La España actual, la que nos ha construido la falsa democracia, es una auténtica porquería, plagada de políticos ineptos y corruptos en el poder, cuyo legado, en cifras, es espeluznante: más de 5 millones de parados, casi 10 millones de nuevos pobres, 10.4 millones de mileuristas, 1.5 millones que no reciben subsidio alguno, 8 millones de pensionistas con pensiones insuficientes, que van de 384 a 884 euros al mes, y 25 millones de españoles viviendo ya por debajo del umbral de la pobreza.
Si esas cifras se contrastan con las de las élites, sobre todo políticas y financieras, el vómito brota raudo: decenas de miles de millones de euros desaparecidos del sistema de cajas de ahorros, esquilmados por sus responsables políticos y sindicalistas; el plan de pensiones de cuatro directivos de Caixa Penedès supera los 20 millones de euros; en Sevilla hay jubilados de la antigua caja de ahorros "El Monte" que cobrarán más de 300.000 euros anuales, mientras vivan; Zapatero, verdugo de España y principal culpable de los actuales estragos, cobrará casi 200.000 euros anuales hasta el fin de sus días y, además, disfrutará de una oficina permanente dotada de presupuesto, secretaria, coche oficial, escoltas y hasta un director general a su servicio; las pensiones de los políticos no solo son astronómicas, sino que se obtienen por la vía rápida, con pocos años de trabajo, tienen ventajas fiscales especiales y son compatibles con cualquier otro trabajo, etc., etc..
Ante esa situación, los políticos españoles, constructores del injusto y sucio mundo donde vivimos, cargan sobre los hombros populares todo el peso de sus desatinos y errores, subiendo los impuestos, limitando pagas extras, congelando pensiones, reduciendo sueldos de funcionarios, subiendo los precios de los transportes, matrículas universitarias, agua y estableciendo un injusto "copago" en una sanidad por la que cada ciudadano ya paga sus impuestos. La casta política española, una de las más arrogantes y deleznables del mundo, no está dispuesta a adelgazar brutalmente el Estado que ellos han engordado para colocar a familiares y amigos, ni renuncian a sus costosos privilegios, ni cierran televisiones públicas que sólo sirven para reforzar la propaganda política de los partidos y la manipulación de la verdad ante los ciudadanos.
El contraste entre cómo viven las élites y cómo los ciudadanos comunes es brutal y escandaloso en España, un país donde el 60% de los asalariados ya cobra menos de 1.000 euros al mes y donde el rítmo de desahucios se acerca a los 300.000 por año, todos ellos violaciones claras de una Constitución que garantiza el derecho ciudadano a una vivienda digna.
La asquerosa España construida por nuestros políticos queda incompleta si no se agregan otros rasgos igualmente nauseabundos: España ocupa puestos de cabeza en los rankings mundiales de casi todas las lacras y vicios: prostitución, tráfico y consumo de droga, trata de blancas, desempleo, avance de la pobreza, blanqueo de dinero sucio, baja calidad de la enseñanza, fracaso escolar, inflación de coches oficiales, número abultado de funcionarios, lentitud de la justicia, politización del sistema judicial, poder abusivo de los nacionalismos radicales y excluyentes internos, actividad criminal de extranjeros, incremento de la población carcelaria, debilidad de la sociedad civil, desprestigio de la política, decepción de los ciudadanos ante sus dirigentes políticos, descrédito de la democracia, falta de confianza en el futuro y avance de la desolación, la tristeza y la caída de los grandes valores y principios.
¿Para qué necesitamos un sistema como el actual, al que llaman "democracia" sin merecerlo, que sólo produce basura y detritus? España necesita una refundación de su sistema político y una instauración de la democracia verdadera, con asociaciones de ciudadanos libres que sustituyan a los actuales partidos políticos, bajo control y supervisión de las leyes, de los ciudadanos y de la prensa, con poderes básicos del Estado funcionando en libertad e independencia, con ciudadanos que cuenten y decidan, con políticos que no sean impunes, sometidos a una ley que de verdad sea igual para todos, con castigos disuasivos y duros para los corruptos y con la obligación de devolver el dinero robado y con reglas y normas éticas y exigentes que impidan que los chorizos, los ineptos y los canallas nutran las filas del poder y gobiernen.
