Mucha gente todavía se cree el tópico de que tenemos una de las mejores sanidades públicas, pero se trata de una falacia porque nuestros políticos la han destrozado. Vivimos de un lejano recuerdo que ya no existe. No tenemos la mejor sanidad del mundo, entre otras razones porque ya no tenemos una Sanidad Nacional sino 17 sanidades autonómicas y 2 de ciudades autónomas, lo que impide que exista una misma sanidad para todos los españoles y que la política sanitaria esté racionalmente coordinada.
En estos momentos, tras la dura prueba de la pandemia y sus oleadas de imprevisión, improvisación, desamparo de los sanitarios. muertos a millares y falta de equipos y profesionales en los hospitales, la Sanidad española está solo por encima de algunos países africanos y latinoamericanos. Si todavía se mantiene en un puesto mediano es sólo por los magníficos profesionales españoles, valorados en todo el mundo, que son lo único digno que queda a la antigua sanidad española.
Un análisis del sistema sanitario español demuestra que cuando los políticos metieron su zarpa en el sistema sanitario y empezaron a tomar decisiones incluso en los hospitales, todo se fue al garete.
Dejamos de ser de las mejores sanidades desde el momento que decidimos trocearla, dividirla y sobre todo desde que los políticos metieron sus sucias manos, para destrozarla. La sanidad y los hospitales se llenaron de inútiles y fracasados, sin otro mérito que tener un carné del partido gobernante, lo que fue minando y destruyendo el sistema.
Hoy, al analizar el sistema, aparecen dramas y errores casi incomprensibles que no serían posibles en el competitivo mundo de las empresas privadas. Un ejemplo: las enfermeras de sustitución son enviadas un día a la sección de coronavirus y al dia siguiente a maternidad o a pediatría, sin ninguna medida de aislamiento previo o desinfección. Las mismas enfermeras protestan ante esa política, pero los que deciden siguen practicándola en cientos de hospitales españoles, propagando así la pandemia.
La mentira ha alcanzado el nivel máximo en España y ha sido practicada por la derecha y la izquierda, pero nadie ha superado en falsedad y mendacidad enfermiza al actual gobierno de Sánchez. Una de las mentiras mejor elaboradas es que España vive una época de prosperidad inigualada en el pasado. Esa afirmación se derrumba cuando se analizan las colas del hambre, los desahucios, el tiempo que se tarda en comprar una vivienda, la baja calidad de la enseñanza, cuando es evaluada desde fuera, con independencia, la pobreza, que avanza imparable, y otros fenómenos que se ocultan como el crecimiento de las actitudes tiránicas, el abandono de la investigación y la ciencia, la politización de la Justicia, los desmesurados privilegios de los políticos, la censura, la compra de medios de comunicación y el asesinato de la verdad y de los grandes valores.
España no sólo no progresa sino que está al borde de la ruptura de su unidad y de la pérdida del tren de la prosperidad, por el que avanzan los países de nuestro entorno, a pesar de las crisis y pandemias.
El actual gobierno destruye todo lo que toca, una verdad que los medios ocultan y la propaganda esconde. Todo le sale mal al equipo de mediocres y cretinos que encabeza Pedro Sánchez, tan atrasado y fuera de lugar que apuesta por una política comunista, cuando el mundo entero abomina de esa corriente sanguinaria y esclavizadora que sólo genera hambre y dolor en los pueblos que conquista.
España, aunque pocos se atrevan a decirlo, es hoy casi un Estado fallido.
El sistema autonómico es inmoral, ineficiente e insostenible, pero no se puede decir con claridad sin que te llamen ultraderechista y facha. Tampoco se puede decir que España ha engordado tanto al Estado que ya es insostenible y que la inmensidad de políticos, asesores, enchufados y aprovechados, todos cobrando del erario público, nos arrastran hacia la quiebra.
