Hay esperanza en la atmósfera gallega y es probable que Galicia sea el primer pueblo inteligente y abierto de España que descubra la estafa que representa el nacionalismo excluyente y le de la espalda. Lo ocurrido ayer en Santiago, donde gente valiente y digna se manifestó a favor del bilingüismo que garantiza la ley, mientras era agredida por una sucia pandilla del nacionalismo violento, alimentado y empujado por el socialismo degradado gobernante, es un acontecimiento portador de esperanza para los demócratas y para Galicia.
La sociedad gallega no es como la vasca, donde abundan e imponen su criterio corto los montañeses nostálgicos que sueñan con una sociedad pastoril cerrada al mundo, ni tampoco es como la catalana, donde la avaricia y el egoísmo han sido utilizados por políticos nacionalistas sin escrúpulos para avanzar hacia el envilecimiento y la pobreza, también en este caso amparados por el socialismo catalán. Galicia es un pueblo abierto al mundo, con comunidades establecidas en decenas de países, un pueblo que ha sabido extraer del mar y de su cultura ancestral valiosos rasgos universales y una apertura mental que necesita comunicarse en un idioma común para prosperar y abrirse camino.
Los valores asentados en la cultura gallega van a permitirle, con toda probabilidad, rechazar el nacionalismo retrógrado que, con la complicidad de un socialismo aficionado a las cloacas, les está llevando hacia la desgracia.
A partir de los sucesos de ayer en Santiago, muchos gallegos van a descubrir la verdadera naturaleza del gobierno que tienen, integrado por gente a la que únicamente le interesa el dominio y el privilegio.
Los nacionalismos excluyentes van dejando de ser atractivos a medida que los ciudadanos abren los ojos y reflexionan. En contacto con la democracia, que es convivencia en armonía, con el pensamiento y la verdad, opciones degradadas como el nacionalismo excluyente y el socialismo despilfarrador van perdiendo fuelle y el ciudadano va asumiendo que la única opción ética y cívica de un demócrata es arrojarlos del poder, votando democracia y a gente capaz de garantizar la convivencia y el verdadero progreso.
En el pasado, esos mismos que hoy gobiernan la patria gallega intentaron protagonizar el desastre del Prestige con el Nunca Mais, pero el pueblo gallego les dio la espalda. Fueron hundiéndose ellos mismos, por méritos propios. Pero llegó el PSOE gallego, les aupó hasta el poder y les abrió la caja del dinero público. Sin el oxígeno del PSOE y el dinero de todos, el BNG estaría en las últimas, pero disponer de un presupuesto para beneficiar a los suyos les ha colocado en el mapa. La factura que han tenido que pagar consiste en hacer la vista gorda a los caprichos y despilfarros de Touriño.
El nacionalismo siempre convierte la lengua en estandarte. Las medidas para privar a los alumnos de utilizar el español e imponer una lengua gallega recién sacada del horno han causado serio deterioro en la enseñanza, lo que está provocado una protesta generalizada de los padres. Por fortuna, muchos ciudadanos de Galicia han descubierto a tiempo que el nuevo gallego que el BNG y el PSOE quieren fabricar en sus Galescolas, manipulando el cerebro virgen de los niños, es un subproducto diseñado para ser esclavo y que la ruta abierta por el nacionalismo excluyente les conduce a la miseria y a la marginación como sociedad y como pueblo.
El nacionalismo es un negocio turbio que genera aislamiento, odio, endogamia social y, a la larga, miseria.
La sociedad gallega no es como la vasca, donde abundan e imponen su criterio corto los montañeses nostálgicos que sueñan con una sociedad pastoril cerrada al mundo, ni tampoco es como la catalana, donde la avaricia y el egoísmo han sido utilizados por políticos nacionalistas sin escrúpulos para avanzar hacia el envilecimiento y la pobreza, también en este caso amparados por el socialismo catalán. Galicia es un pueblo abierto al mundo, con comunidades establecidas en decenas de países, un pueblo que ha sabido extraer del mar y de su cultura ancestral valiosos rasgos universales y una apertura mental que necesita comunicarse en un idioma común para prosperar y abrirse camino.
Los valores asentados en la cultura gallega van a permitirle, con toda probabilidad, rechazar el nacionalismo retrógrado que, con la complicidad de un socialismo aficionado a las cloacas, les está llevando hacia la desgracia.
A partir de los sucesos de ayer en Santiago, muchos gallegos van a descubrir la verdadera naturaleza del gobierno que tienen, integrado por gente a la que únicamente le interesa el dominio y el privilegio.
Los nacionalismos excluyentes van dejando de ser atractivos a medida que los ciudadanos abren los ojos y reflexionan. En contacto con la democracia, que es convivencia en armonía, con el pensamiento y la verdad, opciones degradadas como el nacionalismo excluyente y el socialismo despilfarrador van perdiendo fuelle y el ciudadano va asumiendo que la única opción ética y cívica de un demócrata es arrojarlos del poder, votando democracia y a gente capaz de garantizar la convivencia y el verdadero progreso.
En el pasado, esos mismos que hoy gobiernan la patria gallega intentaron protagonizar el desastre del Prestige con el Nunca Mais, pero el pueblo gallego les dio la espalda. Fueron hundiéndose ellos mismos, por méritos propios. Pero llegó el PSOE gallego, les aupó hasta el poder y les abrió la caja del dinero público. Sin el oxígeno del PSOE y el dinero de todos, el BNG estaría en las últimas, pero disponer de un presupuesto para beneficiar a los suyos les ha colocado en el mapa. La factura que han tenido que pagar consiste en hacer la vista gorda a los caprichos y despilfarros de Touriño.
El nacionalismo siempre convierte la lengua en estandarte. Las medidas para privar a los alumnos de utilizar el español e imponer una lengua gallega recién sacada del horno han causado serio deterioro en la enseñanza, lo que está provocado una protesta generalizada de los padres. Por fortuna, muchos ciudadanos de Galicia han descubierto a tiempo que el nuevo gallego que el BNG y el PSOE quieren fabricar en sus Galescolas, manipulando el cerebro virgen de los niños, es un subproducto diseñado para ser esclavo y que la ruta abierta por el nacionalismo excluyente les conduce a la miseria y a la marginación como sociedad y como pueblo.
El nacionalismo es un negocio turbio que genera aislamiento, odio, endogamia social y, a la larga, miseria.
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