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La venganza del general Franco



La paz es un derecho de los muertos y quienes la perturban pueden ser castigados. Numerosos culturas del pasado, desde los sumerios y egipcios hasta griegos y romanos, han creído que los muertos siguen existiendo en un universo distinto y que desde allí son capaces de influir en los vivos.

Que tengan cuidado Pedro Sánchez y sus adláteres porque su empeño en violar la tumba y perturbar el descanso del general Franco puede desatar contra ellos algún tipo de maldición maligna del más allá.

La “maldición del faraón” es un fenómeno inquietante que, aunque carezca de explicación racional, tiene muchos defensores y creyentes. Consiste en la creencia de que cualquier persona que moleste a la momia de un faraón o el descanso de un gran personaje del pasado puede sufrir una maldición que podría llevarlo a la muerte en poco tiempo.
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¡Mira que si fuera la venganza de Franco, desde el más allá, la que nos libre de este gobierno de miserables y traidores a España! Sería la segunda vez que salvara a los españoles del totalitarismo de las izquierdas y del nacionalismo que nos odia.

El gobierno actual de España está estúpidamente empeñado en desenterrar al general Franco y trasladar su tumba a otro sitio, si es posible a un lugar alejado y poco accesible. Ha otorgado a esa inexplicable decisión una prioridad absoluta, más obsesiva que acabar con los grandes problemas del país. Los familiares del general se oponen a que Franco sea expulsado del Valle de los Caídos y con ellos millones de españoles que ven en el gobierno una actitud miserable que merece castigo porque antepone sus intereses electorales y la búsqueda de los votos del odio al respeto a los muertos y a su derecho a descansar en paz.

Para muchas culturas y no pocos filósofos y pensadores, el mundo de los muertos, no se sabe como, consigue influir sobre el mundo de los vivos, incluso ejerciendo venganzas y causando daños.

España es un país de odio y los principales culpables de que el odio presida nuestra historia han sido los políticos. Hoy, fieles a esa asquerosa tradición de promotores del odio y la venganza, los políticos de la izquierda española rememoran la guerra civil de 1936 y nos la refriegan por la cara, a diario, con la ayuda de medios de comunicación comprados y envilecidos, para que el odio genere una generosa cosecha de votos. Si todas las guerras son la excusa para desatar las más bajas pasiones humanas, las guerras civiles son las responsables de los crímenes más execrables. En la española, hoy de nuevo presente en nuestra memoria gracias a la bajeza de la ley que aprobó Zapatero y que siguen con entusiasmo sus secuaces y herederos, como Pedro Sánchez, Carmen Calvo y su corte de resentidos, totalitarios, golpistas y proetarras, tan criminal fue el falangista que mataba a un jornalero, como el miliciano de izquierdas que mataba a sacerdotes y violaba a monjas.

Ahora, en un nuevo capítulo del odio patrocinado por la resentida izquierda española, quieren desenterrar a Franco y humillarlo después de muerto, quizás porque los muy cobardes no se atrevieron ni a tocarlo cuando estaba vivo. Pero que tengan cuidado porque los muertos no son seres indefensos y de una manera u otra, aunque no encontremos explicación lógica ni podamos entenderlo, los muertos se vengan de los vivos cuando éstos los profanan, agreden o perturban su descanso. Ojalá estos desaprensivos irresponsables que nos gobiernan nunca despierten la furia de los muertos porque la venganza del general Franco podría dañarnos a todos.

El consejo "Dejad en paz años muertos" es uno de los más repetidos por los sabios a lo largo y ancho de la Historia. Por algo será.

Recuerden la "Maldición de Tutankamon" y analicen cómo aquellos que saquearon su tumba murieron rápidamente, de forma inexplicable, asombrando al mundo.

No sabemos como, pero son muchos los que creen que los muertos pueden ejercer alguna influencia sobre los vivos desde el más allá, sobre todo venganza contra los profanan sus tumbas y alteran la paz de su descanso.

No es fácil explicar racionalmente que los muertos puedan vengarse de los vivos que molestan su descanso, pero les aseguro que, aunque no sepamos que fuerzas mueven, la historia, la tradición y la experiencia demuestran que esa venganza se produce. El de Tutankamon no es el único caso documentado. Hay otros muchos castigos inexplicables a profanadores de tumbas y a los que destruyen la paz y la fama de los difuntos.

Estoy seguro que Pedro Sánchez, Carmen Calvo y los secuaces que se empeñan, sin motivo alguno, en destruir la paz de Franco van a sentir de algún modo, en sus vidas, quizás más pronto que tarde, el aguijón de los muertos, una venganza siniestra que a veces afecta, incluso, a los descendientes del profanador por varias generaciones.

No hay motivo alguno para desenterrar a Franco, salvo una oscura y miserable venganza lejana y que busca votos, una excusa vil y siniestra que tal vez merezca el castigo de los muertos. Lo que los españoles merecen no es eque el odio contra el pasado sea revivido por los políticos, sino que éstos cumplan con su deber de sembrar la paz y la concordia y que estimuen la cooperación entre los ciudadanos para que, unidos, logren la prosperidad y felicidad a la que tienen derecho, que son los únicos grandes objetivos de la pol´tiica, aunque éstos dirigentes envilecidos que tenemos en España lo hayan olvidado.

Ojala no despierten la ira de unos difuntos que deben sentirse incómodos en sus tumbas ante agresiones tan miserables como la cobardía que preside la vida española, la sumisión ante potencias extranjeras, la falta de respeto por los héroes que derramaron su sangre, el desprecio a los símbolos comunes y el robo continuado de las herencias y de las voluntades de los difuntos, ente otras muchas. Ojalá nunca se confabulen desde el más allá contra la miserable clase política española, personajes como el Cid Campeador, Blas de Lezo, Gonzalo Fernandez de Córdoba, Juan de Austria y el general Franco, entre otros muchos que deben sentirse vapuleados en su descanso eterno ante tanta miseria y vileza situada en la cúspide del Estado.

Francisco Rubiales

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Miércoles, 7 de Noviembre 2018
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