Estados Unidos, un país que en los últimos dos siglos fue referencia mundial de democracia, receptor de refugiados políticos y paladín de las libertades y derechos individuales, se está transformando a velocidad de vértigo en un Imperio con voluntad decidida de liderar el mundo, de aplastar a sus enemigos y de exigir a sus aliados respeto y sumisión. Esta transformación de Estados Unidos en una potencia agresiva será, con seguridad, el rasgo más notable del siglo XXI.
El país más poderoso del mundo está protagonizando un veloz tránsito desde aquel mundo dual, mitad democrático, liderado por Estados Unidos, y mitad comunista, liderado por la URSS, a un mundo de liderazgo único cun un único centro de poder determinante, radicado en Washington.
Esa transformación, impulsada, en el plano teórico, por las ideas "neocons", que trae consigo también un alejamiento entre los Estados Unidos y Europa, a la que los estrategas al servicio del poder americano desprecian por su debilidad frente al terrorismo y a la agresión de otras culturas como la islámica, es una de las causas principales que estimulan esas oleadas de terrorismo que están marcando trágicamente los primeros años del siglo XXI.
Esa voluntad, cada día más fuerte en las élites del poder americano, de ejercer en el desordenado mundo actual un liderazgo activo es conocida en algunos think tanks de Washington como la "opción romana" porque se inspira en la tesis de que sólo el la voluntad de la Roma Imperial de imponer su poder a un mundo desordenado y caótico fue capaz de generar la "Pax Romana" y de crear al menos tres siglos de orden mundial.
Algunos ingenuos piensan que el nuevo imperialismo norteamericano es consecuencia de la presidencia de Bush, pero el asunto es bastante más profundo y complejo. El motor del cambio ni siquiera ha sido la conciencia de ser el país más poderoso y rico del mundo, sin que exista otro capaz de oponérsele, sino el convencimiento de las élites de que Estados Unidos es el único país capacitado para ejercer un liderazgo sólido y activo en Occidente.
Los pensadores "neocon", que no son una escuela, ni un foro al servicio de un partido, sino un movimiento ideológico de Estado, al servicio del poder americano, creen que el liderazgo europeo está acabado y en la necesidad de relevar de sus responsabilidades a una Europa que consideran blanda, debilitada, endemicamente ineficiente y culpable de haber engendrado males como el nazismo, el fascismo, el comunismo, el terrorismo actual y hasta el Estado de Bienestar, un concepto político que los europeos adoran pero que los americanos consideran como una ruta equivocada, peligrosa y débil de la política europea.
Estas teorías, que hoy son dominantes en los dos grandes partidos de Estados Unidos y en la cúspide del poder económico americano, empezaron a fraguarse en los tiempos del presidente Ronald Reagan, al que los pensadores del Partido Republicano y no pocos demócratas admiran y consideran como el mejor presidente de la historia americana. De Reagan es la conocida frase " El Gobierno no puede resolver el problema; el problema es el Gobierno ".
De algún modo, esa ruptura ideológica con la vieja Europa, de la que se salvan, sólo un poco, Gran Bretaña e Irlanda, es entendida en USA como algo inevitable y como un signo de madurez, algo que, tarde o temprano, tenía que ocurrir, dado que están convencidos de que Europa está tomando un claro rumbo hacia el desastre.
Hoy, los norteamericanos, tanto los republicanos como los demócratas, aunque estos últimos de manera menos ostensible, conscientes de que fueron ellos y sus ideas los que derrotaron a los nazis y a los comunistas e hicieron desaparecer a la URSS, son los impulsores del Imperio y los defensores de la idea de que el mundo necesita urgentemente del liderazgo americano.
La terapia recomendada por los ideólogos republicanos, uno de los cuales es el conocido Grover Norquist, aunque la mayoría son analistas anónimos empleados en la CIA, otras agencias secretas y laboratorios de ideas comandados por el Vicepresidente Dick Cheney o por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, es demasiado simple para los europeos, pero muy adaptada a la mentalidad americana: reducir el Estado a su mínima expresión, dar prioridad absoluta a las libertades individuales, apostar por el sector privado, permitir el libre uso de las armas por los ciudadanos y apoyar una economía basada en el esfuerzo personal, en la que la sanidad y las pensiones serán privatizadas y con todo lo que huela a Estado de Bienestar dinamitado, sin que quede de él ni la sombra.