Si esas cifras se contrastan con las de las élites, sobre todo políticas y financieras, el vómito brota raudo: decenas de miles de millones de euros desaparecidos del sistema de cajas de ahorros, esquilmados por sus responsables políticos y sindicalistas; el plan de pensiones de cuatro directivos de Caixa Penedès supera los 20 millones de euros; en Sevilla hay jubilados de la antigua caja de ahorros "El Monte" que cobrarán más de 300.000 euros anuales, mientras vivan; Zapatero, verdugo de España y principal culpable de los actuales estragos, cobrará casi 200.000 euros anuales hasta el fin de sus días y, además, disfrutará de una oficina permanente dotada de presupuesto, secretaria, coche oficial, escoltas y hasta un director general a su servicio; las pensiones de los políticos no solo son astronómicas, sino que se obtienen por la vía rápida, con pocos años de trabajo, tienen ventajas fiscales especiales y son compatibles con cualquier otro trabajo, etc., etc..
Ante esa situación, los políticos españoles, constructores del injusto y sucio mundo donde vivimos, cargan sobre los hombros populares todo el peso de sus desatinos y errores, subiendo los impuestos, limitando pagas extras, congelando pensiones, reduciendo sueldos de funcionarios, subiendo los precios de los transportes, matrículas universitarias, agua y estableciendo un injusto "copago" en una sanidad por la que cada ciudadano ya paga sus impuestos. La casta política española, una de las más arrogantes y deleznables del mundo, no está dispuesta a adelgazar brutalmente el Estado que ellos han engordado para colocar a familiares y amigos, ni renuncian a sus costosos privilegios, ni cierran televisiones públicas que sólo sirven para reforzar la propaganda política de los partidos y la manipulación de la verdad ante los ciudadanos.
El contraste entre cómo viven las élites y cómo los ciudadanos comunes es brutal y escandaloso en España, un país donde el 60% de los asalariados ya cobra menos de 1.000 euros al mes y donde el rítmo de desahucios se acerca a los 300.000 por año, todos ellos violaciones claras de una Constitución que garantiza el derecho ciudadano a una vivienda digna.
La asquerosa España construida por nuestros políticos queda incompleta si no se agregan otros rasgos igualmente nauseabundos: España ocupa puestos de cabeza en los rankings mundiales de casi todas las lacras y vicios: prostitución, tráfico y consumo de droga, trata de blancas, desempleo, avance de la pobreza, blanqueo de dinero sucio, baja calidad de la enseñanza, fracaso escolar, inflación de coches oficiales, número abultado de funcionarios, lentitud de la justicia, politización del sistema judicial, poder abusivo de los nacionalismos radicales y excluyentes internos, actividad criminal de extranjeros, incremento de la población carcelaria, debilidad de la sociedad civil, desprestigio de la política, decepción de los ciudadanos ante sus dirigentes políticos, descrédito de la democracia, falta de confianza en el futuro y avance de la desolación, la tristeza y la caída de los grandes valores y principios.
¿Para qué necesitamos un sistema como el actual, al que llaman "democracia" sin merecerlo, que sólo produce basura y detritus? España necesita una refundación de su sistema político y una instauración de la democracia verdadera, con asociaciones de ciudadanos libres que sustituyan a los actuales partidos políticos, bajo control y supervisión de las leyes, de los ciudadanos y de la prensa, con poderes básicos del Estado funcionando en libertad e independencia, con ciudadanos que cuenten y decidan, con políticos que no sean impunes, sometidos a una ley que de verdad sea igual para todos, con castigos disuasivos y duros para los corruptos y con la obligación de devolver el dinero robado y con reglas y normas éticas y exigentes que impidan que los chorizos, los ineptos y los canallas nutran las filas del poder y gobiernen.