Putin está enfurecido como un león herido, está perdiendo la cordura y quedando en ridículo ante sus generales y colaboradores. No podía ni siquiera imaginar que los ucranianos prefirieran morir antes que renunciar a su independencia, ni que las tropas rusas tuvieran tantas pérdidas en material militar valioso (aviones y blindados, principalmente) y en vidas humanas (más de un millar en la primera semana de combates, según los expertos independientes). Tampoco esperaba que países neutrales como Suecia y Finlandia estrecharan sus lazos con la OTAN, como reacción a la agresión y amenaza rusa, ni que países donde sus aliados comunistas gobiernan, como España, enviaran a los ucranianos sus eficaces lanzagranadas individuales, mortíferos en la lucha urbana contra carros y vehículos blindados.
Menos todavía esperaba la resistencia interna en Rusia, donde más de diez mil ciudadanos han sido ya encarcelados por manifestarse contra la invasión, ni el sentimiento de solidaridad y cercanía que el pueblo ruso, en general, experimenta ante Ucrania, donde se produjo el nacimiento histórico de la gran Rusia. Para colmo, hasta algunos de los multimillonarios rusos que él consideraba amigos se les están volviendo en contra.
Putin, ente el cúmulo de obstáculos que ha encontrado en su invasión asesina, está perdiendo los papeles y hasta ha colocado en estado de Alerta a sus fuerzas nucleares, una maniobra desesperada parecida a la del "Loco Iván", empleada por los submarinos atómicos soviéticos en el pasado.
Sin quererlo, Putin ha despertado a la bestia de Occidente, a la que el creía muerta o en estado de coma.
Los países occidentales, sobre todo los europeos, ante la brutalidad rusa, han despertado, se han unido y han desatado un sentimiento de resistencia y fortaleza que antes no existían, entre ellos la voluntad de fortalecer la unidad, hundir la economía rusa y de crear un sistema de defensa común.
Putin sabe que los rusos, gracias a su superioridad en hombres y material, tienen que vencer en Ucrania, pero ahora sabe también que el precio que Moscú tendrá que pagar por esa victoria es enorme y que Rusia tendrá que revisar por completo sus falsas teorías sobre la fortaleza y capacidad del enemigo occidental.
La tesis de los geopolíticos y estrategas rusos era que Occidente es un gigante bien armado, pero sin voluntad de lucha. Ahora, el ruso loco que ocupa el poder en el Kremlin ha comprobado con amargura que esa radiografía era falsa y que detrás del hedonismo y la degradación aparente provocada por las doctrinas globalistas y progresistas, donde la energía parecía perderse en estupideces afeminadas y débiles como los falsos ecologismo, feminismo, corrupción ideología de género, ligas efervescentes de los LGTBI y otras chorradas amariconadas, subsistía esa fortaleza invencible que siempre emana de la libertad, una fuerza que ha modelado la Historia Humana desde el principio de los tiempos.
Pase lo que pase, Rusia habrá perdido esta guerra porque, aunque logre someter a Ucrania, ha cosechado tres serias derrotas: la primera es que el mundo ya sabe que él es un comunista sanguinario de la misma estofa que Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot y otros criminales, la segunda es que ha despertado a un monstruo en Occidente, el de la libertad, que ni él ni nadie puede derrotar, y la tercera es que la economía rusa retrocederá muchos años.
Francisco Rubiales
Menos todavía esperaba la resistencia interna en Rusia, donde más de diez mil ciudadanos han sido ya encarcelados por manifestarse contra la invasión, ni el sentimiento de solidaridad y cercanía que el pueblo ruso, en general, experimenta ante Ucrania, donde se produjo el nacimiento histórico de la gran Rusia. Para colmo, hasta algunos de los multimillonarios rusos que él consideraba amigos se les están volviendo en contra.
Putin, ente el cúmulo de obstáculos que ha encontrado en su invasión asesina, está perdiendo los papeles y hasta ha colocado en estado de Alerta a sus fuerzas nucleares, una maniobra desesperada parecida a la del "Loco Iván", empleada por los submarinos atómicos soviéticos en el pasado.
Sin quererlo, Putin ha despertado a la bestia de Occidente, a la que el creía muerta o en estado de coma.
Los países occidentales, sobre todo los europeos, ante la brutalidad rusa, han despertado, se han unido y han desatado un sentimiento de resistencia y fortaleza que antes no existían, entre ellos la voluntad de fortalecer la unidad, hundir la economía rusa y de crear un sistema de defensa común.
Putin sabe que los rusos, gracias a su superioridad en hombres y material, tienen que vencer en Ucrania, pero ahora sabe también que el precio que Moscú tendrá que pagar por esa victoria es enorme y que Rusia tendrá que revisar por completo sus falsas teorías sobre la fortaleza y capacidad del enemigo occidental.
La tesis de los geopolíticos y estrategas rusos era que Occidente es un gigante bien armado, pero sin voluntad de lucha. Ahora, el ruso loco que ocupa el poder en el Kremlin ha comprobado con amargura que esa radiografía era falsa y que detrás del hedonismo y la degradación aparente provocada por las doctrinas globalistas y progresistas, donde la energía parecía perderse en estupideces afeminadas y débiles como los falsos ecologismo, feminismo, corrupción ideología de género, ligas efervescentes de los LGTBI y otras chorradas amariconadas, subsistía esa fortaleza invencible que siempre emana de la libertad, una fuerza que ha modelado la Historia Humana desde el principio de los tiempos.
Pase lo que pase, Rusia habrá perdido esta guerra porque, aunque logre someter a Ucrania, ha cosechado tres serias derrotas: la primera es que el mundo ya sabe que él es un comunista sanguinario de la misma estofa que Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot y otros criminales, la segunda es que ha despertado a un monstruo en Occidente, el de la libertad, que ni él ni nadie puede derrotar, y la tercera es que la economía rusa retrocederá muchos años.
Francisco Rubiales