La dimensión militar de esta teoría proclama la necesidad de clarificar previamente la situación mundial, eliminando confusiones y dudas, hasta conseguir que sea evidente quién es amigo y quién enemigo. Por vez primera, la guerra no es considerada como la única vía para el dominio. Se están configurando novedosas estrategias basadas en el poder blando (soft power), en utilizar la democracia como fuerza civilizadora, en la presión diplomática, en el acoso comercial, industrial y tecnológico y en ataques, vía opinión pública, a la imagen y al prestigio del adversario.
No habrá lugar en el futuro para los indecisos y los tibios, -aseguran los expertos al servicio de la Casa blanca y el Pentágono--. A los débiles y a los que duden se les hará sentir el poder del imperio, mientras que con los enemigos no habrá misericordia, utilizándose contra ellos medidas para aislarlos, arruinarlos y hasta intervenciones militares preventivas.
Los primeros pasos previstos por Washington son formar una coalición mundial de amigos incondicionales y, seguidamente, devaluar a otros organismos internacionales como la ONU e, incluso, la OTAN, controlando de manera férrea el acceso a las armas sofisticadas, sólo disponibles para los muy amigos, y la marcha de la economía mundial, a través de instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la OMC.
Los ideólogos que abogan por el Imperio recomiendan crear en Estados Unidos lo que definen como una retaguardia invencible, una especie de sociedad modélica y ejemplar, basada en el pragmatismo, el predominio de lo privado y en el ejercicio de las libertades individuales, hasta convertirse en la economía más competitiva que cualquier otra del planeta, en la que el Estado de Bienestar deje de ser necesario. Para alcanzar esta meta, se desarrollará una política complementaria de inmigración selectiva, enfocada a dar cobijo en Estados Unidos a los mejores cerebros del mundo, sobre todo investigadores, procedentes de Europa y Asia, al mismo tiempo que se incrementan cada año los recursos destinados a innovación, tecnología y ciencia.
El país más poderoso del mundo está protagonizando un veloz tránsito desde aquel mundo dual, mitad democrático, liderado por Estados Unidos, y mitad comunista, liderado por la URSS, a un mundo de liderazgo único cun un único centro de poder determinante, radicado en Washington.
Esa transformación, impulsada, en el plano teórico, por las ideas "neocons", que trae consigo también un alejamiento entre los Estados Unidos y Europa, a la que los estrategas al servicio del poder americano desprecian por su debilidad frente al terrorismo y a la agresión de otras culturas como la islámica, es una de las causas principales que estimulan esas oleadas de terrorismo que están marcando trágicamente los primeros años del siglo XXI.
Esa voluntad, cada día más fuerte en las élites del poder americano, de ejercer en el desordenado mundo actual un liderazgo activo es conocida en algunos think tanks de Washington como la "opción romana" porque se inspira en la tesis de que sólo el la voluntad de la Roma Imperial de imponer su poder a un mundo desordenado y caótico fue capaz de generar la "Pax Romana" y de crear al menos tres siglos de orden mundial.
Algunos ingenuos piensan que el nuevo imperialismo norteamericano es consecuencia de la presidencia de Bush, pero el asunto es bastante más profundo y complejo. El motor del cambio ni siquiera ha sido la conciencia de ser el país más poderoso y rico del mundo, sin que exista otro capaz de oponérsele, sino el convencimiento de las élites de que Estados Unidos es el único país capacitado para ejercer un liderazgo sólido y activo en Occidente.
