Dos rostros del fracaso sanitario español
La pandemia del coronavirus nos está dando lecciones cada día, pero nuestros políticos, enviciados con el poder, la codicia y la ostentación, son incapaces de aprender. Ahora descubrimos que la sanidad es lo más importante, pero al mismo tiempo descubrimos que faltan médicos, que están mal pagados y que todo el personal sanitario está cargado de reivindicaciones, con razón. Los políticos no han dado la talla en el ámbito de la sanidad, como en ningún otro.
Al fallo de la política se une la cobardía de algunos médicos, que se han escondido ante el riesgo de contaminarse y se han retirado de la atención presencial. Esas consultas vacías y la necesidad de tratar las enfermedades por teléfono, cuando se consigue que un médico responda, escandaliza, daña e indigna a millones de españoles. Las consultas de atención primaria están al borde del colapso y la falta de atención médica provoca miles de muertes que podían y debían evitarse.
Miles de enfermos de cáncer y de otras enfermedades graves o crónicas están mal atendidos porque el coronavirus lo acapara todo y cada día se producen muertes de pacientes que, con suerte, solo reciben consultas telefónicas con una lentitud insoportable. Sus derechos a recibir un trato médico eficaz y a ser curados está siendo violado.
España es el país de Europa más castigado por la pandemia y uno de los que más muertes por habitante padecen en todo el mundo. Algo de culpa deben tener sus gestores, profesionales y, sobre todo, políticos, acusados en todo el mundo de haber gestionado mal el problema y de no haber sabido preparar el sistema para la dura pandemia.
La mayoría de los médicos se comportan como héroes, pero otros se están dejando dominar por el miedo. Los galenos acobardados están ofreciendo un triste, letal y deleznable espectáculo.
Pero los médicos no son los grandes culpables del fracaso sanitario español. Los políticos, por haber practicado recortes, por no haber invertido lo necesario, por gestionar mal los hospitales y la política sanitaria y por consentir el abandono indecente de miles de enfermos tienen una responsabilidad mucho mayor que los médicos que se acobardan.
Los ciudadanos están cada día más aterrorizados frente tres enemigos terribles: el coronavirus, que los diezma y masacra, los políticos, que también matan por torpeza y negligencia, y ante la debilidad del sistema sanitario español, que creíamos fuerte y seguro pero que muestra sus grandes carencias cuando se le ha sometido a la prueba de esfuerzo de la terrible pandemia.
La gran calidad de la sanidad española existió, pero hoy es otro mito y otra gran mentira propagandística que se derrumba. La sanidad, como ha quedado demostrado, es la pieza más importante de un país, pero en España ha sido tratada sin cariño, sin prioridad, sin eficacia.
Los políticos, en lugar de invertir para mantener la gran calidad de la sanidad española, se dedicaron a engordar el Estado y a disparar la corrupción, haciendo de España una de las grandes potencias mundiales en corruptos y en número de políticos inútiles con sueldos públicos.
Ojalá aprendamos la lección y asumamos que la vida, como la economía, la convivencia, la libertad y casi todo lo importante, no puede dejarse en manos de los políticos, que por diversas razones constituyen la peor parte de la sociedad, la menos preparada y generosa, la mas corrompida por el poder y el dinero.
Los grandes problemas requieren grandes soluciones y los políticos no son la solución sino parte del problema.
Francisco Rubiales
Al fallo de la política se une la cobardía de algunos médicos, que se han escondido ante el riesgo de contaminarse y se han retirado de la atención presencial. Esas consultas vacías y la necesidad de tratar las enfermedades por teléfono, cuando se consigue que un médico responda, escandaliza, daña e indigna a millones de españoles. Las consultas de atención primaria están al borde del colapso y la falta de atención médica provoca miles de muertes que podían y debían evitarse.
Miles de enfermos de cáncer y de otras enfermedades graves o crónicas están mal atendidos porque el coronavirus lo acapara todo y cada día se producen muertes de pacientes que, con suerte, solo reciben consultas telefónicas con una lentitud insoportable. Sus derechos a recibir un trato médico eficaz y a ser curados está siendo violado.
España es el país de Europa más castigado por la pandemia y uno de los que más muertes por habitante padecen en todo el mundo. Algo de culpa deben tener sus gestores, profesionales y, sobre todo, políticos, acusados en todo el mundo de haber gestionado mal el problema y de no haber sabido preparar el sistema para la dura pandemia.
La mayoría de los médicos se comportan como héroes, pero otros se están dejando dominar por el miedo. Los galenos acobardados están ofreciendo un triste, letal y deleznable espectáculo.
Pero los médicos no son los grandes culpables del fracaso sanitario español. Los políticos, por haber practicado recortes, por no haber invertido lo necesario, por gestionar mal los hospitales y la política sanitaria y por consentir el abandono indecente de miles de enfermos tienen una responsabilidad mucho mayor que los médicos que se acobardan.
Los ciudadanos están cada día más aterrorizados frente tres enemigos terribles: el coronavirus, que los diezma y masacra, los políticos, que también matan por torpeza y negligencia, y ante la debilidad del sistema sanitario español, que creíamos fuerte y seguro pero que muestra sus grandes carencias cuando se le ha sometido a la prueba de esfuerzo de la terrible pandemia.
La gran calidad de la sanidad española existió, pero hoy es otro mito y otra gran mentira propagandística que se derrumba. La sanidad, como ha quedado demostrado, es la pieza más importante de un país, pero en España ha sido tratada sin cariño, sin prioridad, sin eficacia.
Los políticos, en lugar de invertir para mantener la gran calidad de la sanidad española, se dedicaron a engordar el Estado y a disparar la corrupción, haciendo de España una de las grandes potencias mundiales en corruptos y en número de políticos inútiles con sueldos públicos.
Ojalá aprendamos la lección y asumamos que la vida, como la economía, la convivencia, la libertad y casi todo lo importante, no puede dejarse en manos de los políticos, que por diversas razones constituyen la peor parte de la sociedad, la menos preparada y generosa, la mas corrompida por el poder y el dinero.
Los grandes problemas requieren grandes soluciones y los políticos no son la solución sino parte del problema.
Francisco Rubiales