuestra democracia. Ahora el PSOE, que gracias a ese pacto llegó al Gobierno en 1982, quiere reabrir heridas y cobrarse deudas de la guerra que ellos contribuyeron a provocar y que finalmente perdieron. Y a mí me parece que se equivocan, porque su partido tiene un pasado tan vergonzoso que deberían ser los más interesados en que se olvide. Pero si quieren que volvamos la vista atrás, habrá que darles ese gusto.
El fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, dijo el 7 de julio de 1910 en el Congreso de los Diputados que «tal ha sido la indignación producida por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura en los elementos proletarios, que nosotros hemos llegado al extremo de considerar que antes que su señoría suba al poder debemos llegar hasta al atentado personal». Quince días después intentaron asesinar a Maura descerrajándole tres tiros. En la mencionada sesión parlamentaria, Iglesias justificó la participación del PSOE en la Semana Trágica de 1909, donde causaron 78 muertos e incendiaron 112 edificios, 80 de ellos religiosos. En 1933 el socialista Largo Caballero creó los “batallones de chíbiris” entre las Juventudes Socialistas, grupos paramilitares que recibían instrucción de combate impartida por oficiales del ejército. En siete meses asesinaron a ocho falangistas en las calles de Madrid.
En 1934 el PSOE dio un golpe de Estado contra la II República por la victoria de la CEDA en las elecciones de 1933. El golpe triunfó en Asturias con las armas conseguidas por el socialista Indalecio Prieto. Allí se asesinó a unos 250 miembros de las fuerzas de seguridad, así como a 34 religiosos. Incendiaron la Universidad, el Teatro Campoamor, la Catedral de Oviedo, así como numerosos edificios religiosos. El 27 de enero de 1936, en un mitin en Alicante, Largo Caballero dijo: «Lo primero que tendremos que hacer es desarmar al capitalismo… El comunismo es la evolución natural del socialismo, su última y definitiva etapa… Si ganan las derechas, tendremos que ir a la guerra civil.» El 1 de julio de 1936 el diputado Ángel Galarza (PSOE) interviene en el Congreso dirigiéndose de este modo a Calvo Sotelo: «La violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en su señoría, encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida».
Doce días después, Calvo Sotelo fue secuestrado en su casa por un grupo que incluía a miembros de las fuerzas de seguridad, que lo asesinaron de un tiro en la cabeza abandonando su cadáver en el cementerio de La Almudena. El disparo lo hizo Luis Cuenca Estevas (PSOE) guardaespaldas de Indalecio Prieto (PSOE). A los dos meses del inicio de la Guerra Civil, los socialistas Largo Caballero y Negrín expoliaron más de 500 toneladas del oro del banco de España que enviaron a Moscú. Resulta imposible recoger aquí todos los crímenes cometidos por el PSOE que los españoles decidimos olvidar en el Pacto de la Transición, pero si insisten en reabrir heridas con su Memoria Histórica, deberán estar preparados para rendir cuentas por todos y cada uno de ellos.
El balance que hace el artículo es parcial porque no menciona las brutalidades del otro bando, pero quizás haya sido escrito para compensar lo que los medios de comunicación sometido al poder cuentan a diario, que sólo se refiere a los crímenes del bando franquista.
Cualquier intento de regenerar España, cada día más necesario, debe incluir como premisa la derogación de la actual ley de Memoria Histórica y el retorno a la filosofía más grande de nuestra política reciente, la del perdón y el olvido de las miserias y atrocidades del pasado, de las que fueron responsables los dos bandos, repudiando todo miserable intento de venganza por parte de los perdedores o de los ganadores.
Francisco Rubiales