Los pensadores "neocon", que no son una escuela, ni un foro al servicio de un partido, sino un movimiento ideológico de Estado, al servicio del poder americano, creen que el liderazgo europeo está acabado y en la necesidad de relevar de sus responsabilidades a una Europa que consideran blanda, debilitada, endemicamente ineficiente y culpable de haber engendrado males como el nazismo, el fascismo, el comunismo, el terrorismo actual y hasta el Estado de Bienestar, un concepto político que los europeos adoran pero que los americanos consideran como una ruta equivocada, peligrosa y débil de la política europea.
Estas teorías, que hoy son dominantes en los dos grandes partidos de Estados Unidos y en la cúspide del poder económico americano, empezaron a fraguarse en los tiempos del presidente Ronald Reagan, al que los pensadores del Partido Republicano y no pocos demócratas admiran y consideran como el mejor presidente de la historia americana. De Reagan es la conocida frase " El Gobierno no puede resolver el problema; el problema es el Gobierno ".
De algún modo, esa ruptura ideológica con la vieja Europa, de la que se salvan, sólo un poco, Gran Bretaña e Irlanda, es entendida en USA como algo inevitable y como un signo de madurez, algo que, tarde o temprano, tenía que ocurrir, dado que están convencidos de que Europa está tomando un claro rumbo hacia el desastre.
Hoy, los norteamericanos, tanto los republicanos como los demócratas, aunque estos últimos de manera menos ostensible, conscientes de que fueron ellos y sus ideas los que derrotaron a los nazis y a los comunistas e hicieron desaparecer a la URSS, son los impulsores del Imperio y los defensores de la idea de que el mundo necesita urgentemente del liderazgo americano.
La terapia recomendada por los ideólogos republicanos, uno de los cuales es el conocido Grover Norquist, aunque la mayoría son analistas anónimos empleados en la CIA, otras agencias secretas y laboratorios de ideas comandados por el Vicepresidente Dick Cheney o por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, es demasiado simple para los europeos, pero muy adaptada a la mentalidad americana: reducir el Estado a su mínima expresión, dar prioridad absoluta a las libertades individuales, apostar por el sector privado, permitir el libre uso de las armas por los ciudadanos y apoyar una economía basada en el esfuerzo personal, en la que la sanidad y las pensiones serán privatizadas y con todo lo que huela a Estado de Bienestar dinamitado, sin que quede de él ni la sombra.
La dimensión militar de esta teoría proclama la necesidad de clarificar previamente la situación mundial, eliminando confusiones y dudas, hasta conseguir que sea evidente quién es amigo y quién enemigo. Por vez primera, la guerra no es considerada como la única vía para el dominio. Se están configurando novedosas estrategias basadas en el poder blando (soft power), en utilizar la democracia como fuerza civilizadora, en la presión diplomática, en el acoso comercial, industrial y tecnológico y en ataques, vía opinión pública, a la imagen y al prestigio del adversario.
No habrá lugar en el futuro para los indecisos y los tibios, -aseguran los expertos al servicio de la Casa blanca y el Pentágono--. A los débiles y a los que duden se les hará sentir el poder del imperio, mientras que con los enemigos no habrá misericordia, utilizándose contra ellos medidas para aislarlos, arruinarlos y hasta intervenciones militares preventivas.
Los primeros pasos previstos por Washington son formar una coalición mundial de amigos incondicionales y, seguidamente, devaluar a otros organismos internacionales como la ONU e, incluso, la OTAN, controlando de manera férrea el acceso a las armas sofisticadas, sólo disponibles para los muy amigos, y la marcha de la economía mundial, a través de instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la OMC.
Los ideólogos que abogan por el Imperio recomiendan crear en Estados Unidos lo que definen como una retaguardia invencible, una especie de sociedad modélica y ejemplar, basada en el pragmatismo, el predominio de lo privado y en el ejercicio de las libertades individuales, hasta convertirse en la economía más competitiva que cualquier otra del planeta, en la que el Estado de Bienestar deje de ser necesario. Para alcanzar esta meta, se desarrollará una política complementaria de inmigración selectiva, enfocada a dar cobijo en Estados Unidos a los mejores cerebros del mundo, sobre todo investigadores, procedentes de Europa y Asia, al mismo tiempo que se incrementan cada año los recursos destinados a innovación, tecnología y ciencia.