El peligro de ruptura de la nación es grave y cabe esperar un desenlace dramático, pero decirlo también es tabú porque el gobierno teme a la verdad mas que a nada en el mundo, sobre todo porque la verdad les expulsaría del poder si llegara a ser conocida por los ciudadanos.
El país abomina de su bandera, de su himno, de su idioma común y lleva décadas sin poseer lo que constituye la esencia de toda nación: ideales e ilusiones comunes compartidas. Los ideales de catalanes y vascos son distintos a los de los españoles, como también lo son los de gallegos, valencianos y mallorquines.
España se desmorona y los sinvergüenzas y mediocres que se han apoderado del Estado quieren ocultarlo para que el hundimiento sea invisible para unos ciudadanos que, aunque ellos, los secuestradores del poder, no lo admitan, son los soberanos y los protagonistas en democracia..
Los impuestos se pagan por miedo y se desconfía del destino final de los dineros que cobra la Hacienda Pública. A los políticos se les mira ya con desprecio y, en muchos casos, con odio. Así es imposible la convivencia, ni la prosperidad, ni la alegría.
Si volvemos a la sanidad pública, ni siquiera han sabido aislar a los enfermos del coronavirus del resto de las instalaciones o dedicar hospitales completos a los infectados. La gente se muere en sus casas por miedo a entrar en un hospital y resultar contagiado. Los mismos médicos te advierten de que si entras en un centro médico "es probable que no salgas" y te aconsejan que te quedes en casa, donde la gente muere medio abandonada por el sistema. La supresión de las consultas presenciales en los ambulatorios y las recetas por teléfono están causando más muertes que el coronavirus.
Si a la locura general se agregan otras decenas de locuras, todas ellas creadas o inducidas por los políticos, como la "okupación" de viviendas, todo un robo de la propiedad privada, los impuestos abusivos, el acoso a los autónomos, que son la espina dorsal de la economía española, el abandono de hoteles, bares y restaurantes y otras barbaridades, adquirimos la certeza metafísica de que España es un Estado fracasado que avanza hacia el colapso por culpa de los pésimos gobiernos que ha sufrido, sobre todo del actual, que tal vez sea el peor de su Historia, probablemente desde Viriato.
Francisco Rubiales
En estos momentos, tras la dura prueba de la pandemia y sus oleadas de imprevisión, improvisación, desamparo de los sanitarios. muertos a millares y falta de equipos y profesionales en los hospitales, la Sanidad española está solo por encima de algunos países africanos y latinoamericanos. Si todavía se mantiene en un puesto mediano es sólo por los magníficos profesionales españoles, valorados en todo el mundo, que son lo único digno que queda a la antigua sanidad española.
Un análisis del sistema sanitario español demuestra que cuando los políticos metieron su zarpa en el sistema sanitario y empezaron a tomar decisiones incluso en los hospitales, todo se fue al garete.
Dejamos de ser de las mejores sanidades desde el momento que decidimos trocearla, dividirla y sobre todo desde que los políticos metieron sus sucias manos, para destrozarla. La sanidad y los hospitales se llenaron de inútiles y fracasados, sin otro mérito que tener un carné del partido gobernante, lo que fue minando y destruyendo el sistema.
Hoy, al analizar el sistema, aparecen dramas y errores casi incomprensibles que no serían posibles en el competitivo mundo de las empresas privadas. Un ejemplo: las enfermeras de sustitución son enviadas un día a la sección de coronavirus y al dia siguiente a maternidad o a pediatría, sin ninguna medida de aislamiento previo o desinfección. Las mismas enfermeras protestan ante esa política, pero los que deciden siguen practicándola en cientos de hospitales españoles, propagando así la pandemia.
La mentira ha alcanzado el nivel máximo en España y ha sido practicada por la derecha y la izquierda, pero nadie ha superado en falsedad y mendacidad enfermiza al actual gobierno de Sánchez. Una de las mentiras mejor elaboradas es que España vive una época de prosperidad inigualada en el pasado. Esa afirmación se derrumba cuando se analizan las colas del hambre, los desahucios, el tiempo que se tarda en comprar una vivienda, la baja calidad de la enseñanza, cuando es evaluada desde fuera, con independencia, la pobreza, que avanza imparable, y otros fenómenos que se ocultan como el crecimiento de las actitudes tiránicas, el abandono de la investigación y la ciencia, la politización de la Justicia, los desmesurados privilegios de los políticos, la censura, la compra de medios de comunicación y el asesinato de la verdad y de los grandes valores.
España no sólo no progresa sino que está al borde de la ruptura de su unidad y de la pérdida del tren de la prosperidad, por el que avanzan los países de nuestro entorno, a pesar de las crisis y pandemias.
El actual gobierno destruye todo lo que toca, una verdad que los medios ocultan y la propaganda esconde. Todo le sale mal al equipo de mediocres y cretinos que encabeza Pedro Sánchez, tan atrasado y fuera de lugar que apuesta por una política comunista, cuando el mundo entero abomina de esa corriente sanguinaria y esclavizadora que sólo genera hambre y dolor en los pueblos que conquista.
España, aunque pocos se atrevan a decirlo, es hoy casi un Estado fallido.
El sistema autonómico es inmoral, ineficiente e insostenible, pero no se puede decir con claridad sin que te llamen ultraderechista y facha. Tampoco se puede decir que España ha engordado tanto al Estado que ya es insostenible y que la inmensidad de políticos, asesores, enchufados y aprovechados, todos cobrando del erario público, nos arrastran hacia la quiebra.
El peligro de ruptura de la nación es grave y cabe esperar un desenlace dramático, pero decirlo también es tabú porque el gobierno teme a la verdad mas que a nada en el mundo, sobre todo porque la verdad les expulsaría del poder si llegara a ser conocida por los ciudadanos.
El país abomina de su bandera, de su himno, de su idioma común y lleva décadas sin poseer lo que constituye la esencia de toda nación: ideales e ilusiones comunes compartidas. Los ideales de catalanes y vascos son distintos a los de los españoles, como también lo son los de gallegos, valencianos y mallorquines.
España se desmorona y los sinvergüenzas y mediocres que se han apoderado del Estado quieren ocultarlo para que el hundimiento sea invisible para unos ciudadanos que, aunque ellos, los secuestradores del poder, no lo admitan, son los soberanos y los protagonistas en democracia..
Los impuestos se pagan por miedo y se desconfía del destino final de los dineros que cobra la Hacienda Pública. A los políticos se les mira ya con desprecio y, en muchos casos, con odio. Así es imposible la convivencia, ni la prosperidad, ni la alegría.
Si volvemos a la sanidad pública, ni siquiera han sabido aislar a los enfermos del coronavirus del resto de las instalaciones o dedicar hospitales completos a los infectados. La gente se muere en sus casas por miedo a entrar en un hospital y resultar contagiado. Los mismos médicos te advierten de que si entras en un centro médico "es probable que no salgas" y te aconsejan que te quedes en casa, donde la gente muere medio abandonada por el sistema. La supresión de las consultas presenciales en los ambulatorios y las recetas por teléfono están causando más muertes que el coronavirus.
Si a la locura general se agregan otras decenas de locuras, todas ellas creadas o inducidas por los políticos, como la "okupación" de viviendas, todo un robo de la propiedad privada, los impuestos abusivos, el acoso a los autónomos, que son la espina dorsal de la economía española, el abandono de hoteles, bares y restaurantes y otras barbaridades, adquirimos la certeza metafísica de que España es un Estado fracasado que avanza hacia el colapso por culpa de los pésimos gobiernos que ha sufrido, sobre todo del actual, que tal vez sea el peor de su Historia, probablemente desde Viriato.
Francisco Rubiales